La soledad convertida en negocio: de pasear a gente por dinero a alquilar amigos

  • La soledad afecta a uno cinco millones de hombres y mujeres en España

  • La robótica ha encontrado en la soledad un excelente nicho

Se alquilan amigos. Para ir al cine, a cenar, de compras o simplemente para estar ahí cuando uno necesita sentir compañía. El precio, entre 10 y 50 dólares la hora, según el uso. ¿Razón? Rent A Friend. La propuesta suena a chifladura, pero no lo será tanto cuando esta plataforma estadounidense, con amigos repartidos por todo el mundo, supera ya los 600.000 usuarios, todos ellos almas solitarias hartas de que sus vidas transcurran en un continuo soliloquio. Su creador, Scott Rosenbaum, tomó la idea de una aplicación japonesa dedicada a ofrecer acompañantes para un funeral o una cena familiar. Hablamos de la mercantilización de la soledad, la gran epidemia del siglo XXI, pero, a la vista de este tipo de iniciativas, el tono es tragicómico.

Las causas de la soledad son estructurales y, según apunta un estudio publicado en PNAS, el número de ciudadanos americanos que no tendrán familia cercana se doblará en tan solo 25 años. En diferentes países las autoridades sanitarias alertan de que hay una epidemia más dañina que la obesidad y tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos diarios. En EEUU, más de la mitad de los adultos consideran que nadie los conoce realmente y un 46% admite sentirse solo, de acuerdo con las últimas encuestas de las firmas Cigna e Ipsos.

Un problema global

Chuck McCarthy, impulsor de la plataforma digital People Walker, que cobra por caminar acompañado, pensó que, con este panorama, este sería un negocio bastante más rentable que pasear perros. Por 15 dólares, el cliente puede caminar media hora con alguien mientras charla con él. Aunque las conversaciones suelen ser superficiales, este emprendedor asegura que resultan bastante terapéuticas. También se celebran fiestas para dar y recibir abrazos por 20 dólares o voluntariados que consiguen que un paciente ingresado sin ninguna compañía reciba al menos una llamada telefónica o una visita.

En China, unos 77 millones de solteros viven solos y el 57,7% asegura que el consumo es su modo de combatir la soledad. Los empresarios lo saben y no dejan de abrir restaurantes con mesas para uno, habitaciones de hotel tipo cápsula o aplicaciones de pedidos de comida unipersonales.

En España las cosas no andan mucho mejor. La soledad afecta a unos cinco millones de hombres y mujeres y organizaciones como Cruz Roja o el Teléfono de la Esperanza llevan tiempo solicitando medidas para reducir el impacto. Hace unos días la Policía Nacional encontró en su domicilio madrileño a Isabel, una mujer de 78 años que había muerto hace 15 por causas naturales. Nadie la había echado en falta. Nadie dejó de escuchar ruidos porque vivía tan sola que su casa no emitía sonido alguno.

La muerte silenciosa e ignorada es una de las consecuencias de esta epidemia que afecta a gran parte de la sociedad occidental. El avance es imparable. "Cada vez me pasa más, como juez de guardia, encontrarme con cadáveres de ancianos que llevan muchos días muertos, en avanzado estado de descomposición", declaró el magistrado Joaquim Bosch Grau en un tuit en 2017.

De nuevo, donde hay un problema existe una oportunidad de negocio. En esta ocasión, las empresas dedicadas a las llamadas limpiezas traumáticas que se encargan de desinfectar y adecentar el domicilio de la persona fallecida en soledad. Los precios van desde 1.500 euros hasta más de 6.000, según el estado en que se encuentre.

Estamos ante una soledad que el psiquiatra Dilip Jeste, profesor de la Universidad de California, define como estrés subjetivo. "Es la discrepancia entre las relaciones que deseas y las que tienes". Llega de forma involuntaria. Nunca suena el móvil, nunca entra un whatsapp o un correo electrónico. No hay un ser querido que muestre interés por ti y llega un momento en el que no hay más intercambio de palabras que algún saludo desganado en el portal.

Estragos de la soledad

Cuando se cronifica, la soledad hace estragos, según un artículo publicado por el doctor Vivek Murthy en Harvard Business Review: mayor riesgo de problemas cardiovasculares, insomnio, debilidad del sistema inmunitario, diabetes y artritis, entre otros trastornos. Un estudio de la Universidad de Ohio demostró que las personas solitarias producen una mayor cantidad de proteínas vinculadas a la inflamación, decisivas en la aparición de enfermedades como la diabetes, la artritis y el Alzheimer. El coste personal de la soledad es también muy alto a nivel emocional: tristeza, ansiedad, falta de autoestima, desmotivación, apatía y propensión a la depresión.

En Reino Unido pasó a tratarse como asunto de Estado desde que la ex primera ministra Theresa May creara el Ministerio de la Soledad para mitigar los efectos de la soledad que viven nueve millones de personas en el país. Unos dos millones son mayores de 75 años. 200.000 no han hablado con un familiar o un amigo desde hace al menos un mes. Entre las soluciones propuestas está la de la neurocientífica Julianne Holt-Lunstad que aboga por una legislación que facilite aparatos auditivos a precios asequibles. La falta de audición se considera causa frecuente y directa del aislamiento social.

En cualquier país encontramos programas de voluntariado como el que ha impulsado en España la Universidad Rey Juan Carlos de acompañamiento a personas mayores en hospitales. O el de Care More Health, que ayuda a reconocer la soledad desde un mensaje positivo, en lugar de avergonzarse, con llamadas semanales, visitas al hogar del paciente y diversos estímulos. En California, desde el proyecto Side Walk Talking, varios voluntarios sacan las sillas a la calle e invitan a los viandantes a charlar.

Compañeros robots

La robótica también ha encontrado en la soledad un excelente nicho para desplegar sus avances. Aún tendrán que pasar varios años para que verlo a nivel doméstico, pero algunos modelos, diseñados para llegar al corazón humano, causan auténtica desazón. Ya nos han presentado a Lovot, un pequeño robot del tamaño de un peluche con la inteligencia de dos años, suficiente para transmitir lo más parecido al calor humano. De hecho, su temperatura es similar a la nuestra y es sensible al tacto. Su nombre procede de la combinación de los términos love y robot. Para quien no tiene a nadie más, al menos es una presencia reconfortante.

Otro humanoide es Zora, un robot creado para acompañar a personas mayores y usado como experimento en el hospital Jouarre, cercano a París. Los ancianos que pudieron disfrutar de él llegaron a crear un vínculo emocional. Lo tomaban en brazos, besaban su cabeza y lo arrullaban como si fuese un bebé. El robot era controlado por un enfermero mediante un ordenador portátil. Zora propone juegos y ejercicios físicos e incluso puede mantener una conversación simple. Pero sus enfermeras ya han anunciado que ninguna máquina reemplazará jamás el roce humano, ni la calidez que necesitan sus pacientes.

También Hollywood se ha apuntado al reto y aporta comedias como Poms, toda una loa a la amistad femenina con Diane Keaton como protagonista para plantar cara a una soledad que, en tiempos de hiperconexión y globalidad, no deja de resultar paradójica.