José Manuel Humanes, saetero: "Mi abuela me enseñó la forma de rezar tan viva, sencilla y alegre que ella tenía"

  • La saeta envuelve la Semana Santa andaluza en un quejido profundo muy emotivo

  • A Humanes el sentimiento se lo transmitió su abuela, también saetera; en la escuela que ahora dirige aprendió la técnica

  • Según nos cuenta, no basta con salir al balcón y ponerse a cantar: "La ejecución es muy difícil"

En Semana Santa, Andalucía es un quejío profundo que se lanza al paso de las procesiones con sensibilidad y mucho arte. Eso, y mucho más es la saeta. Cante y rezo. Plegaria y ofrenda. Pasión por el flamenco y conmoción por la Pasión. Una respetuosa sucesión de sonidos y silencio, de lamentos y vivas. "Sentimiento puro", añade José Manuel Humanes, uno de los grandes saeteros que tiene Sevilla. Él ya la cantaba de pequeño, en la Hermandad de Cerro del Águila del Rocío. "Aprendí escuchando a mi abuela, también sevillana. Dicen que esto se transmite saltando una generación y ella me enseñó esa forma de rezar tan viva, sencilla y alegre que ella tenía", nos cuenta.

La abuela le empapó de arte, pero la técnica la aprendió ya en la juventud en la Escuela de Saetas de Sevilla, creada en 1991 vinculada a la Hermandad de la Cena. Fue uno de sus primeros alumnos y la dirige desde hace 22 años. La saeta es un palo flamenco que se canta en toda Andalucía, aunque dicen que existe un triángulo de oro que va desde Cádiz y Jerez a Málaga, Córdoba y Sevilla. Cada localidad conserva sus saetas características, pero a Humanes le gusta componer sus propios versos octosílabos.

Hay más saeta que la que compuso Machado

A los profanos en este cante la saeta nos lleva a los versos que escribió Antonio Machado en 1914 durante su estancia en Baeza, popularizados después por Joan Manuel Serrat: "Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía…". Sin embargo, el universo de las saetas va mucho más allá, sobre todo a nivel interpretativo. "Para empezar -indica Humanes- hay siete estilos, además del Padre Nuestro y el Ave María, aunque en los balcones se escuchen habitualmente seguiriya y carcelera, más alegre. En la escuela nos ocupamos de que no se pierda ninguno por falta de uso".

Muchos de los cantantes de copla se han atrevido con este cante. Es el caso de Rocío Jurado, Juanita Reina, Marifé de Triana, Miguel Poveda o Pastora Soler, entre otros. "Pero no todo el mundo puede cantar saeta -advierte el saetero sevillano-. Se necesitan ciertas habilidades vocales y auditivas y una técnica que se va a aprendiendo. Es importante también adquirir conocimientos teóricos y otros más prácticos, como el cuidado de la voz".

El cantador no puede sentirse protagonista

Requisito indispensable es ponerle sentimiento, aunque normalmente los saeteros vienen del flamenco, las sevillanas e incluso la lírica y saben ya de que va esto. "Sobre todo -puntualiza Humanes-, hay que saber ponerse delante del Cristo o de una Virgen para cantarle. Con respeto, porque no olvidemos que esto es un arte, pero principalmente es un rezo cantado. Quien canta debe saber que disfrutar de este gran privilegio no le convierte en protagonista de nada. Importa su canto y no él".

A pesar de la espontaneidad que transmiten a veces las procesiones, hablamos de uno de los cantos más difíciles. "Tampoco es igual cantarle al Cristo crucificado que a la Virgen el domingo de Resurrección. En cualquier caso, lo importante es hacerlo con el ritmo y el tono adecuados, sabiendo llevar el cante", explica el saetero.

Hermanos Álvarez Quintero: "Es un grito del corazón"

La saeta es patrimonio de la Humanidad, igual que el flamenco. Tiene más de 150 años. Su origen más lejano podría encontrarse en los primeros cantos litúrgicos de la Iglesia, aunque podría haber también una raíz árabe vinculada con la llamada a la oración de los almuédanos de las mezquitas andalusíes. Quienes lo cantaban buscaban el arrepentimiento de sus pecados. Tradicionalmente, tiene mucho que ver con la idiosincrasia del andaluz y el cuidado de sus costumbres. Los Hermanos Álvarez Quintero dejaron una descripción magistral: "Es la saeta canción / Que hasta el cielo se levanta, / Un grito del corazón / Que al pasar por la garganta / Se convierte en oración".

Machado las definió como "cancioncillas que tienen por principal objeto traer a la memoria del pueblo, especialmente en los días de Jueves y Viernes Santos, algunos pasajes de la pasión y muerte de Jesucristo… Coplas disparadas a modo de flechazos contra el empedernido corazón de los fieles". También el escritor nicaragüense Rubén Darío mencionó en su literatura "esos cantos que brotan en su aguda tristeza, quejidos del pueblo, dolorosas y sonoras alondras de una raza".

Fue famoso el duelo de dos saeteros jerezanos en la Semana Santa de 2019, con Joselito 'El Gallo' y el ganadero Eduardo Miura como testigos. Manuel Torres se arrancó por unos versos: "Por no saber lo que hacerle, le escupen, le abofetean/ y le coronan de espinas/ y la sangre le chorrea/ por su carita divina". La gente pidió más y Rafael Ramos Antúnez, 'Niño de la Gloria', respondió: "Y va llorando desesperado/ mirarle al señor la cara/ hasta el rostro lleva ensangrentao / y la cabeza coroná/ del martirio que le han dao". Hoy, en lugar de duelos, lo que abundan son concursos de saetas, incluso en lugares como Ciudad Real o Murcia.

Un legado que se transmite a los más jóvenes

Humanes tiene la certeza de que esta expresión popular está tan arraigada que, lejos de perderse, se va a conservar gracias a la cantidad de adolescentes y jóvenes que muestran interés por aprender a cantar saeta. "Lo que tenemos que hacer -dice- es preservar la calidad de las interpretaciones y dejar que se escuchen las buenas y nuevas voces en los balcones de Semana Santa y en el resto de los eventos en los que mostramos esta forma de expresión tan popular y artística".