El exfutbolista Julio Alberto y su batalla contra la droga: “En España se castiga a quien ha tenido adicciones, conmigo no van a poder”
El exjugador del FC Barcelona y el Atlético de Madrid, que tras dejar el deporte vivió una década de excesos, acaba de constituir la Fundación Relife para ayudar a personas con dependencias
“Ahora tenemos un cóctel de drogas, las antiguas y las modernas: las apuestas, el porno y las pantallas. Las drogas sin sustancias son igual de peligrosas o más”, advierte
“Si Maradona, Paul Gascoigne o yo hemos tenido problemas lo sabe todo el mundo, porque hemos sido deportistas de élite. Pero hay muchos más casos entre artistas, gente del cine, de la música…”
“Me lo he tomado como mi objetivo en la vida. Quiero dejar un legado. Si me tienen que recordar, que me recuerden como un amigo”, dice Julio Alberto Moreno (64) en referencia a la pasión que le mueve desde hace dos décadas: ayudar a combatir las adicciones. “Cuando tienes el problema que yo he tenido vas viendo la cantidad de gente que se ha ido, la cantidad de gente que pierde a su familia, que lo pierde todo económicamente, que queda en la calle, que no recibe una segunda oportunidad. Cuando ves todo eso, no puedes mirar para otro lado. Llevo trabajando con las adicciones desde que salí de mi programa de rehabilitación. Han pasado veinte años y el problema se mantiene”.
Para cualquier aficionado al fútbol, la sola mención de su nombre de pila compuesto basta para evocar con deleite las andanzas de un lateral izquierdo habilidoso, rápido, eléctrico, de potente disparo, que brilló a finales de los setenta y los ochenta, primero en el Atlético de Madrid (de 1977 a 1982) y más tarde en el FC Barcelona (de 1982 a 1991). Con el club catalán, donde compartió banquillo con una generación mítica de fútbolistas (Maradona, Schuster, Lobo Carrasco, Víctor Muñoz), ganó dos Ligas, tres Copas del Rey, una Recopa de Europa… Como internacional de la selección española participó en la Eurocopa de Francia (1984) y el Mundial de México (1986).
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Lo tuvo todo: fama, éxito, dinero. Estuvo casado con Carmen Escámez, sobrina del presidente del Banco Central. Sin embargo, fue abandonar la élite del deporte y verse atacado por la depresión y arrastrado a las drogas. No le gusta hablar de “bajada a los infiernos”, porque detesta los tópicos, más aún en estas cuestiones en las que cada caso es un mundo. Pero, desde luego, tocó fondo: sufrió varias sobredosis, llegó a ver la luz al final del túnel, lo perdió casi todo… Las historias que se cuentan de él —y las que él mismo relata en su autobiografía, Nunca recordaré haber muerto (2016)— hacen palidecer la fama autodestructiva de Keith Richards.
Logró dejarlo, regresó al fútbol ocupando diferentes cargos en el equipo azulgrana, obtuvo el título de entrenador, realizó un máster en gestión deportiva (“Me lo regaló Cruyff”, dice con orgullo), pero sobre todo se centró en utilizar su amarga experiencia para evitar que otros, sobre todos los jóvenes, pasen por lo mismo.
Ha impartido charlas por toda España, colaboró cuatro años con las prisiones de Cataluña, ha intervenido en programas sobre delincuencia juvenil, cooperado con los gobiernos de Galicia, País Vasco y Murcia, con el Colegio de Enfermería de Guadalajara… Ahora todo ese compromiso se ha consolidado con la creación de la Fundación Relife, constituida este pasado marzo con la intención de convertirse en vehículo que canalice sus nobles iniciativas.
Una fundación contra las adicciones
En los últimos veinte años, el tiempo que Julio Alberto lleva libre de adicciones, el problema de las drogas no solo no se ha atenuado sino que se ha recrudecido. Así lo explica: “Se han juntado las drogas viejas, las de siempre, que no se han ido, con las nuevas; se han solapado. Es decir, ahora tenemos un cóctel donde están las antiguas drogas, aquellas que todos conocemos, las de los setenta, ochenta y noventa, con las nuevas, que son las pantallas, la pornografía, las apuestas… Ahora se presenta un problema aún mayor. Pienso que la clave está en la educación de base”.
“No podemos seguir —prosigue— sin asignaturas de habilidades sociales y hábitos saludables donde se hable de todo esto, donde los niños sepan qué son las drogas, cómo se consumen, qué problemas pueden tener, qué patologías, enfermedades, trastornos provocan… Todo eso debemos explicarlo. El problema de la ansiedad, la angustia, los miedos, de quiero pertenecer a este grupo donde no me aceptan si no consumo… Y ahora están las drogas sin sustancias, que son igual de peligrosas o más que las que teníamos antes. El móvil es una herramienta peligrosísima. A los políticos les diría que me parece muy bien que hablemos de empleo y economía, pero hay que hablar también de educación”.
