Cómo gestionar la ansiedad para ser más feliz: "Hay que librarse del yugo de las opiniones ajenas"

  • Entrevistamos a Publio Vázquez autor del libro “Conoce tu ansiedad y aprende a gestionarla"

  • "Debemos identificar los temas sobre los que gira nuestro proyecto vital"

  • “Tener un nivel controlado de ansiedad es necesario para conseguir nuestros objetivos”

El 6,7% de la población española padece ansiedad, una cifra idéntica a la población que sufre depresión. Desde el comienzo de la pandemia, la enorme visibilidad que se le ha dado a la salud mental nos ha llevado a poner nombre a muchas patologías que antes pasábamos por alto. Ha llegado el momento de priorizarnos y centrarnos en nuestro bienestar. El yoga, el mindfulness, la terapia y el fomento de la resiliencia son los pilares sobre los que sustenta el psicólogo Publio Vázquez su libro “Conoce tu ansiedad y aprende a gestionarla. Una visión integradora de la ansiedad”. Una guía práctica que, con un lenguaje sencillo, aborda cómo manejar la ansiedad desde varias perspectivas que aúnan los diversos tipos de psicoterapias existentes. Hablamos con él.

¿Cómo explicarías qué es la ansiedad a alguien de 50 años? 

En realidad, tener cierto nivel de ansiedad es algo normal para poder adaptarnos y conseguir ciertos objetivos que son importantes para nosotros o nuestros seres queridos. La ansiedad sería patológica cuando por su mayor frecuencia, intensidad, y sobre todo duración, provoca un gran desequilibrio y malestar, afectando de forma significativa al funcionamiento cotidiano de la persona y, en general, a su calidad de vida.  

Y es que, cuando la ansiedad es alta, todo se vive desde la inarmonía, siendo muy difícil conectar con el presente, experimentar tranquilidad, tener capacidad de disfrute y relacionarnos bien con las demás personas. Además, una alta ansiedad afecta mucho al rendimiento de una persona en el trabajo y es una de las causas, junto con la depresión, de las bajas laborales. 

¿Cómo puede reconocer un ataque de ansiedad?

En ese momento podremos identificar diferentes tipos de síntomas a distintos niveles (en lo corporal, las emociones, los pensamientos y las conductas). Y, aunque esos síntomas puedan experimentarse por todas las personas en algún momento, el problema aparece por su frecuencia, intensidad, y sobre todo duración.

En cuanto a síntomas físicos, por ejemplo, puede experimentarse un alto nivel de activación, tensión, opresión, falta de aire, taquicardias, molestias digestivas, sensación de pérdida de control, etc.  En lo emocional, lo que se siente es fundamentalmente miedo, pero también pueden experimentarse otras emociones como la ira, la culpa o la vergüenza. 

En el nivel del pensamiento los síntomas pueden tener que ver con la falta de atención y la rumiación mental, las preocupaciones y las obsesiones. Finalmente, en las conductas encontraremos estilos de afrontamiento basados fundamentalmente en la evitación, la tolerancia (que no aceptación) o en la lucha/competitividad. También habría, dependiendo del tipo de trastorno, manías y conductas ritualistas, y en general hábitos de vida poco saludables.

El ataque de pánico se caracteriza por ser una experiencia brusca de peligro inminente con síntomas físicos relevantes y un alto nivel de activación autónoma, síntomas muchas veces acompañados de una sensación de desrealización, pérdida de control, miedo a morir o a volverse loco.

¿Es nuestro entorno el que, sin querer, nos mina la moral?

Los factores externos influyen, pero son nuestras actitudes y las reacciones que tenemos ante lo que pasa a nuestro alrededor lo que explicaría en buena parte los trastornos de ansiedad. 

¿Cómo influye la educación y este entorno en la construcción de la autoestima?

La influencia de la sociedad y sus modelos, la educación recibida y un ambiente familiar deficitario o problemático son las bases generales para que no haya armonía interior y surjan los problemas de autoestima. Todas esas ideas y sentimientos que tenemos de nosotros mismos se van construyendo de forma dinámica a lo largo de la vida a través de las experiencias, la interacción social, y el “feedback” recibido de los demás, pero también se ven muy influidos por los pensamientos y emociones que vamos desarrollado con el tiempo a partir de esas situaciones.

La autoestima tiene que ver con los sentimientos asociados a la imagen que uno tiene de sí mismo, y por ello los factores externos pueden tener un gran impacto. Pero el caso es que no todos reaccionamos de la misma manera ante una misma situación, ante los valores predominantes en esta sociedad y los comentarios de los demás. Y hay cosas que es seguro que no podremos cambiar fuera, pero lo que siempre podremos hacer es modificar cual es nuestra forma particular de percibir, sentir, interpretar y reaccionar ante esas experiencias.

Se piensa que la autoestima se asocia solo a un concepto físico, ¿es así?

El autoconcepto es la imagen que tenemos, y el juicio que realizamos, sobre nosotros mismos. Este juicio puede referirse a nuestras características físicas, a nuestro nivel intelectual, emocional y social (por ejemplo, en relación con el trabajo, la familia, los amigos), etc. La identidad tiene que ver con esa percepción y vivencia que cada uno tiene de sí mismo, de sus competencias y habilidades, de sus intereses y valores, de sus logros, algo que también se ve influido por las reacciones que nos devuelven los demás en relación con todo eso.

¿Cómo se puede construir una identidad saludable a los 50?

Lo más importante es conocerse y trabajarse a uno mismo. Hay que ir desarrollando un 'yo' más maduro, más consciente, capaz de integrar experiencia y autorregularlas. Durante ese proceso hay que trabajar a muchos niveles, y hay que ir aceptando los diferentes aspectos de nosotros mismos, lo demás y como son las cosas, poniendo también los medios para liberarnos de todo tipo de condicionamientos y creencias limitantes adquiridas que nos influyen. 

Una identidad saludable es el resultado de un individuo que ha madurado lo suficiente para lograr una identidad propia, que se ha comprometido con valores y metas elegidos por el mismo de forma consciente, un individuo también libre del yugo de las influencias y opiniones ajenas. Una persona que, aunque sepa vivir en sociedad, no se vea tan influida por sus modelos y dinámicas, sufriendo una menor ansiedad y teniendo una sana autoestima. 

¿Sabemos vivir en el presente o lo hacemos siempre en el pasado o en el futuro?

Muy pocas personas viven realmente el presente, porque nuestra mente suele estar en el pasado (lo que ya ocurrió) o en el futuro (lo que ocurrirá), permaneciendo así estancados en un círculo repetitivo de consciencia. La mecanicidad, el piloto automático, las urgencias y el manejar mal los objetivos vitales no ayuda a vivir más en el aquí y ahora. Conseguir estar más anclados al presente, mejora en gran medida nuestra calidad de vida, al enseñarnos a vivir más atentos a la experiencia, con mayor conexión con lo que ocurre a cada momento. Para ello hay que entrenar la atención mental, la ecuanimidad y ciertas actitudes. Y hay que ir trabajando sobre la mente, con el fin de sanearla, reorganizarla y hacerla mucho más resiliente.