Luis Agüera, psiquiatra: “Solo el 50% de los seniors siguen los tratamientos de salud mental que necesitan"

Dos de cada 10 personas mayores de 60 años sufren algún tipo de afección que atañe a la salud mental y que impacta directamente en la salud física. Según los datos de la OMS, el 7% de la población anciana tiene depresión y, por ello, un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares diabetes y accidentes cerebrovasculares. Coincidiendo con el Día Mundial de la Salud Mental, hablamos con el doctor Luis Agüera Ortiz, especialista en Psiquiatría Geriátrica del Hospital Universitario 12 de octubre de Madrid, sobre estos trastornos y cómo afectan a los mayores españoles. 

¿Cuál es el perfil de senior con patología mental?

La principal es la depresión, en la que hay el doble de mujeres que de varones. Es verdad que según se van cumpliendo años la distancia se reduce, pero nunca se llega a igualar. En cambio, en hombres hay otras patologías más frecuentes como son, por ejemplo, las adicciones y el alcoholismo. Si hablamos de otros trastornos más graves, la esquizofrenia o el trastorno bipolar es prácticamente similar en ambos sexos. Los de tipo psicótico, al igual que la demencia, son más comunes en féminas.

¿Qué factores influyen?

El primero de todos es la genética. Debemos tener en cuenta que hay un componente biológico importante que nos predispone a padecer trastornos mentales, al igual que pasa con otras enfermedades como la diabetes o la hipertensión. También, los acontecimientos vitales marcan mucho y son un desencadenante de vulnerabilidad. Se ha demostrado que lo que ocurre en los primeros años de la vida, en la infancia, juega un papel importantísimo. Que tus padres se hayan ocupado de ti, que te hayan dado cariño, cuidados, que no haya habido maltrato ni físico ni psicológico, aporta mucha información.

Por otro lado, hay determinados hábitos que también influyen, pero no hay una causalidad directa demostrable. Por ejemplo, el alcoholismo puede estar detrás del inicio del trastorno mentales, también la obesidad, la falta de ejercicio físico. Dicho esto, llevar una vida sana, hacer ejercicio físico, una dieta equilibrada, un buen núcleo de relaciones sociales, coloca a las personas en una situación mejor. 

¿Se ha eliminado el estigma de ir al psicólogo en la población de 50 o 60 años?

De hace unos años hasta ahora, esta población está más concienciada y acude con más asiduidad al médico o al psiquiatra y, en muchas ocasiones, es la familia la que hace la recomendación y ya no existe tanta resistencia. Por supuesto que todavía el estigma de las enfermedades mentales y los trastornos psíquicos sigue existiendo en todas las capas de población, incluyendo el propio personal sanitario, pero está cambiando a mejor.

¿Tienen buena adherencia a los tratamientos?

Existe una variabilidad enorme, sobre todo porque a partir de cierta edad entra en juego la memoria y hay otra persona en la que se tiene que apoyar para tomar la medicación, ya sea su cuidador o su pareja. SI hablamos de gente mayor, hay que tener en cuenta que toman muchísimas pastillas y se requiere cierta capacidad cognitiva para prepararlas. Hay estudios que dicen que la adherencia a los tratamientos farmacológicos en nuestro país se sitúa en torno al 50 o 60%. 

¿La pandemia sigue pasando factura en temas de salud mental?

Desde el final del confinamiento, estamos asistiendo a un incremento extraordinario de demanda de atención en psiquiatría y psicología. Ha habido dos grandes grupos afectados, los niños y adolescentes y las personas mayores. No obstante, la población más envejecida, que vivió la posguerra ya había experimentado una situación de aislamiento, lo que no quiere decir que eso haya pasado factura, tanto en términos físicos, que han padecido un importante deterioro, como en términos mentales, especialmente a aquellos con problemas cognitivos.  

Precisamente hablábamos de los jóvenes, ¿tener en casa un chico con ansiedad o estrés puede afectar al resto de la familia?

Este tipo de problemas supone un impacto muy importante en los miembros de la familia, aunque no se traduzcan necesariamente en los mismos síntomas. Tantas horas de convivencia en puntos vitales tan diferentes ha pasado mucha factura en los núcleos. Al igual que si la situación es la contraria y es alguno de los progenitores el que padece la patología. El hecho de que haya una persona enferma la familia afecta en dos sentidos. No bueno pues porque esa persona no hace la función que debería de hacer correctamente y por un temor que muchas veces se queda ahí muy grabado, la pregunta de si a mí cuando tenga su edad me va a pasar lo mismo. No obstante, es cierto que desde que se detecta un problema y se empieza a tratar el panorama cambia radicalmente.