Doctora Odile Fernández, superviviente de cáncer y experta en nutrición: "En mi despensa no entra ni un solo procesado"

  • La médico de familia acaba de publicar 'Hábitos que te salvarán la vida', una guía sobre el vínculo entre estilo de vida y enfermedad, una relación que comenzó a estudiar hace 13 años, a raíz de su diagnóstico

  • "Durante mi enfermedad, quise ser una paciente activa e implicarme en el tratamiento; sin embargo, ese apoyo no llegó: la actitud de mi oncólogo fue fría y distante"

  • "Una mala alimentación es responsable del 35% de los cánceres"

Odile Fernández (Granada, 1978) es médico de familia y madre de tres niños. Hace 13 años le diagnosticaron cáncer de ovario con múltiples metástasis. Tras sobreponerse al shock inicial y enfrentarse cara a cara a la posibilidad de morir, decidió buscar toda la información disponible sobre la relación entre la alimentación y el cáncer que pudiera ayudarla en su proceso. Fruto de esta experiencia fueron varios libros superventas como 'Mis recetas anticáncer', 'Mi revolución anticáncer' o Recetas para vivir con salud (estos dos últimos publicados por Planeta). Desde entonces, la doctora Fernández se dedica a seguir estudiando la relación estrecha entre alimentación, hábitos de vida y prevención de enfermedades e imparte talleres por todo el país. Su último libro, 'Hábitos que te salvarán la vida' (Planeta), aborda precisamente la prevención y la importancia del estilo de vida en nuestra salud, tanta que nos pueden ayudar a esquivar la enfermedad.

En 2010 te diagnosticaron un cáncer de ovario en fase avanzada. ¿Qué sentiste en ese momento y qué supuso en tu relación, como médico, hacia la propia medicina?

Mi mundo se derrumbó. La palabra metástasis la asociamos a muerte y yo al escucharla creía que había llegado el fin para mí. La expectativa de vida de un cáncer de ovario metastásico son muy, muy limitadas. Me costó asumir el diagnóstico, hubo mucha ansiedad, miedo, y sufrimiento antes de aceptar la enfermedad. En esos momentos necesitaba una mano amiga, el apoyo por parte de mis compañeros, alguien que me guiara y me ayudase. Quería ser una paciente activa e implicarme en el tratamiento de mi enfermedad. Sin embargo, ese apoyo no llegó. La actitud de mi oncólogo fue fría y distante. Me sentí sola en mitad de la tormenta. Quería tomar el timón, pero no me dijeron cómo hacerlo.

¿Qué hiciste entonces?

Tuve que investigar por mi cuenta. Buscar información y herramientas para sanar. Quería que la quimioterapia que, en principio, era paliativa, fuese curativa y la enfermedad desapareciese. Tuve que crear un plan de alimentación, una rutina de entrenamiento y buscar a alguien que me enseñase a meditar para calmar tanta ansiedad y sufrimiento. Estaba desencantada con la medicina oficial.

En ese momento, según has contado, empezaste a informarte y conocer otros fundamentos médicos de los que aún no se hablaba en los centros de salud. ¿Sigue ocurriendo eso? ¿La medicina de familia tiene que actualizarse?

La medicina, en general, tiene que actualizarse, y en particular la oncología. En atención primaria hay más apertura hacia la medicina integrativa, pero muchas veces la opinión de los médicos de familia choca con la de los oncólogos, que siguen siendo en general muy tradicionales y conservadores. Sin embargo, se ha demostrado que la medicina integrativa mejora la calidad de vida de los enfermos, disminuye los efectos secundarios de los tratamientos y mejora la eficacia de estos.

Algunos médicos y endocrinos recelan de algunos nuevos hábitos nutricionales que están surgiendo; por ejemplo, respecto a las grasas buenas, el aceite de coco, la canela o el ayuno intermitente. Después de tu experiencia, ¿qué les dirías?

Creo que los profesionales médicos necesitamos más formación sobre nutrición, además necesitamos formación actualizada. Estar al día sobre las últimas investigaciones que relacionan la nutrición saludable con la prevención y tratamiento de la mayoría de patologías crónica supondría ofrecer a los pacientes herramientas para mejorar su pronóstico y evolución. A esos médicos que recelan de la importancia de la alimentación para sus pacientes, les pediría que se formasen e informasen para discernir entre lo que son bulos o mitos y lo que son consejos útiles, porque tampoco todo lo que circula por internet es adecuado o esta basado en una recomendación veraz y contrastada.

