“¿Te acuerdas de mí, colega?”: Cómo retomar una vieja amistad que ya ni recuerdas por qué se enfrió

  • Si tienes ese gusanillo de retomar una antigua amistad pero te da cierto pudor, aquí tienes unas claves de experto para hacer más fácil ese viaje de vuelta.

  • David (51) y Jaime (50), y Domingo (53) y Guille (53) nos cuentan su caso.

  • El 40% de los adultos mayores de 65 años declaran sentirse solos a veces, según un estudio del psicólogo británico David J. Weeks.

Conservar una vieja amistad, de esas que se labraron en la infancia, en el colegio, en el barrio, en la universidad, es uno de los grandes regalos que da la vida; pocas cosas producen tanta satisfacción como saber que tenemos cerca a esa persona especial al lado de la cual no hace falta fingir lo que no somos porque nos conoce bien, con quien hemos celebrado los buenos momentos, hemos llorado los malos, y que siempre está ahí. Pero ese ideal no siempre se da. Si tienes ese gusanillo de retomar una antigua amistad pero te da cierto pudor, aquí tienes unas claves de experto para hacer más fácil ese viaje de vuelta.

A veces, las amistades de antaño se rompen. Todos lo sabemos. Los caminos se separan, el contacto se pierde… Pese a todo, de tanto en tanto nos acordamos de ella, seguramente con cariño y nostalgia. Nos decimos: "A ver si un día le llamo". ¿Qué nos detiene? Quizá el temor de que el afecto no sea recíproco, o que los distintos derroteros imposibiliten recuperar la relación. Algunos van posponiendo la llamada, que nunca se llega a producir; otros, rebuscan en la agenda y marcan el teléfono.

¿Qué dice el experto?

"Volver a contactar con personas es algo, en principio, apetecible", dice el psicólogo Enrique García Huete. "Por tanto, ahí encontramos un primer beneficio: el hacer algo que nos apetece. Cubrir la necesidad de saber de la otra persona. En segundo lugar, muchos afrontamos momentos de soledad en diferentes etapas de la vida: porque nos hemos mudado, porque nos hemos divorciado… Y reanudar antiguas amistades puede vigorizar nuestra vida social y hacer que nos sintamos menos solos".

El 40% de los adultos mayores de 65 años declaran sentirse solos a veces, según un estudio del psicólogo británico David J. Weeks. Se sabe que una vida social robusta puede minimizar el estrés, la depresión y la ansiedad, según otro estudio, de 2007, llevado a cabo por psicólogos de la Universidad de Yale (New Haven) y la Escuela de Medicina del Hospital Mount Sinai (Nueva York).

Aceptemos, pues, que retomar una vieja relación amistosa es, en general, bueno. Un uso extendido de Facebook es el de seguir la pista y contactar con personas con las que tuvimos relación en el pasado (por teléfono es más difícil: puede que lo hayamos perdido); durante el aún reciente confinamiento, escribir a examigos —tanto como a exparejas— se convirtió en práctica recurrente; casi en necesidad.

Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Es ese el momento idóneo? ¿Por qué no esperar unos meses más…? Total, llevamos años sin vernos… ¿Debería realmente llamarle? ¿Y si me rechaza? Aquel a quien conocí hace 30 años puede que ahora sea otra persona… Son preguntas que puede que frenen el primer impulso.

"Lo más recomendable es empezar presentándonos ("Hola, no sé si te acordarás de mí") y explicar el motivo de nuestra reaparición ("Te he encontrado en esta red social" o "Me acordé de ti el otro día por esto y me gustaría saludarte…"). A partir de esas primeras frases, según cómo responda el otro, intensificamos el acercamiento o no. Lo ideal es realizar una aproximación sucesiva, no vaya a ser que la otra persona no tenga la misma disposición", aconseja García Huete.

En su libro 'Text me when you get home: The evolution and triumph of modern female friendship', Kayleen Schaefer compara el acercamiento al proceso de cortejo: "Tienes que mostrar lo mejor de ti mismo, que es probablemente tu lado más honesto y directo", recomienda. Al mismo tiempo, sugiere ser sincero. Es decir, si hemos llamado o escrito a esa persona porque la echamos de menos, digámoselo.

¿Y si hubo un enfado?

El abanico de razones por las que una amistad de antaño se desvaneció es muy amplio, pero con frecuencia la ruptura estuvo causada por un enfado. El tiempo todo lo cura, y es posible que, olvidadas las rencillas, sintamos deseos de echar pelillos a la mar. "En este caso conviene hablarlo y aclararlo, aunque no conviene que sea lo primero que soltemos de sopetón, y dejando claro a continuación que, pese a todo, se mantiene el afecto", señala el psicólogo García Huete. Para comenzar como buen pie, "no hay que abordar directamente por qué se terminó la amistad", dice Kayleen Schaefer.