Las adicciones siguen produciéndose, y para Julio Alberto “lo más difícil de todo” es que el adicto se deje ayudar. “Es clave que el terapeuta sepa usar muy bien el lenguaje, esos códigos que hay en el mundo del consumo —afirma—, y conocer muy bien cómo es una persona drogodependiente. Para los demás, la vida está montada desde el día que naces hasta el día de hoy. Para una persona adicta, está montada desde el día que nace hasta el que empieza a consumir, y desde el día que empieza a consumir hasta el día de hoy. Las cabezas se estructuran en base al tipo de sustancia que tomas: hablamos de la heroína, en los años setenta y ochenta, que fue terrible, de la cocaína de los noventa, de las pastillas, el éxtasis… Por eso la persona que va a ayudarte tiene que tener un conocimiento exacto para saber cómo ir manejando ese coche hasta el terreno que se desea”.
“Carne de cañón”
Acepta Julio Alberto que él era “carne de cañón”. Su infancia fue terrible: nació en una familia humilde y, separados sus padres, fue enviado a un orfanato, donde un monitor abusó de él en repetidas ocasiones. Aun así, ha hecho lo posible por pasar página: “Me gusta pensar que me llevo muy bien con mi padre, que me llevo muy bien con mis hermanas y me llevo muy bien con todo el mundo y que se me olvidó todo lo que he vivido”.
Pero no resulta fácil empezar de cero. Durante años, Julio Alberto ha tenido que soportar el sambenito de “el exfutbolista que se drogaba”, carga injusta para alguien que ha puesto todo de su parte para salir adelante y lo ha conseguido. “En España se castiga mucho a la persona que ha tenido adicciones. Conmigo no van a poder. Llevo treinta años aguantando todo lo que han dicho, han escrito cosas que ni son verdad… Me han llegado a casar con mi hija. La fuerza de voluntad es importante. Procuro no leer nada que se publique sobre mi pasado, ni hacer ninguna entrevista sobre el tema, para que no vuelva a estar presente cada día de mi vida. En Estados Unidos estaría cobrando cinco mil dólares por conferencia. Aquí te siguen recordando que te has equivocado. Vale, gracias por recordármelo. Es duro”.
“A los chicos con los que hablo les digo que deben tener una fuerza interior grande para poder superarlo”, añade. “El rechazo social en este país es muy intenso. Se te señala, aunque sea en un pueblo. No te digo ya si es un caso como el de Diego [Maradona], como el mío… Precisamente esta fundación nace para dar segundas oportunidades. Todos las merecemos. ¿Acaso no tengo derecho a rehacer mi vida?”.
Pero ¿cómo un deportista de élite, ejemplo de vida sana, puede pasar al lado oscuro? Julio Alberto apunta al momento de después, cuando la carrera termina y atletas como él, aún jóvenes, se enfrentan a una nueva realidad. Pese a todo, recalca que sucede contadas veces.
“Son casos sonados porque hemos estado en deporte de élite. Si Maradona, Paul Gascoigne o yo hemos tenido problemas, lo sabe todo el mundo. Al final se sabe porque has estado en la élite. Pero si hablamos de artistas, de cine, de la música…, en comparación son muy pocos casos. El deporte tiene disciplina, horarios, y eso ayuda muchísimo a la gente. Otra cosa es cuando dejamos la actividad. ¿A qué te vas a dedicar? Debemos siempre prepararnos para el día después. Hacernos muchas preguntas: qué quiero hacer y qué no”.
En EE.UU estaría cobrando cinco mil dólares por conferencia
De hecho, opina que el deporte es un valioso antídoto contra los malos hábitos. “Es una manera de vivir. Una herramienta que ayuda mucho a las personas a vivir de otra manera. Hoy estamos viendo que hay una generación que apuesta por la salud y por la vida sana y otra que dice: ‘Voy a vivir cada día como si fuera el último’. No hay término medio”.
Personas vulnerables y necesitadas de cariño
Por su experiencia, se atreve a trazar un perfil de las personas que más han sufrido con las drogas. “De las que conocía y se han ido, casi todas eran personas maravillosas, tremendamente vulnerables emocionalmente, débiles y con mucha necesidad de cariño, con muchas necesidades de algún tipo de reconocimiento. Yo creo que tiene mucho que ver con el entorno, con las familias, los amigos, las parejas… Es curioso, porque el 80% de las personas que he conocido que ya no están aquí, eran maravillosas, buenas, generosas, amables, tímidas, introvertidas. Es un patrón muy general”.
Desde hace seis años, Julio Alberto vive en su tierra, Asturias (nació en Candás). Después de algunos de los más funestos episodios de su biografía, su corazón quedó dañado. “Lo del corazón es producto y consecuencia de…”, admite. Con todo, dice sentirse bien. Una de sus tres hijas vive con él y sus tres perros. De las otras dos, una vive en Girona y la otra en Madrid. Se siente “muy feliz” con lo que está consiguiendo a través de la Fundación Relife. “Tengo un aliado: el Director”, explica, aludiendo a Dios. “Me dice por dónde ir y por dónde no. Nací con ADN cristiano y católico, con esa marca, como un lunar”.
Socarrón, seductor con su sorna, está cómodo viendo el deporte de sus amores desde la distancia. “El fútbol es ese rincón de mi vida que me da alegrías, con el que desconecto del trabajo diario…”, dice. “Sigo vinculado a él, pero de lejos. No podría ser entrenador: ¡me echarían cada dos por tres! Tengo carácter, y en el fútbol hay mucha pasión. Por eso prefiero que me contraten de segundo entrenador”, bromea.