Los profesionales médicos necesitamos más formación en nutrición, formación actualizada

¿De la investigación que emprendiste cuando estabas enferma qué es lo que más te sorprendió?

La relación que existe entre lo que comemos y cómo enfermamos. La mayoría de enfermedades crónicas tienen un origen medioambiental. Los hábitos alimentarios juegan un papel muy importante en el origen y progresión de estas enfermedades. En el caso del cáncer, podemos afirmar que una mala alimentación es responsable del 35% de los cánceres. Nos alimentamos a diario, varias veces al día, durante toda nuestra vida y apenas le prestamos atención a lo que comemos. Y estos hábitos son responsables de muchas enfermedades.

En tu libro hablas de los hábitos que nos pueden salvar la vida, repasemos algunos de ellos: la inflamación crónica. ¿Qué supone para la salud?

La inflamación crónica se asocia con mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa. La inflamación crónica se relaciona con múltiples patologías. Entre ellas, enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades autoinmunes, alergias, asma, enfermedades inflamatorias intestinales (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa), depresión, obesidad, osteoporosis, fibromialgia, cáncer y hasta muerte prematura. Se estima que la inflamación crónica aumenta en un 25% el riesgo de contraer cáncer.

Índice glucémico y picos de azúcar: ¿cómo evitarlos?

Si damos prioridad en nuestra alimentación a los alimentos con baja carga glucémica como hierbas aromáticas, especias, hortalizas, legumbres, frutos secos, pescado y huevo estaremos regulando la glucemia y evitando los picos de azúcar. Debemos descartar o reducir al máximo los alimentos con alta carga glucémica, como los ultraprocesados, bollería, pastelería, refrescos, bebidas energéticas, golosinas, azúcar y harinas refinadas. Si además comemos en el orden correcto en cada comida reducimos aún más los picos de glucemia. Primero debemos ingerir la fibra, luego las grasas y proteínas, seguidas de almidones y por último, los azúcares.

Grasas buenas: ¿tomamos las suficientes? ¿Cómo debemos integrarlas en una dieta sana?

Las grasas, que son un macronutriente que nos aporta energía, nos ayudan, además, a absorber las vitaminas presentes en los alimentos. En cuanto al metabolismo de los carbohidratos, las grasas ralentizan la absorción de la glucosa y, por lo tanto,  contribuyen a mitigar los aumentos bruscos de azúcar en sangre. Es recomendable incluir grasas saludables en nuestras comidas; por ejemplo, aguacates, aceite de oliva virgen extra (AOVE), frutos secos, semillas, aceitunas, huevo, coco, yogur griego o pescado azul.

Debemos comer en el orden correcto: primero debemos ingerir la fibra, luego las grasas y proteínas, seguidas de almidones y por último, los azúcares

¿Cómo influye el estrés en la salud?

El estrés crónico es una causa importante de inflamación crónica, picos de azúcar, inmunodepresión y envejecimiento prematuro. Por eso, aprender a manejar el estrés con técnicas como la meditación, el mindfulness o la relajación muscular progresiva nos puede ayudar a reducir la inflamación.

¿Qué alimentos debemos tener siempre en nuestra despensa?

Tomates, verduras y frutas de color amarillo intenso o naranja (por ejemplo, melón cantalupo, melocotón, zanahorias, calabaza), vegetales de hoja verde y crucíferas (por ejemplo, kale, espinacas, lechuga, brócoli, coliflor, coles de Bruselas, perejil o berros), manzanas y frutos rojos, frutos secos, legumbres, hierbas aromáticas y especias.

Por último, ¿qué alimentos no deben entrar nunca en nuestra despensa?

Ultraprocesados, toda la bollería y pastelería industrial, y salsas; bebidas energéticas y refrescos, barritas energéticas, zumos, mermelada, cereales del desayuno, azúcar de mesa, azúcar moreno, miel, embutidos, procesados de carne, aceite vegetales refinados y margarina.