Un andrólogo cuenta escenas vividas en consulta: "Aún hay que explicar que el tacto rectal no quita hombría"

  • Con más de 40 años de profesión, este médico es testigo de excepción de los miedos masculinos más ancestrales, pero también de una nueva masculinidad, del hombre que antepone la mente como fuente de deseo.

  • "La disyuntiva pito o pitillo tiene más poder para dejar el tabaco que la posibilidad de un cáncer de pulmón"

  • "Hasta hace bien poco, los hombres se resistían a bajarse el pantalón en consulta, a admitir un problema o a confiar en la reproducción asistida para ser padres"

José Luis Arrondo (1948) es andrólogo, urólogo y autor de varios libros sobre el asunto. Le apasiona su trabajo al que ha dedicado más de cuatro décadas y habla con entusiasmo desplegando un extraordinario sentido del humor y un lenguaje desenfadado, algo que siempre han agradecido sus pacientes. Su amigo José Luis García, que prologó su libro 'Historia íntima del pene', dice que canta de cine. Durante la entrevista no nos deleita con ninguna pieza musical, pero sí brinda con otra de sus pasiones, el vino, protagonista de su último libro, 'Vino, salud, amor y sexo'. Y deja claro que la sexualidad, como un buen caldo, es una extraordinaria cata de sentimientos y placeres en la que involucramos los cinco sentidos.

Comparte con Uppers algunas de las cosas más interesantes y curiosas de toda una vida tratando a los varones en la consulta y escuchando sus preocupaciones más frecuentes en la sexualidad y también alguna que otra fanfarronería, realidad distorsionada y mitos que aún persisten.

Empecemos por lo elemental. Ese 'personajillo', como tú dices, que es el pene ¿cómo logra su posición todopoderosa?

Para el hombre, el pene y su mágico levantamiento ha jugado un papel preponderante en su vida social, en la comunicación y, por supuesto, en sus relaciones sexuales. Ha usado la erección o su grado de dureza como arma de poder y fuente de relación y de disfrute. Mientras se ve agraciado, le alegra la vida y le permite ganar batallitas. Por el contrario, en su versión más blandengue o cabizbaja, le genera una profunda preocupación y depresión.

No te extrañará entonces su negativa a bajarse los pantalones en consulta.

La actitud del hombre ha dado un vuelco en los últimos años. Hasta no hace mucho, se creía perfecto, se resistía a admitir que podía padecer un trastorno sexual, menos aún a manifestarlo. Era tanto como poner en duda su integridad como varón. Es algo ancestral y terrible. Ante un problema de infertilidad, en el mejor de los casos era la mujer la que traía el frasco con el semen. Le aterraba la palabra impotencia o la idea de bajarse los pantalones en consulta, más aún si estaba delante la enfermera. Todavía existen reparos, pero va cambiando y cada vez más hombres se abren en canal y comparten sus preocupaciones de un modo natural. Ha sido una evolución paulatina, pero sin pausa y muy ligada al cambio de roles en la sociedad.

¿Entiende el hombre la importancia de las revisiones periódicas a partir de los 45/50 años?

El hombre debería asumir esta obligatoriedad. A partir de esta edad se producen desequilibrios o inquietudes relacionadas con eso que llaman andropausia. En torno a los 50 queda marcada la frontera entre juventud y madurez plena y concurren un montón de factores: más rupturas sentimentales, monotonía en la cama, menor rendimiento sexual y otros trastornos.

Debería ser consciente de la labor que puede hacer un profesional tanto en el terreno sexual como en la salud global. Le sorprendería saber cuántas enfermedades, aún sin diagnosticar, pueden estar detrás de una disfunción eréctil. Por ejemplo, una diabetes, un problema cardiovascular o de próstata o simplemente falta de ejercicio físico. Su detección temprana no solo va a transformar su disfrute sexual, sino que va a permitirle una calidad de vida mucho mayor. Cualquier expectativa erótica le anima a cambiar sus malos hábitos con más aplomo que si se le habla de salud. El mejor ejemplo es el tabaco y la conocida disyuntiva pito o pitillo.

