La diabetes es una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina correctamente y que se caracteriza por provocar un elevado aumento en el nivel de glucosa o azúcar en la sangre. 

Esta afección, según los datos del Ministerio de Sanidad, afecta a entre un 5% y un 10% de la población. Además, se calcula que por cada paciente diagnosticado hay al menos uno desconocido y se prevé que de cara al futuro esta prevalencia aumente como consecuencia del incremento generalizado de algunos de sus factores de riesgo, como el sedentarismo y la obesidad. 

Dentro de la diabetes, se pueden distinguir dos tipos: la diabetes de tipo 1 y la diabetes de tipo 2. 

La diabetes de tipo 1 aparece cuando el páncreas no es capaz de generar insulina. Esta afección suele presentarse en edades tempranas, es decir, la infancia o la adolescencia. Actualmente, se calcula que entre el 5% y el 10% de la población diabética mundial padece la variedad de tipo 1 y las causas que llevan a su aparición siguen siendo desconocidas, aunque se sospecha que hay un componente genético que puede inducir a su desarrollo.  

La diabetes de tipo 2, en cambio, es la variante más común, ya que afecta a más de 90% de la población diabética mundial. Esta afección aparece cuando el páncreas no puede generar la cantidad de insulina correcta o cuando el cuerpo no es capaz de utilizarla correctamente, provocando así que la glucosa se vaya acumulando poco a poco en la sangre. 

A diferencia de lo que ocurre con la variante de tipo 1, la diabetes de tipo 2 suele presentarse en pacientes adultos y puede prevenirse, ya que se sabe que hay varios factores de riesgo que favorecen su aparición. 

Los factores de riesgo que suelen relacionarse con la diabetes de tipo 2 incluyen tanto la edad y la propia genética como la obesidad, el sedentarismo o la distribución de la grasa alrededor del abdomen, entre otros.

Algunos de estos factores, como es evidente, no se pueden combatir: nadie puede, a fin de cuentas, luchar contra sus antecedentes familiares o sus orígenes. Pero otros, como los relacionados con el peso y la actividad física, sí pueden prevenirse si se cambian los hábitos diarios para adoptar unos más saludables.

En concreto, para ayudar a prevenir la diabetes de tipo dos, los expertos recomiendan realizar ejercicio de manera regular, aunque sea de forma moderada. Esto no solo incluye ir al gimnasio, sino también nadar o pasear, dos actividades que no requieren ni un gran esfuerzo físico ni económico.

Aparte de practicar deporte, también es recomendable apostar por una alimentación sana, equilibrada y rica en frutas y verduras, así como en pescados azules como el atún o el salmón. Por el contrario, se recomienda moderar la ingesta de huevos y aves y reducir los lácteos, embutidos y carnes rojas.

A la hora de llevar una dieta equilibrada y prevenir la diabetes, además, se debe aumentar la ingesta de alimentos con fibra, como pueden ser las legumbres o los frutos secos, y tener un especial control sobre los carbohidratos y alimentos procesados. Disfrutar de un dulce, un refresco o una bebida alcohólica de manera esporádica no tiene por qué comprometer nuestra salud, pero hacerlos parte de nuestra alimentación diaria sí puede suponer un problema importante. Por eso, es preferible reservarlos para los eventos sociales y desterrarlos de nuestra  alacenas. 

Mantener una dieta sana y equilibrada y practicar ejercicio de manera regular nos ayudará a controlar nuestro peso y a evitar el sobrepeso, uno de los principales factores de riesgo de la diabetes de tipo dos. Así que si eres de los que no se levantan del sofá y se alimentan prácticamente con frituras, azúcares y comidas a domicilio, te recomendamos que cambies tus hábitos para reducir el riesgo de padecer esta enfermedad. Tu cuerpo, a la larga, te lo agradecerá.