Una serie de malentendidos desunió a David (51) y Jaime (50). Se conocieron muy jóvenes en un trabajo, el primero para ambos. Hicieron buenas migas. Pero después de un par de detalles laborales de Jaime que David consideró desaires (al parecer se colgó alguna medalla que no le correspondía), su relación se enfrió; después cambiaron de empleo y no volvieron a encontrarse. Hace unos meses, en la cuarentena, David, que vive solo, buscó en las redes sociales a algunas personas importantes de su pasado; entre ellas, a Jaime. Este reaccionó favorablemente.

El caso de David y Jaime

"Después de preguntarnos por la salud y de charlar de cómo nos iba en general —dice David—, tocamos el tema de aquellos desencuentros. Según me dijo Jaime, no había sido consciente de haberme hecho esos feos. Le conté cómo me había sentido yo, lo comprendió y me pidió disculpas. No las necesitaba; habían transcurrido 25 años… Pero estuvo bien, porque fue como cerrar una vieja herida".

En la fase de desescalada, quedaron para verse. "Fue muy divertido recordar batallitas, comentar qué sabíamos de otras personas que conocíamos, relatarnos nuestras respectivas historias personales…", explica David. Han comido juntos tres veces desde entonces y esperan seguir haciéndolo con regularidad. Tan importante como marcar bien los tiempos es saber calibrar las expectativas. No hay que hacerse demasiadas ilusiones ni tampoco pasarse de negativo, como indica el psicólogo. "Más que hacerse ilusiones, se impone dejarlo todo en el aire. Si nos responde bien, entonces nos hacemos ilusiones; si no, pues nos quedamos como estábamos".

La amistad de Domingo y Guille

En otras ocasiones, los bandazos del destino vuelven a unir a las personas de forma natural, poniendo en bandeja la oportunidad de reunirse. Domingo (53) vivió hasta los cinco años en Carabanchel, donde hizo amistad con los niños de la puerta de al lado. Cuando nació su hermano, sus padres se mudaron a una casa más grande en otra zona de Madrid, pero mantuvieron la amistad con los padres de los vecinitos. De vez en cuando se visitaban y los críos pasaban la tarde jugando a las primeras consolas.

La adolescencia les pilló a mediados de los ochenta, cuando el rock duro hacía furor entre los chicos de los barrios modestos; entonces Domingo y el mayor de sus antiguos vecinos, Guille (53), forjaron su amistad: quedaban para ir a conciertos o a pubs y discotecas donde pinchaban ese tipo de música. Pero esa segunda fase de su relación también se diluyó…

"Yo empecé a estudiar en la universidad, me eché novia, hice nuevos amigos", dice Domingo. "Entre unas cosas y otras no volví a saber de Guille". Hace cinco años falleció el padre de Domingo. Cuando pensó en los allegados a quienes había dar la luctuosa noticia, se acordó inmediatamente de aquella entrañable familia de Carabanchel.

"No sé por qué tenía un teléfono de Guille. No me costó llamarle: me sentía en la obligación de informarle de lo que había pasado; se lo conté, se entristeció mucho y dijo que, desde luego, comparecería con sus padres en el tanatorio", recuerda Domingo.

Recuperar el valor de la amistad

El reencuentro no pudo ser más agradable (dentro de lo que cabe en tan lúgubre escenario). "Yo había bajado a la cafetería con unos compañeros de trabajo", prosigue Domingo. "Al subir, vi a un hombre solo, en el vestíbulo (sus padres estaban dentro), con pinta de rockero, aún con buena melena y un casco de moto en el brazo. ¡Era Guille! Me miraba tímido, quizá no me reconoció. Mi aspecto ya no tenía nada que ver con el de los ochenta. Nos dimos un gran abrazo. Lo presenté a todo el mundo. Ya no nos separamos hasta que se fueron; de hecho, creo que algunos compañeros de trabajo se molestaron, y con razón, porque no les hice caso". Quedaron en verse, y así lo hicieron. Poco a poco, entre comidas, copas y algunos conciertos, reavivaron la amistad.

"En esta nueva etapa ha habido dos aspectos muy gratificantes", valora Domingo. "El primero ha sido el ponernos al día. Contarnos las buenas y las malas experiencias por las que habíamos pasado. Después, la propia amistad en sí. Nos hemos dado cuenta de que a pesar de los diferentes caminos que tomamos en el pasado, seguimos teniendo muchas cosas en común. Vemos la vida de un modo parecido. Nos comprendemos mutuamente. Y eso facilita que nos volvamos a sentirnos muy unidos".