Flying Fox: lujo sin límite en uno de los yates más grandes del mundo

  • Sus magníficas y espectaculares instalaciones hacen que el precio por semana de este impresionante yate sea totalmente desorbitado

  • Piscina, spa, sala de cine exterior o un centro de buceo, todo lo que puedas imaginar se incluye en Flying Fox

Las vacaciones de 2020 probablemente hayan sido unas de las más atípicas para la mayoría de personas debido al coronavirus, marcadas por la mascarilla y la distancia social. Una distancia que de lo que estamos seguros es que los millonarios han podido cumplir gracias a sus exclusivas vacaciones en hoteles o yates de lujo. Y nada mejor para aislarse que un yate, más aún si cuenta con todas las comodidades que te puedas imaginar y con todas esas que pensabas que era imposible que una embarcación pudiese tener. Por eso hoy te presentamos Flying Fox, uno de los yates más grandes y lujosos del mundo en el que una semana podría dejar la cartera seca incluso a algunos millonarios.

Con 116 metros de largo y más de 22 metros de ancho esta embarcación es el sueño de cualquier amante del mar para pasar unas vacaciones de ensueño. Comenzando con su acceso, cualquier huésped puede llegar hasta el yate en helicóptero y aterrizar en uno de sus dos helipuertos, en barco, o en submarino, porque lo que queda claro es que lo ostentoso en esta embarcación es un complemento más.

El barco de los sueños

Sus 11 camarotes son capaces de dar hospedaje a unas 25 personas, aunque su gran capacidad hace que los invitados sean bienvenidos, hasta 40 personas pueden reunirse ahí dentro e incluso guardar la distancia social sin ningún tipo de problema. Y todo esto sin contar con la tripulación, porque claro, semejante barco no es capaz de navegarlo cualquier persona, por eso tiene capacidad para que unas 50 personas se pongan al servicio de los huéspedes como tripulación, entre los que hay desde cocineros hasta masajistas para hacer las vacaciones mucho más relajantes.

El diseño de la embarcación se ha hecho para transmitir paz a sus tripulantes, con unos colores cálidos capaces de ofrecer esa sensación, siempre buscando una mirada al mar y a la serenidad que este transmite, de ahí la construcción de un salón de dos plantas con una mirada al inmenso océano que es un verdadero lujo para quien tenga la suerte de hospedarse en este barco de ensueño.

¿Qué bañarte en alta mar no es de tu gusto? Tranquilo, porque en la parte trasera del barco se encuentra una impresionante piscina en la que pasar el día de la forma más relajada posible. Y esto no es lo único, pues cuenta con una espectacular pantalla de cine exterior para que los más cinéfilos puedan disfrutar a lo grande de su afición. Y volviendo a los camarotes, absolutamente todos son suites, aunque hay una que es presidencial y que cuenta con su propio jacuzzi privado, un salón con su propio jardín y un ventanal desde donde contemplar la infinidad del océano.

Spa, buceo y cocina top

Cualquiera que busque algo de relajación podrá disfrutar de un spa de dos plantas en donde también se podrán tomar los tratamientos de belleza más exclusivos. A lo largo del yate se pueden encontrar zonas ajardinadas, un acuario y, para los amantes de fondo marino, un centro de entrenamiento de buceo para sumergirse en las profundidades marinas con total seguridad.

Uno de sus grandes salones cuenta con una gran chimenea y, algo que se ha tenido en cuenta a la hora de diseñar tal joya de la navegación es buscar una vista prácticamente panorámica desde cualquier estancia hacia el exterior, además de ofrecer una gran amplitud en cada una de sus salas. Y hablando de estancias, cuenta con una sala de fiestas, una de conferencias y una oferta culinaria exquisita con platos catalogados con estrella Michelín.

Desde luego que lo que ofrece Flying Fox es llamativo para cualquier persona, pero no todos pueden acceder a esta embarcación tan exclusiva, pues su precio por semana ronda los tres millones y medio de euros. Una auténtica barbaridad que solo los multimillonarios más poderosos pueden llegar a permitirse. Por ahora el resto de mortales nos conformaremos con admirarlo desde la lejanía y soñar con navegar en él algún día.