Loles, autora de la letra de Las Vulpes: “Seguiré siendo una zorra toda mi vida”

  • No ve nada transgresor en ‘Zorra’, la canción de Nebulossa: “No es empoderada, sino un producto pensado para atrapar al público de Eurovisión”.

  • En 1983, su tema ‘Me gusta ser una zorra’ provocó un escándalo morrocotudo. “Lo vivimos como una aventura. No me asustó”, recuerda.

  • Un mes después de aquella polémica, actuaron en Rock-Ola: “A mis compañeras las vapulearon y acabamos en comisaría”, explica.

Cuatro décadas antes de que media España entrase en profundo paroxismo con 'Zorra', la canción de 'Nebulossa' elegida este año para representarnos en Eurovisión, otro tema que incluía la infamante palabra en el título causó un impacto que deja el de Nebulossa en simple anécdota. Las Vulpes, cuarteto femenino de punk procedente de Bilbao, apareció el sábado 16 de abril de 1983 en el espacio Caja de ritmos, de TVE, cantando 'Me gusta ser una zorra', lo que dio lugar a uno de los mayores escándalos de la televisión en nuestro país.

“Lo vivimos como una aventura”, dice hoy Loles Vázquez (Anarkoma Zorrita), guitarrista de la banda y autora de la letra de la polémica canción. Lleva casi desde entonces apartada de la música (salvo por la puntual reunión del grupo en 2003 y un disco, Me gusta ser, en 2006); estudió para técnica de Empresas y Actividades Turísticas, aunque se reinventó como auxiliar de enfermería. Pero posiblemente seguirá siendo siempre Loles de Las Vulpes (el logo del grupo trasformaba la “s” final en “SS”).

La controversia de 'Me gusta ser una zorra' también es una de las mayores de la música en España. Nació de una extraña invitación. En 1983, el pop nacional bullía de nuevos grupos que grababan para pujantes sellos independientes. Pero a Las Vulpes, que jamás habían publicado un disco —solo una maqueta—, se les brindó la oportunidad de aparecer aquel sábado por la mañana en la televisión pública, junto a otras formaciones más conocidas, como Polanski y El Ardor, Iniciados y TNT. Caja de ritmos se emitía a las 12.30 de la mañana, en horario que puede considerarse familiar; lo precedía Pista libre, de carácter infantil-juvenil, y a su término comenzaba un concierto de música clásica, que aquel aciago día acogió obras de Mussorgsky y Mozart.

“Teníamos gente en Madrid que nos seguía, como Eduardo Benavente [Alaska y los Pegamoides, Parálisis Permanente]”, recuerda Loles Vázquez. “Al parecer, el locutor Ángel Casas le habló de nosotras a Carlos Tena, director de Caja de ritmos. Y como en su programa daba cabida a bandas de diferentes provincias que no eran de primera fila, decidió venir a Bilbao y corriendo grabamos dos temas y eligió este”. Aquello ocurrió en octubre de 1982, cuando Loles tenía 17 años.

Había mamado la música de su familia. Su hermano mayor, fan de los Beatles, tocaba en una orquesta, y su hermana Lupe ya se había iniciado en otras bandas. A los 15, Loles descubrió el punk. “Me dio por coger la guitarra y emular a los grupos que me gustaban”, recuerda. “Me atraían aquellos liderados por mujeres, como los de Joan Jett, Patti Smith, Blondie…, y decidí montar uno solo con chicas. Costó muchísimo, porque en aquellos años decir a tus padres que querías tocar en un grupo… La mayoría igual te soltaba un tortazo. Era complicado conseguir instrumentos, local de ensayo…”.

Su hermana Lupe ingresó en Las Vulpes como batería (Pigüy Zorrita). Inspirada por el tema 'I wanna be your dog' ('Quiero ser tu perro'), de los Stooges (1969), Loles cambió “perro” por “zorra” y, aplicando sus modestos conocimientos de latín, tradujo “zorras” por Vulpes. El concepto zorril englobó la propuesta de la banda.

Y así, con sus mejores galas punks, salieron en la televisión nacional bramando su adaptación libre del tema de los Stooges: “Mira, imbécil, que te den por culo”, “prefiero masturbarme yo sola en mi cama”, “prefiero joder con ejecutivos que te dan la pasta”, “quiero meter un pico en la polla”… rezaba la letra de “Me gusta ser una zorra”.

La actuación soliviantó a los sectores conservadores. Un periódico les dedicó un encencido editorial, que a su vez deparó la cancelación fulminante del programa, la dimisión de Carlos Tena y una querella contra las chicas de la Fiscalía General del Estado.

A sus 18 años, Loles lo encajó con relativa tranquilidad. “Tuve suerte por mi familia”, aclara. “Mi padre era sindicalista y había tenido sus problemas, mi madre también era antifranquista radical… Fueron un apoyo porque, de hecho, en el juzgado lo que se declaró fue que la letra era de toda la familia, que todos éramos zorras, desde mi madre a mi padre. O sea, me sentí bastante arropada. No me asustó. No pensábamos pagar por supuesto la multa”. Tres años después, la causa se sobreseyó.

