Enganchados al Scalextric más allá de los 45: "Mientras otros van al gimnasio, yo juego con mis coches"

  • Recurrente regalo de Navidad hace décadas, sigue despertando pasión en muchos adultos que crecieron con él

  • Hablamos con varias personas sobre su pasión adulta por el 'slot' (modelismo de coches)

La palabra 'Scalextric' tiene un efecto de magdalena de Proust para muchos mayores de 45 años: nos transporta a otros tiempos, a días felices, a la infancia. A la emoción de abrir la caja, montar las piezas del circuito, admirar los detalles del coche. Nos remonta a confitadas mañanas de Reyes (¡casi puede olerse el roscón!) y evoca la imagen satisfecha de nuestros padres y abuelos, algunos de los cuales ya no están.

Cuando la división entre regalos para niños y para niñas estaba ferozmente marcada, este juego de carreras de coches —réplicas en miniatura de modelos reales— marcó a miles de varones españoles que crecimos en los años setenta y ochenta. Y hay quienes, en su edad adulta, siguen viviendo este pasatiempo con pasión.

Luis Crespo, empresario de 53 años, es uno de ellos. De niño recibió el Scalextric como obligado regalo de Navidad; de mayor perdió su rastro, pero no el gusanillo del 'slot' (término genérico que se refiere al modelismo de coches). "Un día, hace ya veinte años, encontré un local donde anunciaban carreras de Scalextric", cuenta. "Me dije: '¡Coño! ¿Qué es esto?'. Entré, me lo compré, les pregunté, y me explicaron que había una asociación que las organizaba. Pensé: 'Esto quiero ir a verlo'. Me moló mucho". A continuación adquirió coches de reglamento, se hizo socio de un club y se dedicó a pilotar. "En mis ratos libres, cuando la gente va al gimnasio, yo iba a jugar al Scalextric", proclama.

Describe así lo que le aporta este hobby: "Es la sensación de estar dentro de un coche de carreras como si fueras Fernando Alonso; la sensación que experimenta alguien a quien le gustaría correr en un fórmula uno y no puede hacerlo, y se desfoga teniendo esas sensaciones con un cochecito de escala 1:32, en vez de con un volante, con un gatillo, viendo cómo el coche derrapa… Te crees un piloto".

No tardó en crear su propio club, Speed Slot, que ha cumplido ya una década de historia. Cuenta con locales en los municipios madrileños de Alcorcón, Getafe y Rivas Vaciamadrid; en Valencia, y pronto espera inaugurar otro en Aragón. Conoce bien el perfil de los forofos del Scalextric: "Son aficionados al mundo del motor, de treinta y tantos años para arriba", describe. Quienes crecieron con el momento álgido del Scalextric de Exin.

Además de a sus socios, Luis pone sus circuitos a disposición de cualquiera: organiza eventos de empresa, cumpleaños, comuniones… También juega gente de paso en los centros comerciales donde se ubican sus espacios. Él mismo diseña las maquetas, una labor creativa de la que se siente orgulloso: "Es como un artista que pinta un cuadro; el yo poder recrearme…, entras en una séptima dimensión de creatividad, de paz interior contigo mismo", asegura. Lo que empezó siendo una afición se ha convertido en la actividad que más dinero le reporta.

La otra faceta vinculada al slot es el coleccionismo, que no es incompatible con el placer de jugar. Diego Serrano, de 52 años, define su colección como "tremebunda. Pasa de 10.000 unidades. Tengo 400 circuitos sin estrenar, 536 mandos, 110 cuentavueltas… Un arsenal. Por supuesto, muchos de mis coches jamás han tocado una pista", revela.

El Scalextric está presente en su vida desde el primer día. "Cuando mi madre estaba embarazada de mí de cuatro meses —recuerda Diego—, mi padre, aficionado al slot, tuvo la feliz idea de mandar la solicitud a Scalextric para que me incorporasen al club. Mi primer regalo con vida, de recién nacido, fue un circuito…, que conservo, por supuesto".

Sus padres, microbiólogos, viajaban por todo el mundo. Cada vez que visitaban un país para dar una conferencia, buscaban ex profeso alguna referencia para que su hijo incrementara su colección, que en la actualidad es una de las más codiciadas de Europa.

Hace 22 años abandonó su trabajo en el sector farmacéutico para dedicarse profesionalmente a su pasión. Abrió una tienda en Madrid, Diego Colecciolandia, especializada en productos de slot, muchos descatalogados. "Dejar mi empleo me costó mi matrimonio, pero quería ser feliz", afirma. Maneja unas mil referencias solo de coches. Ha llegado a pagar 2.500 euros por un modelo, y tiene a la venta otro por valor de 9.500. "Una edición muy difícil de encontrar, un Ferrari GTO que se entregó al papa Benedicto XVI", explica.

"Lo que engancha del slot es que el aficionado relaciona la miniatura con el coche real. Suelen ser apasionados del mundo del motor. El coleccionista que busca pequeñas joyas, para guardar en vitrina, tiene entre 40 y 55 años. En el fondo somos un poco pilotos frustrados, porque nos gustaría tener esos coches en escala real. Las reproducciones son reales: coches reales, pilotos reales, dorsal real…", dice Diego, quien ya desde niño tenía su destino dictado. "El día que mis padres falten —añade—, recordaré siempre que gracias a ellos he sido tremendamente feliz en la vida".