El Renault 5 'renace' como coche eléctrico: cinco uppers nos cuentan sus anécdotas al volante

  • Renault apuesta desde ya todo a los eléctricos, y la recuperación del R5 es clave en ello

  • Cinco historias, cinco vivencias especiales, para rememorar el Renault 5 original ante su resurrección

  • "Podré contarle a mis nietos que me subí al auténtico 'culogordo' de copiloto"

El mito de la automoción, la leyenda de las cuatro ruedas, el ave fénix de nuestra más tierna juventud… va a volver a la vida. El icónico Renault 5 volverá a rodar por nuestras calles en apenas 3 años. Los recuerdos se agolpan al recordar un coche que ha marcado las vidas de gran cantidad de uppers. Renault acaba de anunciar que este pequeño gran coche va a tener una segunda vida, una tercera si contamos al Súper 5, y ésta nueva etapa será como coche eléctrico.

Los últimos años de Renault no han sido especialmente boyantes. Inmersos en una titánica reestructuración ha llegado, procedente de SEAT, Luca de Meo, para tomar las riendas de una marca que necesitaba un buen meneo para ponerse al día. Entre los planes de futuro, denominados "renaulution", se contempla poner en el mercado 7 coches eléctricos en los próximos 4 años, hasta 2025, y uno de ellos será un renacido Renault 5.

Un precio estimado bastante asequible para ser eléctrico

Está previsto que el nuevo trocito de historia de la automoción mundial se fabrique en la factoría francesa de Douai a partir de 2023, y lo mejor es que su precio, anuncian, que estará entre los 20.000 euros. Los guiños al Renault 5 original en el diseño del prototipo, que tendrá más del 90% del coche de producción, son enormes, hasta el punto de que parece el mismo coche, un poco inflado, y con líneas y rasgos más modernos e incluso futuristas, pero sin perder la esencia del auténtico.

Todo esto está muy bien, pero esta noticia nos ha removido algo dentro, y enseguida hemos empezado a recordar momentos vividos con el Renault 5 original. Amigos Uppers, sacad el pañuelo del bolsillo porque recordando historias de hace 35-40 años, o incluso las vividas por vosotros mismos, no será difícil que se caiga alguna nostálgica lagrimita. Avisados estáis.

Alberto Esteban López, ingeniero (56)

El primer beso. "Yo no era un tipo guapo. Tampoco rico. A pesar de ser bastante introvertido creo que tenía mucha personalidad, pero no solía tener mucho éxito con las chicas", recuerda Alberto. "Estaba en 3º de BUP -el antiguo bachillerato- y también estaba como loco por una repetidora de clase. ¡Dos años mayor! Pero era preciosa. Una modelo. Literal", recuerda.

"P.G.M. llevaba años de novia con el chico que parecía perfecto. En una película americana sería el quarterback del equipo de la universidad. Alto, guapo, con dinero, cochazo… pero tras muchos años, rompieron. Y me lancé", asegura, a pesar de la poca seguridad en sí mismo, de sus nervios, y de saber que no tenía una mano ganadora.

El coche tenía ya más años que la tos. Verde metalizado, con una horrible tapicería de símil de piel de leopardo

Cuando P.G.M. le dijo que sí a tomar un café una tarde, no se lo podía creer. "Pedí el R5 a mi padre para aparentar ser más de lo que era. El coche tenía ya más años que la tos. Verde metalizado, con una horrible tapicería de símil de piel de leopardo… Lo peor de lo peor", sonríe al recordar. "No fue ése día, ni al segundo café, pero al tercero, antes de llevarla a su casa, me decidí". Y sin decir una palabra más, su cara revela que no olvidará ese beso mientras viva.

Manuel Segovia Garcés, empleado en estación de servicio (73)

El coche del vecino. Manuel ha currado toda su vida, la mayoría del tiempo en una gasolinera. Desde joven. Ha visto todos los coches del mundo desfilar por delante de él. Incluso a estas alturas de la vida recuerda que en su vida ha tenido media docena de coches, pero ninguno como el primero que pudo comprar.

"Estaba cansado de conducir un vetusto Seat 850 heredado de mi padre", Viejo, con un millón de kilómetros y más achaques que un abuelo de cien años", recuerda Manuel. "Y cada vez que el vecino aparcaba a su lado su flamante y potente R5, con su ronroneo inconfundible, se me agriaba el carácter y se me torcía el gesto".

Busqué trabajo y ahorré durante un buen puñado de años

"Era precioso, con las llantas sin una mácula, con los cromados más lustrosos de la historia de la automoción y un volante con un forro de piel a juego con los guantes de su dueño. Lo lavaba todos los domingos por la tarde con una esponja, un cubo de agua y un mimo exquisito", recuerda Manuel con un punto de ensoñación en sus ojos.

"Pasaron unos cuantos años, yo anhelaba ese coche en secreto. Busqué trabajo y ahorré un buen puñado de años. Creo que podría haber comprado hasta un Mercedes... pero quería ese R5, y realicé a mi vecino una oferta irrechazable. Y lo logré". La sonrisa de oreja a oreja con la que rememora la historia no deja lugar a la duda. Está claro que el R5 desata pasiones y deseos.

