'Olor de multitudes' o 'la flor innata': varias personas confiesan sus patadas al diccionario más divertidas

  • Detrás de estos errores hay mucho sentido del humor y, a veces, un fenómeno lingüístico que lo explica

Todos recordamos a la famosa que confesaba lo duro que era estar siempre en el 'candelabro' (por 'candelero'), al alcalde inventor del 'ostentóreo' (mezcla de 'ostentoso' y 'estentóreo') o al torero que siempre utilizaba dos 'palabras', 'im' y 'presionante', para expresar lo mucho que le gustaba algo. Son 'patadas' al diccionario que producen el efecto mágico de crear carcajadas y ternura a su alrededor. No son las únicas. Varias personas han tenido la generosidad y el buen humor de confesar otras 'patadas' que merecen ser conocidas. Y 'sonreídas' (la primera 'patada' corre a cuenta de 'Uppers').

1. 'La flor innata' por 'la flor y nata'

Mara ha estado 30 de sus 50 años diciendo “la flor innata” cada vez que se refería a algo más que bueno. Nunca se paró a pensar por qué las flores nacidas como flores servían para designar algo en su máximo esplendor. “Claro que me río al pensarlo. Pero no te creas, tampoco entiendo por qué se dice ‘la flor y nata’”, afirma. Nosotros lo contamos: ‘flor’ es, en la tercera acepción del diccionario de la RAE, “parte mejor y más escogida de algo”. ‘Nata’, también en su tercera acepción, quiere decir “cosa más principal y estimada en mejor línea”. O sea, la flor y nata, lo más de lo más.

2. 'Ínsulas' por 'ínfulas'

Ana (55) se ha leído tantas veces ‘El Quijote’ que la ínsula (Barataria) se ha quedado a vivir con ella. Por ello confunde las ‘infulas’ con las ‘ínsulas’. “No sé por qué, pero siempre me lío. Es más, hasta hace poco, ni era consciente del error hasta que en una conversación con los compañeros de trabajo dije que alguien venía "con unas ínsulas"… El cachondeo fue tremendo, pero, da igual, siempre me equivoco”, explica esta periodista a la que la palabra ‘ínfulas’, sencillamente, se le resiste.

3. En 'olor a multitudes' por 'loor de multitud'

¿A qué huelen las nubes? No lo sabemos, pero las multitudes, así, a mogollón, seguramente huelen regular. Por eso no se explica que cuando queremos expresar admiración general aludamos a los aromas multitudinarios. Eso es lo que le pasa a Raquel (65). No se enteró que la expresión correcta era ‘loor de multitud’ (‘loor’, 'elogio', según RAE) hasta que su nieto se lo explicó mientras hacía los deberes. “Estaba haciendo un ejercicio de Lengua y me lo contó porque siempre me había oído decir ‘olor de multitudes’. ¡Ya no me equivoco!”, explica esta abuela sevillana. Hay que decir, que la Fundeu indica que esta expresión, precisamente por su uso, ha dejado de ser 'técnicamente' una patada.

4. 'Intinerario', 'captus', 'endredones'…

¿Qué hacer si una palabra nos suena rara? Adaptarla a nuestro ‘diccionario’ particular. Todos nacemos con una facultad del lenguaje que vamos desarrollando por analogía. Aplicamos a nuestro diccionario mental las reglas semánticas y gramaticales que aprendemos del resto de hablantes. Cuando una palabra nos suena rara tendemos a asimilarla con otra más habitual. Esto es lo que le sucede habitualmente a Inés (57): "Estaba en una tutoría con la profesora de mi hijo y le dije que se pasaba las horas jugando bajo el 'endredón' de la cama. La cara de la profesora fue un poema. Cuando salimos, mi marido me lo explicó. Ya sé cómo se dice, pero…" Pues eso: Inés sigue con sus 'endredones' a cuestas.

5. 'Literalmente', ¿metáforas reales?

Leído en una revista del corazón: "La folklórica se comió a su hija a besos. Literalmente". No, literalmente, nunca. Siempre metafóricamente; es decir, en sentido figurado. No nos imaginamos a nadie merendándose a la progenie. Y eso que a veces los niños se ponen muy pesados. Pero no vamos a desviarnos del tema: ‘literal’ o ‘literalmente’ se añade para dar veracidad e intensidad a la acción o el concepto de lo que estamos hablando. La última variante es el ‘real’ de jóvenes y millennials. Lo usan todo el tiempo en sus conversaciones. ¡Real!

