El 'nomadland' español: "Así es mi vida en furgo en la carretera siendo upper"

  • Desde que se jubilaron en 2014, Enrique y Ángeles se dedican a recorrer Estados Unidos en su portentoso vehículo.

  • La libertad de movimientos les lleva a conocer enclaves fuera de las guías: de obras de ingeniería a escenarios naturales de películas.

  • "Allí un millón de personas lo han vendido todo y viven el año entero en su autocaravana", dice Enrique.

Cuando Enrique de Vidania (70), ingeniero topógrafo jubilado, vio Nomadland, fue como si se viera reflejado en un espejo. Este simpático canario y su esposa Ángeles llevan 17 años recorriendo Estados Unidos a bordo de una autocaravana El vehículo, aparte de matrícula, tiene nombre: Mr. Mojo Picón; hacen patria allá donde van. Una ráfaga de orgullo le recorre cuando comprueba que la cinta ganadora de tres premios en la última edición de los Oscar ha puesto el foco en una realidad que para ellos es el pan de cada día. "Pero nuestra autocaravana es mejor que la que sale ahí", puntualiza.

Desde su primer periplo en 2014 han hecho 18 escapadas a aquel país, todas de alrededor de tres meses de duración; es la estancia máxima que permite la ley. Se han impregnado de una forma de vida infrecuente en España pero que en Estados Unidos es relativamente común. "Allí hay la friolera de 8 millones de autocaravanas", dice Enrique, natural de Las Palmas. "Un millón de personas lo han vendido todo y viven el año entero en su autocaravana. Muchos son jubilados. Otros incluso trabajan en ella. Conocimos a un matrimonio con tres hijos que vivía en su casa rodante. La guagua del colegio pasaba por el camping a recoger a niños".

El impulso que ha llevado a Enrique y Ángeles a adoptar esta nómada existencia se basa en dos claves. Una, su pasión por el mundo del motor. "Cuando cumplí 18 años, un amigo me regaló un libro titulado En 79 días. Vuelta al mundo en Vespa. Lo había escrito un señor que en 1962 había realizado esa proeza. Aquello me causó una impresión tremenda y de ahí viene mi afición", evoca Enrique. La segunda es su carácter aventurero, presagio de que ni Enrique ni Ángeles iban a pasar su jubilación anclados en un banco de parque.

"El viaje de novios, en 1975, lo hicimos por ocho países de Europa, durmiendo en tiendas de campaña. Después nos compramos una Honda Goldwind, y cuando nacieron nuestros hijos (tenemos cuatro) seguimos viajando en moto". En una parada en Bruselas, en 1980, un furibundo chaparrón les obligó a postergar su itinerario motero. "Entonces vimos a una pareja de ingleses que se metieron en su autocaravana, tan calentitos, y le dije a mi mujer: 'Ángeles, en cuanto lleguemos a Las Palmas compramos una autocaravana'. Y así fue". En 1988, en un viaje a Estados Unidos, adquirieron su primera motorhome.

Pero Mr. Mojo Picón no llegó a sus vidas hasta marzo de 2014, cuando el matrimonio -ambos funcionarios- concluyó su etapa laboral. Fue el momento elegido para materializar el proyecto que llevaban años acariciando: recorrer Estados Unidos en autocaravana. Con la ayuda de su hijo menor, Fernando, que trabaja en Canadá, seleccionaron varias por Internet. Finalmente, concertaron cita para comprar una, propiedad de una vida, en Miami. "Las autocaravanas en Estados Unidos las manejan seniors que se han jubilado y se dedican a viajar. ¿Qué ocurre cuando muere él o muere ella? Hay un mercado de segunda mano muy importante centrado en autocaravanas de matrimonios en los que uno de ellos ha fallecido".

El modelo que compraron costaba nuevo 110.000 dólares. La señora lo vendía por 50.000. "Por Internet cerramos un precio con ella de 37.500”, recuerda Enrique. "Y cuando llegamos allí, le dijimos: 'En vez de esa cantidad, aquí tienes 32.000 en mano'. ¿Qué iba a hacer la señora con la autocaravana? Aceptó. Al cambio fueron 25.000 euros. Una autocaravana con 20.000 km y cuatro años de uso". En su primer viaje recorrieron la Costa Este y terminaron en Nashville, donde dejaron aparcado a su infatigable vehículo. "Y así estamos, yendo y viniendo".

La fácil vida del nómada de carretera

Desde entonces han estado en ciudades grandes, medianas y pequeñas. Conocen como las palmas de sus manos ambas costas, el interior y 22 parques nacionales. Han estado tres veces en el de Yellowstone ("El mejor de todos. Sus dimensiones son seis veces la isla de Gran Canaria", dice Enrique). Han cruzado a Canadá, visitado parajes que no salen en las guías y alucinado con las playas inmensas del golfo de Texas. Y cuando están a punto de cumplirse los tres meses de estancia en el país, dejan la autocaravana en algún aparcamiento especializado y regresan a España…; pero a los pocos meses están de vuelta. "En Estados Unidos hay todo un mercado para el negocio de las motorhomes: concesionarios, tiendas de accesorios, espacios de storage… Ya somos clientes de algunos de ellos. Tampa es nuestra base, pero también atracamos en Nueva York, Boston…".