Carmelo Martín Flores, arquitecto (55)

Un viaje inolvidable. Carmelo no quiere reconocerlo, pero desde el minuto uno ha tenido una vida algo acomodada y siempre ha tenido cinco duros en el bolsillo. Despreocupado, razonablemente atractivo y con bastante labia. Se desprende que nunca tuvo problemas para ligar con chicas. Y de todos sus ligues, sus viajes, sus aventuras, recuerda una especial con un coche también especial.

"Acababa de terminar la carrera y decidí hacer un viaje de los chulos, más aventura que otra cosa: Recorrer Córcega en coche. Sin prisas, sin planificar. Cuando se apuntaron dos amigas pensé que la suerte no podía sonreírme más. En casa había tres coches. El Seat 127 estaba para el arrastre, a punto de jubilación. El Renault 11 estaba demasiado nuevo y mis padres no me lo iban a dejar para este viaje. Mejor, porque el R5 era perfecto", recuerda.

El R5 era a prueba de bombas. Consumía bastante gasolina, pero disfruté de la aventura

"Fueron tres semanas inolvidables. Mira que he estado en más de 40 países y he vivido aventuras en la mayoría de ellos, pero el de Córcega fue algo más. Ir de Madrid a Marsella ya es una aventura, pero en aquélla época las carreteras no eran las de ahora. Ni había navegadores. Una historia". En Marsella cogieron un Ferry hasta Calví. Vuelta a la isla en plan mochilero, tienda de campaña y recorrer la patria de Napoleón de camping en camping. "Alguna noche recuerdo que dormimos dentro del coche. Estás cansado, no encuentras el camping a la primera... pues eso", confiesa.

"Recuerdo que el R5 era prueba de bombas. Consumía bastante gasolina, es cierto, pero eso no impidió disfrutar de un viaje iniciático y que pervive en mi memoria desde entonces. No soy capaz de recordar cuántas veces llenamos el depósito, pero seguro que me gasté más en gasolina que en comer y dormir", apunta.

María Font de Matas, publicista, (51)

Un parte al seguro con fallos. María estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ella misma reconoce que "no era especialmente guapa, pero atraía a los chicos". Si la mirada pizpireta que tiene en la actualidad y su forma de ser eran similares en los 90, lo que dice no se puede poner en duda.

"Fue terrible cuando me robaron mi heredado R5 amarillo pollito. Perdí peso y todo, incluso llegué a suspender alguna. En casa estaban preocupados por mí. Sólo recuperé la sonrisa cuando un buen día volvió a aparecer mi coche". Cuenta que estaba vandalizado por dentro al completo.

Al enumerar los desperfectos al seguro nos olvidamos de mencionar el cenicero

El papeleo con el seguro fue realmente largo y trabajoso. "Pero volví a la vida cuando me lo dieron completamente renovado. Sin embargo, mi familia y yo nos quedamos atónitos al ver que había un hueco en el salpicadero. En todo el centro", asegura María, que ahora trabaja en una agencia de publicidad, cansada de buscar sin éxito trabajo de lo suyo.

"Un día no aguanté más y les pregunté a mis padres por el intrigante hueco en el salpicadero", narra como si estuviéramos en un cuentacuentos de la época. "Jajajajajajaja", rió. "Al enumerar los desperfectos al seguro nos olvidamos de mencionar el cenicero. Nos pagaron y arreglaron todo… menos el cenicero". Un coche único.

Óscar González Soria, periodista (47)

El profesor de balonmano. La primera de las 5 historias que vamos a relatar la viví en primera persona. El deporte siempre ha sido parte de mi vida, y en el bachillerato hacía de todo. Me acuerdo que Mariano, mi profesor de gimnasia y entrenador de balonmano, bajito, venía al instituto siempre desde su pueblo con una C15 destartalada.

Un domingo jugábamos en Toledo y la mayoría de jugadores iba con sus padres en coches particulares. Recuerdo que Mariano se ofreció a recogerme y, claro, mejor que ir andando o en transporte público, me resigné a ir en la furgo de este hombre. Cuál fue mi sorpresa cuando a la hora indicada, oigo desde mi casa, un tercer piso, un ruido brutal.

Puedo contar a mis nietos que me subí de copiloto en un 'culogordo' auténtico

Al asomarme, flipé al ver un R5 Copa Turbo negro… pero casi tengo que devolver con las manos mis ojos a sus cuencas cuando veo que de él se baja Mariano y me hace una seña para que baje. Señoras, señores… ¡un 5 Copa Turbo!, ¡el mítico Culo Gordo! Aquél cuya leyenda dice que saltaba el turbo en las reducciones y te estampaba contra la pared que tuvieras más cerca.

Ese día hicimos un partidazo, perdimos, pero plantamos cara a los subcampeones de España de la categoría durante casi todo el partido… pero lo que más recuerdo es la manera de conducir de Mariano el R5 Copa Turbo, como si estuviera en un rally. Una experiencia irrepetible.

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