La imagen del urólogo con su mano enfundada en un guante lubricado desata todo tipo de chistes y chascarrillos. ¿Compartirías con nuestros lectores alguna anécdota?

Todos los chistes que puedan contarse sobre el tacto rectal se quedarán cortos. Es una exploración necesaria y muy útil para la detección precoz de algunas patologías. Ojalá todas las glándulas humanas pudiesen tocarse con esta facilidad. Sin embargo, por la suspicacia que provoca he vivido en consulta las situaciones más disparatadas. Aunque cada vez menos, muchos hombres protestan, discrepan y se oponen a ser explorados con argumentos como que no quieren perder la virginidad analmente o que esa práctica pone en riesgo su heterosexualidad.

Son miedos que persisten y, cuando me encuentro con esta actitud, saco mi pizarra y le explico cómo será la prueba tratando de corregir sus creencias erróneas. Me consta que, entre amigos y compañeros de trabajo, provoca un enorme cachondeo, pero es bueno que el hombre por fin se atreva a comentarlo, aunque de ahí salga después un chiste.

¿Cuántos equívocos ha visto a causa de ese afán por dejar que el pene tome el mando?

Te podría contar mil, pero hay uno que ha sido persistente: el embarazo que no llega. Tradicionalmente, se ha achacado la causa a la mujer. Recuerdo el caso de un matrimonio desesperado por no encontrar el motivo de su infertilidad. Cuando conseguí ver el pene del marido, me encontré con una curvatura tan grande que hacía difícil el coito. Operé la desviación y la pareja tuvo dos hijos. Lo llamo el caso de los dos quesos, porque me regalaron uno por cada embarazo.

En otra ocasión, cuando la reproducción asistida daba sus primeros pasos, atendí a otra pareja en la que el semen del hombre carecía de espermatozoides. Cuando les sugerí la posibilidad de embarazo con semen de donante, él se llevó las manos a la cabeza. En su mente era tanto como llamarle cornudo y, de hecho, algún profesional se lo había hecho creer así. Una vez fuera de la consulta y viendo su desesperación por no tener descendencia, la enfermera contactó de nuevo con ellos y logró convencerle. Bautizaron a su hija con el nombre de la enfermera. Es muy difícil luchar con ideas tan enraizadas.

¿Has llegado a entender esta obsesión?

Algunos hombres mantienen la cultura del chimpancé y se juegan todo a través de la entrepierna, a nivel social y sexual. Todo lo solucionan con sexo imponiéndose un nivel de exigencia a veces grotesco. Siguen en el empeño de macho dominante, permanentemente excitado y preocupado por el tamaño. Es algo que todavía se refleja en las preocupaciones que expresa el hombre en consulta. Van cayendo mitos y el hombre está descubriendo una sexualidad placentera mucho más allá del pene o incluso del orgasmo. No quiere saber nada de esa sexualidad del chimpancé, demasiado exigente y con poco recorrido.

¿Cómo vivieron tus pacientes la llegada de la viagra?

Marcó un antes y un después en el hombre y también para los profesionales, ya que nos permitió dejar atrás tratamientos mucho más agresivos. Debería estar subvencionado por la sanidad pública. En sus inicios hubo temor a un renacer de ese macho que despliega su pene como una pértiga permanentemente firme, pero fue algo residual.

Para terminar, ¿cómo resumirías la relación del hombre actual con su pene?

Sin que haya sido destronado, el cambio en los últimos años ha sido grande. Es su miembro y su centro, pero admite que pueda tener un problema y está dispuesto a que solucione. Por fin le ha liberado de tanta responsabilidad, que le gusta compartir la batuta con su pareja, que le deje que a veces también le duela la cabeza, que quiere contribuir a esa igualdad, que quiere relajarse para ser más feliz. Queda aún algún grupo que lo sacraliza y no tolera su debilidad.