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Parafraseando a la famosa serie de televisión, aquí no hay quien viva sin móvil. Según la última encuesta del INE de equipamiento de los hogares en tecnologías de la información, el teléfono móvil está presente en el 99,5% de los hogares.
Los servicios de mensajería, recibir u mandar correos electrónicos y leer webs fueron las actividades más realizadas en 2021 por la población de 16 a 74 años. Además, el 64,7% de la población de 16 a 74 años ha participado durante los tres últimos meses en redes sociales de carácter general como Instagram, Facebook, Twitter y Youtube. Los más participativos son los estudiantes (96,4%) y los jóvenes de 16 a 24 años (93,2%).
El móvil, por tanto, está plenamente integrado en nuestra vida. La cuestión es cuándo estamos haciendo un uso razonable o abusivo, rozando lo patológico.
Los psicólogos ya han puesto nombre a este nuevo tipo de ansiedad. La nomofobia es el miedo a quedarse sin móvil por falta de cobertura o batería, de crédito en la tarjeta o, simplemente, a que se estropee. Está relacionado con el FOMO (Fear of Missing Out o miedo a perderse algo), el temor a quedarse desconectado de las redes o del Whatsapp.
La nomofobia también ha dado lugar a dos trastornos específicos, la textafrenia y el ringxiety. La primera es la falsa sensación de recibir una llamada o un mensaje, mientras que el segundo se refiere a la ansiedad por responder inmediatamente a los mensajes.
La frontera entre el uso y el abuso del móvil a veces está difusa. Sin embargo, como todo lo que puede crear dependencia, es conveniente saber en qué punto estamos para poder poner límites a una incipiente adicción. Para ello te ofrecemos el test publicado por la OCU creado por un equipo de investigadores del Instituto de Adicciones y del Centro de Prevención del Deterioro Cognitivo del Ayuntamiento de Madrid, de la Universidad Complutense y de la Universidad Rey Juan Carlos, ambas en Madrid.
El test consta de 20 preguntas sobre varios parámetros (tiempo de uso y percepción del entorno, entre otros) y el resultado varía entre el uso no problemático (no supone ningún problema con la actividad diaria) hasta el uso problemático cuando la actividad asociada al móvil invade y domina tiempos y espacios de tu día a día interfiriendo en la vida cotidiana. En ese caso, hay que plantearse tomar medidas o recurrir a la ayuda profesional.