Es mejor leer sobre el duelo antes de vivir el tuyo: siete libros para decir adiós

  • Los duelos exigen de nosotros capacidad para dar y recibir consuelo

  • Hay muchos tipos de duelos y cada uno tiene etapas y fases diferentes

No hay que engañarse: uno nunca está preparado para la pérdida, al menos no preparado del todo. Sin embargo, el duelo por la muerte de un ser querido, por el abandono o por la separación, por las mudanzas de uno u otro tipo que sobrevienen en la vida exige de nosotros respuestas que no agudicen el dolor o que lo hagan crónico. Exigen de nosotros capacidad para dar y recibir consuelo, para asimilar, para aceptar. En fin, una cosa es el dolor y otra es el daño. El primero es inevitable y del segundo somos los causantes.

Aquí van siete libros sobre la pérdida y el duelo, sobre qué hacer con ellos individual y colectivamente, sobre qué es lo que hay que entender y qué debemos esperar.

Iona Heath: Aprender a morir (editorial Katz)

Esta doctora británica señala la ofuscación contemporánea con prolongar la vida, a costa incluso de una buena muerte. Morir entubados y semiconscientes en hospitales, sin capacidad para despedirnos de los nuestros, ni enfrentarse a ese tránsito; o sobrevivir con dolor durante años mientras se degradan nuestras relaciones y nuestros afectos impiden que la conciencia se enfrente dignamente y con claridad a su adiós a este mundo.

Texto breve y anglosajón con las ideas cristalinas, aunque a veces roce el estilo recetario.

John Berger: Un hombre afortunado (Alfaguara)

El autor radiografía la vida de un médico rural en la campiña inglesa acompañándole en sus tareas y conversando largamente con él. Un médico que aún mantiene la que ha sido la esencia de su oficio durante siglos: acompañar en la muerte, consolar a los afligidos, llorar con los otros. Frente al médico puramente clínico y técnico, en el que la relación personal se reduce a la mínimamente necesaria, el protagonista de esta obra de Berger opone la solidaridad humana, el sacrificio y la entrega como parte de la curación. Al fin y al cabo, curar es también curarse.

Magnífico texto, con todas las sinuosidades y ambigüedades que caben siempre en una creación de Berger, al que espantan los simplismos.

Bern Traven: Puente en la selva (Aguilar)

Un poblado mejicano en el borde de la civilización, la muerte accidental de un niño, el desconsuelo de los padres, un viajero que pasa por allí y asiste a la manifestación colectiva de dolor, a la forma en que todo el pueblo se cierra sobre la herida y se lamenta y se duele. No nos consolamos solos, ni tampoco de cualquier manera. Los rituales de muerte, de despedida y de tránsito compartidos por la comunidad entera orientan el sentimiento, nos informa de nuestra condición mortal y precaria, y proporcionan clarividencia allí donde la pena es ciega.

Estremecedora novela del autor de El tesoro de Sierra Madre, contada sin aspavientos literarios y con contundencia moral.

Sergio del Molino: La hora violeta (Random House)

¿Es verdad que no hay palabras para la muerte de un hijo? Sergio del Molino abre su dolor al lector mientras le cuenta el calvario de la enfermedad hasta la muerte de Pablo, su hijo de dos años. Demuestra que las palabras son importantes en el consuelo, en la comprensión de los sucesos fatales, que son algo que podemos darnos a nosotros mismos y a los otros cuando la vida se ha quedado muda.

Hay también en el libro una reflexión sobre las relaciones entre el lenguaje y la enfermedad, sobre la cantidad de metáforas que a menudo sepultan la posibilidad de entender qué nos está pasando y la posibilidad de comunicarlo a los otros.

Escritura serena, en la que el dolor está en la gramática profunda de las cosas más que en la expresión.

Sebastian Junger: Tribu (Capitán Swing)

El regreso de los soldados de Vietnam fue una catástrofe social, y desde entonces los efectos de esta clase de regresos no han cambiado mucho. El que vuelve lo hace cargado de fantasmas, de tragedia y de desconfianza de los que no consigue zafarse, y la sociedad que le espera no tiene tampoco muchas ganas de entrar en conversaciones de ese estilo. El resultado es un duelo que no puede hacerse, en parte porque es incomunicable y en parte porque no hay a quien comunicarlo, y que con un poco de mala suerte se desliza hacia el temible Trastorno de Estrés Postraumático, de destructoras consecuencias.

Junger muestra la psicología y las experiencias que han permitido enfocar el asunto, en un texto tenso y eficaz.

Primo Levi: Si esto es un hombre (Alianza)

Clásico sobre los campos de exterminio que conviene revisar de tiempo en tiempo. Toda la amalgama de sentimientos que produce ser despojado de la dignidad, de la certidumbre y del mundo que se ha conocido, sobre el que se arroja una duda atroz e inapelable.

Cómo sobrevivir y qué es lo que sobrevive, hasta dónde, para qué, y si merece la pena. Y, sobre todo, con qué se sobrevive en un espacio gobernado por el mal absoluto (y también absurdo). Y ya puestos, ¿existe el mal absoluto o es producto de nuestra desesperación o de nuestra incapacidad para dar sentido a la experiencia?

En un campo de exterminio se sufre mucho, pero también se piensa mucho, aunque no sea al modo académico o lógico al que nos acostumbraban los programas de estudios.

Platón: Fedón (Gredos)

Por qué no. Después de todo, es el primer texto de nuestra cultura que reflexiona explícita y a la manera filosófica, sobre el alma y el cuerpo, sobre el mundo y el ultramundo. Pero hay más: es el primer texto que enseña, sin epopeyas ni himnos de por medio, cómo es una buena muerte, cómo se hace eso, en qué hay que pensar. Sócrates a punto de tomar la cicuta. Y al final del diálogo, la toma.

Todo el mundo llora y se lamenta en su presencia, su mujer, sus discípulos y amigos. Sócrates se sorprende un poco, ¿la tristeza no debería ser su privilegio? Al parecer, no. A partir de esa revelación, la deuda del que va a morir con el dolor de los demás. También otros sufrirán cuando se vaya, de modo que les debe consuelo.

Y el consuelo que proporciona Sócrates es el de ver más allá de nuestra vida mortal, levantar la vista al cielo. Fíjense en cómo lo hace.