De Rock-Ola a comisaría

Pero la suerte estaba echada para estas intrépidas bilbaínas. En mayo de 1983, un mes después de la incendiaria aparición televisada, tocaron en la sala madrileña Rock-Ola. Fue un desastre. “Salió bastante mal”, dice Loles. “Nos recibieron como: ‘A ver estas de qué van’. No nos dejaron probar sonido. Entre nosotras y el público pusieron una alambrada, Contrataron seguridad extra, que generalmente estaba formada por policías, boxeadores… A mitad de la actuación quitamos la valla. Empezamos a ver que pegaban a la gente del público. Paramos el concierto. Yo me quedé en camerinos, pero a mis compañeras las metieron con el mánager en la sala de abajo, que cerraron. Los de la seguridad extra las vapulearon, las pegaron, les rompieron los collares de perro, las llamaron de todo: zorras, putas… Luego he hablado con el dueño de la sala y no fue cosa de él. Acabamos en la comisaría de Prosperidad. Y ya sabíamos lo que eran las comisarías de aquellos tiempos”.

Grabaron un single, del que se distribuyeron diez mil copias que se agotaron; no vieron un duro. La gira fue caótica, violento epitafio de la breve carrera del grupo. “Nos engañaron por todos los lados, el mánager era un fotógrafo amigo nuestro… Firmamos giras, que no se hacían o no nos las pagaban. En Burgos se presentaron militares porque pensaban que íbamos a salir en tetas. Fue algo muy corto, pero demasiado intenso y que acabó como acabó, y con la ilusión que yo tenía. Tardé trece años en volver a hablar con mis compañeras”. En 1993, su hermana Lupe fue asesinada por un asunto de drogas en Menorca (un mediático caso conocido como “el crimen de Ciutadella”).

Lejos de renegar de aquellos agitados tiempos, Loles los mira con orgullo. “A mí me sigue gustando ser una zorra”, afirma. “Vengo del barrio obrero de Bilbao, y la música fue una forma de sacar la rabia que tenía dentro. No entendía por qué no podía decir: ‘Me gusta ser una zorra’, y más cuando iba por la calle y me lo llamaban simplemente por cómo era yo, por cómo vestía, por cómo me comportaba o cómo pensaba. Pues bienvenido sea. Seguiré siendo una zorra toda mi vida, porque no voy a cambiar mi forma de ser. Si a la gente le sigue asustando la palabra ‘zorra’ a mí me me asustan muchísimo más otras palabras”.

Las Vulpes fueron pioneras del punk en España, logro que nunca se les ha terminado de reconocer, y, según ella, no porque fuera un grupo femenino. “Pienso que quizá salimos demasiado pronto. En Euskadi tampoco nos tomaban en cuenta, incluso la izquierda abertzale nos llamaba imperialistas americanas e inglesas, por cómo vestíamos y la música que hacíamos. Si hubiéramos salido un par de años después, cuando surgió el rock radikal vasco, habríamos sido más reconocidas”, sostiene.

Su legado sigue presente en bandas actuales como Las Odio, un cuarteto de chicas que toca punk rock, habitual de festivales indies, y que, de hecho, hizo una versión de “Me gusta ser una zorra”. “El punk abrió el camino a muchas mujeres, que perdieron el miedo a sentirse tan observadas y criticadas por coger una guitarra, un bajo o unas baquetas”, dice Loles, quien ahora trabaja en sus memorias y busca productora para rodar un documental sobre su historia con Las Vulpes.

‘Zorra’ de postal… ¿o de pastel?

Otra “Zorra” ha saltado a la actualidad estos días: la canción del dúo Nebulossa que venció en Benidorm Fest y, por tanto, representará a España en el festival de Eurovisión de 2024. Loles Vázquez tiene algo que decir a propósito de este tema que a los aficionados de más edad ha hecho recordar su rocambolesca peripecia de 1983.

Eurovisión es un festival casposo y antiguo, y en los últimos años se ha renovado gracias a que ha conseguido atrapar a un público gay y feminista”, señala. “Por lo que he podido ver de este matrimonio [Nebulossa], parece ser que desde 2018 se están presentando a festivales, como el de San Marino, con temas que saben que van a arrastrar a ese sector del público. En el vídeo del tema con el que se presentaron en San Marino [“Anoche”] se veía a dos mujeres besándose”-

“No los conozco personalmente —prosigue—, pero, con ese precedente, y viendo su actuación en Benidorm, con dos hombres bigotudos con un buen culo y todas estas cosas, está claro que saben que eso va a vender. Eurovisión estaba muerto y sus responsables han visto el filón con ese tipo de audiencia. Nebulossa han creado algo comecial para ellos. Es decir, en mi opinión, han pensado más en el público que en: ‘Quiero hacer esta canción para sentirme empoderada’. Más bien: ‘Voy a pensar una canción con la que pueda llegar lejos en Eurovisión o, por lo menos, crear controversia”.

“Yo quito la palabra ‘zorra’ de la letra…, que hay que echarle narices también, ¿eh? Plantarse ahí a nuestra edad y decir lo que dice…, pero si quito ’zorra’ de la letra, para mí lo que dice es muy suave. Aquello que cantaba Rocío Jurado de: ‘Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo’ me parece mucho más fuerte. Eso sí que es empoderarse ante el hombre. Con todos los respetos, porque cada uno es libre de buscarse la vida como quiera, esto, para mí no es más que un producto, que, además, le viene muy bien a Televisión Española para, durante unos meses, tapar otros temas”. Vamos, que para Loles, más que ’zorra de postal’ lo que hemos oído en Benidorm es una ‘zorra de pastel’.

En cualquier caso, para la guitarrista y compositora de Las Vulpes, incluso ya bien avanzado el siglo XXI la música sigue siendo un club de hombres. “No solo en el escenario, sino a todos los niveles. ¿Cuántas periodistas musicales hay? ¿Cuántas fotógrafas que cubren conciertos? ¿Cuántas mujeres dirigiendo discográficas? El machismo está ahí, igual no en comportamientos, pero sí lo que se refiere a la presencia de mujeres en los puestos”.