¿Cuáles son los síntomas más frecuentes de las intoxicaciones alimentarias y cómo actuar ante ellas?

Ahora que llega el frío y comienzan la temporada de poner la calefacción, hay que tener claro que el calor es arriesgado a la hora de cocinar y conservar los alimentos, que pueden estropearse y contaminarse con más facilidad si no se extreman las medidas de higiene y manipulación. Precisamente, en Uppers hemos tomado nota de cuáles son las intoxicaciones alimentarias más frecuentes según ha difundido la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). A su vez, desde la misma organización explican cómo evitar intoxicaciones alimentarias, cómo actuar en la cocina y qué hacer cuando alguien enferma por ingerir algo en mal estado.

Cuanto mayor es la temperatura ambiente más posibilidades de que tenga lugar el desarrollo de microorganismos en los alimentos si no se han conservado correctamente. Este es el motivo principal por el que aumentan las intoxicaciones alimentarias. Ana Isabel Sánchez Marcos, médico especialista en Endocrinología y Nutrición y miembro del Área de Nutrición de la SEEN, explica por qué esos microorganismos contaminan el alimento. Tal como detalla, “los microorganismos son seres vivos que necesitan que el alimento, que les sirve de vehículo y de hábitat, les brinde unas condiciones favorables como disponibilidad de nutrientes, temperatura adecuada y un entorno no agresivo (condiciones de acidez, salinidad, humedad)”.

Es una situación que se produce cuando no se presta atención a la conservación correcta de una receta o de una salsa. Añade Ana Isabel Sánchez que “con estas condiciones favorables, si les concedemos el tiempo necesario, los microorganismos se reproducirán pudiendo alcanzar dosis infectivas y, además, aquellos que son toxigénicos producirán toxinas”.

Causas de las intoxicaciones alimentarias

De este modo, la intoxicación alimentaria es una enfermedad que se produce por la ingesta de alimentos con presencia de gérmenes patógenos o sus toxinas, por virus o por parásitos. La especialista en Endocrinología y Nutrición apunta, por tanto, que el origen de la enfermedad normalmente se debe a tres causas posibles:

  1. Por “la ingestión de bacterias o virus vehiculados en el alimento”. En este caso se trata de una infección como la salmonelosis o la hepatitis A.
  2. Por “toxinas producidas por aquellas previamente formadas en el alimento”. La consecuencia es una intoxicación como el botulismo o la gastroenteritis.
  3. Por “formas parasitarias en fases concretas de su ciclo evolutivo”. El paciente se encuentra frente a una infestación por enterotoxina estafilocócica y de parasitosis, como la triquinelosis o la anisakiasis.

Los síntomas de una intoxicación alimentaria

Desde la SEEN enumeran los síntomas que aparecen cuando una persona consume un alimento en mal estado y que se ha contaminado. Los más frecuentes son náuseas, vómitos, diarrea, dolor y calambres abdominales y fiebre. Los profesionales médicos apuntan que esos síntomas acaban desapareciendo al cabo de unos días pero que es importante acudir a un centro de salud si hay fiebre, deshidratación o ante cualquier duda. Se suele recomendar la ingesta de suero oral para que el organismo vaya recuperando poco a poco las sales y los minerales perdidos. También recuerdan la importancia de no tomar ninguna medicación sin prescripción médica y menos aún complejos que corten la diarrea ya que suelen empeorar la situación.

Cómo manipular los alimentos para evitar su contaminación

Al comer fuera de casa, en un restaurante o en un bar, en principio no se debería tener ningún problema con lo que se consume porque ese establecimiento está obligado a cumplir unas normas que garantizan la calidad de los platos que ofrecen a sus comensales. Es evidente, que ante la duda de que no se rige por unos mínimos lo mejor es directamente no quedarse en ese lugar.

En casa, a la hora de guardar la compra hay que ser rápido: se empieza por meter en el congelador los productos congelados, después en la nevera todo lo fresco (carne, pescado, verdura…) y lo refrigerado (mantequilla, yogures, quesos, huevos…) y, por último, se almacena la alimentación seca (pasta, arroz, conservas…). El objetivo es no romper la cadena de frío.

A la hora de cocinar hay que ser pulcro con el lavado de manos, de los utensilios, de las maderas de corte y de la encimera. La SEEN aconseja evitar el uso de trapos de cocina y de bayetas porque son propensos a que se contaminen y sustituirlos por papel de cocina. También destaca que cada alimento se debe manipular higiénicamente al igual que se tiene que “cocinar de forma correcta todos aquellos alimentos de origen animal”.  Otro de los consejos es que cada receta “se consuma inmediatamente después de ser cocinada”. Del mismo modo, es necesario evitar el contacto entre productos crudos y cocinados, entre otras recomendaciones.