Cómo Pearl Jam capturó el estado de ánimo de la Generación X

  • La veterana banda de Seattle publica su duodécimo disco, 'Dark Matter', con el que recuperan la fuerza e inspiración de sus mejores tiempos

  • Pearl Jam fue la punta de lanza del 'grunge', el movimiento musical que canalizó el desencanto y la frustración de la juventud de los años 90

  • La última vez que el rock fue (de verdad) antisistema

Que Pearl Jam sigan en pie más de de treinta años después de su debut, cuando la mayoría de las bandas coetáneas que protagonizaron la explosión del rock alternativo de los 90 están desaparecidas en combate, es todo un logro. Que además se mantengan en plena forma a estas alturas de la película es directamente motivo de celebración. El grupo formado por Eddie Vedder, Mike McCready, Stone Gossard, Jeff Ament y Matt Cameron acaba de publicar nuevo disco, 'Dark Matter', el duodécimo de su trayectoria, y casi todo el mundo parece estar de acuerdo: es sorprendentemente bueno. Puede que el mejor que han hecho en los últimos 20 años.

El joven productor Andrew Watt, célebre por haber rejuvenecido a otras leyendas del rock como Ozzy Osbourne, Iggy Pop o los Rolling Stones, ha aplicado también su varita mágica a la banda de Seattle, confiriéndoles un sonido actual y potente, volviendo a situar las guitarras de McCready en primer plano. Temas como 'Scared of Fear', 'React Respond', 'Wreckage' o 'Waiting for Stevie' surtirán de poderosa munición los conciertos de la nueva gira mundial que pasará por nuestro país este verano, y además conectan de un modo frontal con aquel pasado glorioso en el que fueron, con permiso (o sin él) de Nirvana, la banda favorita de la Generación X.

Todo empieza en la mugre

¿Cómo se originó esta conexión entre la juventud de principios de los 90 y ese estilo musical que recibiría el nombre de 'grunge', o, en castellano, mugre? Los nacidos entre 1965 y 1980 formaban una generación crecida y dominada por el consumismo, la televisión y la sociedad de bienestar. Pero también educada en el individualismo y el cinismo. Tenían esa sensación de sentirse frustrados e incomprendidos que, en realidad, tienen todos los jóvenes de cualquier época, pero que alcanzaban una singularidad nueva en un mundo gobernado por las políticas neoliberales, el paro y la falta de futuro.

Había toda una masa de jóvenes que se sentían alienados, en permanente crisis existencial y que se mostraba críticos consigo mismos y con la sociedad que les rodeaba. Había un deje de ironía en su actitud, pero también de tristeza resignada. La solución para toda esa hartura de estar hartos la encontraron en el rock, pero no en el rock divertido, disfrazado y en el fondo inofensivo de los grupos que habían gobernado en los 80 como Bon Jovi, Mötley Crüe o Twisted Sister, sino en el de unas bandas que apostaban por la distorsión, la estridencia y el lirismo atormentado. Contra el glamour hedonista de los leotardos, la laca y los cardados, la austeridad antiestética de las camisas de cuadros de franela.

En realidad todo comenzó en Seattle, lluviosa ciudad del noroeste de EEUU que experimentó un boom industrial muy fuerte en los 70. A finales de los 80 varios muchachos con talento y con la necesidad de encontrar un vehículo a través del que expresar sus frustraciones miraron al viejo punk e incluso más atrás (a Neil Young, a The Who, al blues) para recuperar el valor del riff furioso en una industria sumida en el adocenamiento de la MTV. Bandas como Nirvana, Soundgarden, Alice in Chains y los propios Pearl Jam devolvieron esa sensación de pertenencia a la juventud de principios de los 90 huérfana de referentes propios con los que identificarse.

Una banda con la que te podías identificar

En 1991 'Nevermind', de Nirvana, cambió la reglas de juego, pero solo unas semanas antes también se publicó 'Ten', de Pearl Jam, que a la larga sería el otro gran clásico incontestable que dejaría el 'grunge' para la posterioridad. ¿Qué hizo tan mágica a esta banda para toda una generación? Podíamos hablar de sus letras, que hablaban de suicidios y de depresiones, de colegiales abrumados por el bullying. Del grito airado, casi nihilista de 'Jeremy', 'Even Flow' o 'Alive', canciones que vibraban como si fuera música nueva, a pesar de ser en el fondo tan antigua.

Podríamos hablar de la personalidad de la voz de Eddie Vedder, quizás el mejor vocalista de rock de los 90, capaz de pasar de lo suave a lo frenético, de la calidez al desgarro. Podríamos hablar de su magnética imagen, con su melenaza rizada tan femenina, o del respaldo que ofrecían unos músicos que, a diferencia de aquellos del punk, sí sabían tocar, y lo hacían endemoniadamente bien, sin pasarse en exhibicionismos vacuos. O podríamos hablar de actitud. De integridad artística. De cómo renunciaron voluntariamente a formar parte del circo mediático que se asocia a las estrella del rock y de cómo plantaron cara a Ticketmaster por el precio de las entradas de su conciertos.

Solo los fuertes sobreviven

La mayoría de bandas surgidas al calor del 'grunge' no estaban preparadas para pasar de tocar en el garaje de casa a hacerlo en grandes pabellones. Kurt Cobain reflejó esa inadaptación y ese desencanto mejor que nadie. Su suicidio el 5 de abril de 1994 probablemente fue el principio del fin de todo aquello. El mainstream empezó a mirar hacia otro lado y casi nadie sobrevivió. Pearl Jam, sí. Posiblemente eran más inteligentes que los demás, o supieron cómo evitar que la fama se les subiese a la cabeza, o quizás su música siempre estuvo más cerca del rock clásico que del alternativo y, por tanto, se las arregló para escapar a la fecha de caducidad.

Hoy son una banda clásica que llena estadios, que se caracteriza por no ofrecer dos shows iguales y que ya está por encima del bien y del mal, incluso si algunos de sus últimos movimientos defraudan a sus seguidores más entregados, como los precios escandalosamente altos -140 euros en pista sin gastos de gestión- que se piden por verlos actuar en Barcelona. ¿Se perdió la honestidad? ¿Qué fue del compromiso inquebrantable con los derechos de los fans? Quizás el mundo ha cambiado y las prioridades ahora son otras. Las suyas y las de quienes fueron jóvenes en los 90 y ahora tienen preocupaciones y problemas más mundanos. Quizás convenga mirar a otro lado y simplemente disfrutar de lo que hay.

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