"Si quieres puedes": el peligro detrás de las frases motivacionales

Vivimos rodeados de frases motivadoras, llenas de positivismo que nos empujan a sacar siempre la mejor versión de nosotros mismos, a ver el vaso medio lleno, a que si le pones ganas, lo puedes conseguir. Pero la vida real es muy distinta, pese a que ese tipo de frases nos hayan invadido, especialmente tras el boom de las redes sociales. ¿Realmente nos empujan a ser mejores? Hablamos con el psicólogo sanitario Buenaventura del Charco, autor de ‘Hasta los cojones del pensamiento positivo’ de como el exceso de positividad o las frases que pretenden hacernos mejores no siempre cumplen con la función que, se supone, tienen.

El especialista es crítico con el pensamiento positivo que se ha instaurado en parte de la sociedad al verlo como “un discurso demagógico y reduccionista que intenta crearnos la fantasía de que todo depende de nosotros y de cómo lo interpretamos, de que tenemos un control total y absoluto sobre nuestro bienestar”. Por ello, señala que “niega que el ser humano tiene debilidades, que el dolor forma parte de la vida y que las cosas que ocurren tienen un impacto en nosotros por su propia naturaleza”. Así que no, no siempre querer es poder.

PREGUNTA: ¿Cuál es el verdadero efecto de las frases motivacionales sobre la sociedad?

RESPUESTA: Conseguir likes y me gusta en las redes sociales. Poco más. ¿Alguien de verdad ha logrado cambiar por una frase? Las personas nos movemos por nuestras emociones, por cómo nos hacen sentir las cosas, es desde ahí de donde aparece la determinación, la consciencia de lo que necesitamos y la motivación a la acción, las fuerzas de flaqueza que nos permiten enfrentar los problemas, no desde frases que nos dictan lo que debemos hacer o cómo sentirnos con lo que nos pasa.

P: ¿Qué peligros hay en frases del tipo ‘si quieres, puedes’?

R: No sólo niegan una realidad (que hay cosas que nos influyen de manera clave y se escapan a nuestro control y que tenemos unas limitaciones que debemos aceptar) sino que llevan a la insatisfacción con lo que uno es, a depender de conseguir objetivos para sentirnos bien con nosotros y a culpabilizarnos cuando no somos capaces de solucionar algo o sentimos dolor emocional cuando las cosas salen jodidas, algo que en mayor o menor grado es inevitable.

P: ¿Detrás de ese pensamiento positivo puede esconderse un problema más grave, como una depresión?

R: Desde luego, cuando algo nos da miedo y nos duele, como estar muy tristes o sentirnos poco capaces, uno de los mecanismos defensivos más habituales es intentar “compensarlo”, es decir, buscar de manera artificial lo contrario para tapar o neutralizar esa sensación. El problema de esto es que al tapar el problema no lo podemos solucionar, que por mucho que intentemos compensarlo seguirá estando ahí, así que seremos esclavos de lo que ponemos en marcha para compensar (y eso es agotador) y que al hacerlo estamos avergonzándonos e invalidando una parte de nosotros, que es precisamente la que más necesita ayuda, validación y empatía.

Por decirlo de alguna manera, es como tener una infección y tratar de tomar una pastilla que me quite la fiebre sin quitar la infección: la fiebre será recurrente y volverá, el fármaco será cada vez menos efectivo y la infección empeorará al no atenderla. Es doloroso, pero no queda otra: toca meter los dedos en la herida y sacar el pus.

P: ¿Dónde está la línea roja entre ser una persona positiva y el pensamiento positivo?

R: Creo que las dos son perniciosas en la medida que hay un sesgo de la realidad… Sin embargo, entiendo que a una persona positiva le sale de forma natural e innata (lo que además es más flexible) y a una persona que aplica el pensamiento positivo está intentando forzar sentirse de una manera, bien por autorrechazo o por miedo.