Realidad o percepción: ¿está la pandemia haciéndonos viejos más rápido?

  • ¿Estamos percibiendo el tiempo diferente? ¿Estamos envejeciendo igual o es solo una sensación la de vernos mucho más viejos?

  • Hablamos con el poeta sevillano Braulio Ortiz Poole, quien reflexiona sobre el envejecimiento en pandemia

  • Analizamos cómo está influyendo el estrés en el envejecimiento general de la población

"Todas las canas que se me han multiplicado en la barba lo confirman: la pandemia era un túnel que me lleva directamente a mi vejez. Yo espero que después de esto me dé tiempo a bailar sólo un poquito, antes de que me fallen las caderas...". Con su lírica vertida en este tuit, el poeta sevillano Braulio Ortiz Poole, de 46 años, expresa una sensación general: la pandemia está acelerando la vejez. En estos meses se han vuelto viejos los jóvenes y se han hecho hombres los niños. ¿Es solo una impresión?

El comentario del poeta ha encontrado réplica en otros usuarios que dicen que a ellos les ha ocurrido lo mismo. "Si quieres, echo a pelear las canas de tu barba con las mías", le dice uno. "Te gano en canas, pero nunca en poemas, Braulio. Te veo maravilloso". "Tú siempre serás joven de espíritu. Qué fantasía tu barba", continúa el hilo. Jesús Conde, escritor y columnista igual que él, le consuela en un tuit: "No se preocupe, don Braulio. Las canas son como brotes danzantes de sabiduría". En su columna en el Diario de Sevilla, Ortiz Poole consuma el asunto con un artículo sobre la idolatría de la juventud. "Se nos olvida que es la gente con experiencia la que tiene una historia más apasionante que contar".

Más arrugas, ojeras y caída de cabello

Durante esa vida que nos estamos perdiendo a causa de la pandemia, nuestros cuerpos se han vuelto flácidos y han ganado peso. Tantas horas en casa y las malas posturas del teletrabajo empiezan a pasar factura en forma de molestias musculares y contracturas.

La peor parte se la lleva la más expuesta. Más arrugas, ojeras, canas, caída del cabello y acné intempestivo. La sensación general es, como dice el poeta, que la pandemia nos arrastra con fuerza hacia la vejez.

A mayor estrés, mayor deterioro

La ciencia aporta su explicación. Cuanto más estrés, más deterioro. La ansiedad por el confinamiento y las restricciones han provocado una pérdida capilar alarmante, incluso en aquellos que no han pasado la covid-19. También ha acelerado la aparición de canas. El biólogo Bing Zhang y su equipo de científicos de la Universidad de Harvard han comprobado en ratones que el sistema nervioso simpático se hiperactiva con el estrés, provocando una drástica eliminación de ciertas células de los folículos pilosos. Como consecuencia, el pelo encanece.

Es una versión sutil del síndrome de María Antonieta. Aunque la historia puede ser pura fantasía, se dice que su cabellera se volvió completamente blanca la noche antes de su decapitación a causa de su angustiosa situación. Los investigadores expusieron a los roedores a tres situaciones estresantes: dolor, confinamiento y estrés psicológico (exceso de trabajo, soledad, preocupaciones emocionales…) y observaron la huella blanca que dejó cada una de estas formas de tensión en su pelaje. De todo ello nos está sirviendo en grandes cantidades esta pandemia. Una vez perdidas las células encargadas de regenerar los pigmentos, el daño es permanente.

Más insomnes que nunca

También el insomnio está haciendo estragos. Hay más insomnes que nunca a causa de todos los cambios que estamos experimentando. El fenómeno se conoce como coronasomnia y afecta a nivel mundial a una de cada cuatro personas por encima de los 45 años, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Southampton. Son factores que aceleran, sin que apenas nos demos cuenta, los procesos que intervienen en la aparición o evolución de los signos de la edad. Se advierte de forma especial en el contorno de los ojos. Aparecen bolsas cuarteadas, patas de gallo más marcadas y el entrecejo fruncido.

Poco que compartir

Por si fuera poco, nuestra memoria está saliendo también muy malparada. La Universidad de California en Irvine ha iniciado algunos estudios sobre ello y, de momento, avanza que incluso personas con memorias asombrosas están descubriendo que olvidan cosas debido al impacto del aislamiento, la falta de esas conversaciones con amigos y compañeros o la ausencia de historias que contar. Por no tener, no tenemos ni siquiera acontecimientos que podamos compartir. Solo frustraciones con la tecnología y poco más. Las rutinas, las conversaciones y nuestros espacios se han vuelto repetitivos y el cerebro necesita variedad.

Se nos escapa el tiempo

Definitivamente, la pandemia nos está poniendo a prueba. La sensación es extraña. Los días pasan lentos y, sin embargo, al echar la vista atrás la sensación es que ha transcurrido deprisa, como si hubiesen sido solo un instante. Ortiz Poole comparte con Uppers esa rara impresión que puede ser también positiva: "Todos vivimos con ese temor, el de que se nos está escapando un tiempo valioso de nuestra vida en el que no podemos relacionarnos con los otros en la manera en la que lo hacíamos, ni podemos viajar y encarar nuestro ocio como antes. Es una etapa extraña en la que, al mismo tiempo que perdemos el contacto (real, no virtual) con el mundo, que nos inquieta no saber cuándo recuperaremos la 'normalidad', gana peso una mirada interior. Estamos aprendiendo a convivir con nosotros mismos, callado el ruido que nos ensordecía allá afuera, y eso bien gestionado puede ser también una experiencia hermosa, algo que sumar a nuestro bagaje y que ensanche nuestra alma".

Coincide con los investigadores californianos y confiesa que también él anda estos meses "inevitablemente descentrado y disperso, pero eso, creo, no depende tanto de la edad. Ese aturdimiento es más bien un estado que compartimos jóvenes y mayores, que nos enfrentamos a una situación inédita y aún estamos habituándonos a ella. Y, además, las noticias de las muertes, el colapso de los hospitales y la incertidumbre económica son mensajes demasiado dolorosos que acaban calando en tu ánimo por mucho que quieras aislarte". Lo que sí le otorgan esas canas incipientes delatoras del tiempo que ha pasado es una mayor serenidad frente a todo ello. "Ahora advierto una mayor resignación e incluso una tenue esperanza que emerge en los contratiempos, y me gusta pensar que eso es una conquista de la edad".