6. 'Desecho de virtudes' por 'dechado'

"Siempre me pasa: en vez de 'dechado de virtudes' digo 'desecho de virtudes'. Sé que estoy hablando mal, pero lo del ‘dechado’ no me sale”. Esto nos lo cuenta Ángel (53) entre divertido y compungido. “Aquí (refiriéndose al trabajo) me importa menos meter la pata porque ya me conocen, pero a veces me da apuro pensar que lo digo mal entre los amigos de mis hijos, en las reuniones con jefes”. Hay que tranquilizar a Ángel. ¿Quién no recuerda a Rajoy llamando a su adversario ‘ruiz’ en vez de ‘ruin’ o a Pablo Iglesias destripando la lengua inglesa al intentar pronunciar Price Waterhouse and Coopers?

7. 'Alquilino' por 'inquilino'

“Mi vecino siempre se refiere a su inquilino como ‘alquilino’. Me hace mucha gracia cuando lo oigo porque es un señor mayor que trabaja, lee mucho, viaja…”, cuenta Carlos (54). La confusión del vecino es natural: el que alquila un piso, lógicamente, es un ‘alquilino’. ¿De dónde viene eso de ‘inquilino’? ¿De ‘inquilinar’? De nuevo, la analogía hace de las suyas.

8. 'Coreografía' por 'ecografía'

"Hace unos años, en la clínica donde llevaban el embarazo de mi primer hijo me llamaron para darme los resultados de la ‘coreografía’”, explica Itziar (48). “Aluciné porque cuando fui en persona, la recepcionista volvió a decir ‘coreografía’, en vez de ‘ecografía’. ¡Y eso que su especialidad era precisamente eso!”. ¿Qué pasaría por la cabeza de la recepcionista? ¿Demasiado ‘Flashdance’? ¿Sobredosis de musicales?

9. 'Cluacla' por 'cloaca'

Si ya hay una palabra difícil, ¿por qué no complicarla más? Eso es lo que presenció Eli (49) cuando una señora de mediana edad pasó cerca de una alcantarilla maloliente. “Cruzaba la calle y le dijo a su acompañante: “¡qué mal huele esta ‘cluacla’!”. No aventuramos larga vida a la palabra, digna de un catálogo de Ikea.

10. 'Catering' por 'casting'

Cuando las palabras son neologismos recientes el riesgo de errores y confusiones es aún mayor. “Hace unos años trabajaba en la radio e hicimos unas pruebas para contratar a un nuevo locutor. De pronto, me oí a mí mismo agradeciendo a los aspirantes haber venido al ‘catering’, en vez de al ‘casting’”, confiesa Iván (60). “Uno de ellos, hoy muy conocido, me dijo que pensaba que igual les dábamos un bocata por presentarse a la prueba”, explica divertido. En resumen, mejor no emplear un anglicismo como ‘casting’ cuando tenemos la palabra española ‘prueba’.

Analogía e hipercorrección, detrás de casi todas las ‘patadas’

La analogía es el mecanismo que permite desarrollar nuestra facultad del lenguaje. Los hablantes sacamos patrones lingüísticos de la lengua oral y los aplicamos. Así aprendemos a hablar todos. Y también a cometer los primeros errores. Es lo que ocurre cuando, por ejemplo, un niño pequeño dice “sabo” en vez de “sé”. Utiliza la regla de crear verbos en primera persona del singular del presente, como hacemos con 'cantar' y 'canto'. Y sería perfecto, pero ‘saber’ es irregular y aprender eso aún le va a costar unos años. La buena noticia es que el mecanismo de la analogía lo controla perfectamente.

La hipercorrección es el segundo mecanismo que puede dar origen a errores. Es lo que popularmente se llama ‘duende del lenguaje’. En la evolución del latín al castellano, muchísimas de las palabras que hoy conocemos han pasado a la lengua culta no según su evolución natural, sino con los términos inventados por los hablantes. Son ellos, somos nosotros, los que finalmente damos forma a los idiomas y la razón por la que la evolución de las lenguas es constante.

Por ejemplo, el latín ‘Concepta’ dio en español ‘Conchita’, pero algún hablante pensó que era un diminutivo y creó la forma neutra ‘Concha’, que es la que ha pasado como nombre etimológico cuando en realidad es una invención de los usuarios. Otros ejemplos de palabras ‘inventadas’ por hipercorrección que viven en nuestro idioma son ‘romero’, del latín ‘romerino’, otro falso diminutivo, o ‘pavo’. del término latino ‘pavon’, un aumentativo erróneo.

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