Desde fuera, cualquier profano podría creer que su experiencia es engorrosa y está sujeta a complicados papeleos. Nada más lejos de la realidad. Enrique se maravilla de lo fácil que resulta todo. "Cuando compramos la caravana fuimos ponerla a nuestro nombre a las oficinas de Tráfico en Miami. Le explicamos al funcionario que no somos ciudadanos del país, ni residentes, ni tenemos propiedades allí… Nos dijo: 'Usted nos trae su pasaporte y el seguro del vehículo y le matriculamos el coche a su nombre'. Dije: '¿Tan fácil?'. Y respondió: 'Mire, con la de millones de turistas que tenemos en Florida ¿usted cree que vamos a ponerles problemas? Nos interesa que paguen impuestos'. Llegamos allí con el hijo de la vendedora y a los 15 minutos salimos con la placa del vehículo. Basta con que tengas el carné de coche para poder conducir un bicho de estos".

Si algún día viajas por Estados Unidos y te cruzas con una autocaravana que remolca un pequeño utilitario rojo, es la de Enrique y Ángeles. Su día a día es como sigue: anclan el vehículo en algún camping de su confianza y para moverse por las ciudades utilizan el práctico Honda. "Con el coche nos movemos en un radio de hasta 100 km alrededor del camping", dice. Pernoctan y pasan gran parte del día en la caravana, perfectamente equipada. "Mido 1,90 m. La cama tenía que ser grande. Tenemos dos televisores, dos hornos, un equipo de aire acondicionado… La ducha es comodísima. El agua sale hirviendo y con un mucha presión… Nos sentimos muy a gusto".

En cada ciudad viven como dos nativos más. "Tenemos cuenta en un banco americano, teléfonos americanos… Nos conocemos todas las grandes cadenas de supermercados y sabemos las que nos gustan y las que no. Allí la vida es más barata que aquí. Desayunamos en la autocaravana, tipo americano: salchichas, tortitas, zumo de naranja… Nos adaptamos a su estilo de vida".

Lo tienen todo estudiado. Aunque van para tres meses, viajan a Estados Unidos casi con las manos en los bolsillos; solo se acompañan de una trolley. "Allí tenemos un vestuario completo de verano e invierno". Se conocen las ofertas de los restaurantes. "Nos gusta cenar fuera, y ya sabemos a dónde ir. Hay una franquicia muy conocida allí, que es Texas Roadhouse, especializada en carnes. Los miércoles tienen el día del jubilado: te ponen un solomillo de 8 onzas, con tus papas grandes, con un primero y la bebida, y te cuesta 10 dólares. Curiosamente jamás nos han pedido la identificación: dan por sentado que si vas allí un miércoles es que eres jubilado. Allí la verdad es la verdad; como digas una mentira, te fusilan", dice Enrique.

Por conocerse, se conocen hasta la idiosincrasia del país. "Tienes que decir que eres Spaniard En los controles de carretera, decimos que somos de la Unión Europea. Ni nos piden el pasaporte", explica.

Turismo a medida

La libertad que les brinda la autocaravana los aleja de los circuitos al uso. Como dice Enrique, "hacemos turismo, pero no vamos de turistas". Suelen llevar las visitas planificadas de antemano: "Como buen ingeniero, soy de mente un poco cuadriculada. Me gusta preparar el viaje". Llegan a donde pocos acceden. "En Fargo fuimos a la oficina de turismo para que nos dieran cierta información y cuál es nuestra sorpresa cuando nos entregan un diploma. Nos dicen: '¡Es que aquí no viene nadie!' La verdad es que no hay nada que ver. El hecho de ir a Fargo es por conocer la ciudad donde hicieron la película".

Gustan de inspeccionar enclaves poco transitados. "Por ejemplo, me entero de que hay un puente espectacular en Virginia… Pues allá que vamos. Ángeles decía: '¿Pero cómo vamos a ir a ver un puente?'. Bueno, como ingeniero me interesa", relata Enrique. "En una ocasión nuestra hija Davinia, que viajaba con nosotros, dijo: 'Me hace ilusión visitar el high school Y lo localizamos y fuimos. También hemos a ido a ver The Devil Tower, en Wyoming, donde se rodó Encuentros en la tercera fase. Cuando vi la película hace muchos años, pensé que era un decorado, y cuando te enteras de que es natural, dices: 'Ah, pues quiero ir'. Hacemos cositas de estas". En Las Vegas han estado más de 15 veces. "Lo recomiendo. No por el juego. Tiene un magnífico camping. Como dice mi esposa, es el Disneyland de los adultos".

El disfrute que encuentran es inenarrable. Como dice Enrique, "después de una carrera profesional satisfactoria, cuatro hijos y seis nietos, las metas en nuestras vidas las tenemos cumplidas. Pero esto te hace sentir muy satisfecho. Hemos vivido experiencias muy emocionantes. Como cuando visitamos el muro de los caídos en Vietnam en Washington DC. Se lo recomendamos a todo el mundo". Sus largas singladuras le han permitido a Enrique gozar de una actividad paralela: escribir sobre sus viajes en un blog. Debido a la pandemia, llevan más de un año sin ponerse al volante de su querido Mr. Mojo Picón, al que echan mucho de menos. "Estamos deseando volver, no te puedes imaginar".