La regla 80-20: qué es y cómo aplicarla en nuestra vida para ser más felices

Gestionar bien el tiempo es esencial para lograr una buena calidad de vida. Existen distintas reglas que ayudan a lograr este objetivo. El movimiento Slow es una de ellas: hacer cada cosa a la velocidad adecuada, ni siempre rápido ni deliberadamente lento.

Otra regla contrastada es la del 80/20, más conocida como la ley de Pareto. Al aplicarla podremos destinar el tiempo preciso para cada actividad. Esta regla parte del concepto de que en nuestro día a día hay diferentes prioridades a las que no hay que destinarles el mismo tiempo o energía. Las personas que no dosifican su tiempo suelen atender lo secundario, dejando de lado lo esencial. Para evitar ese peligro, a principios del siglo pasado un economista italiano llamdo Vilfredo Pareto estableció una regla para separar lo importante de lo urgente.

Pareto dedicó gran parte de su vida a estudiar en qué consistía la productividad, pero no fue hasta 1906 cuando publicó el ensayo en el que revelaba una observación que cambiaría la dinámica de los tiempos de trabajo y descanso: el 20% de la población poseía el 80% de la propiedad.

¿En qué consiste la regla de Pareto?

Lo que conocemos hoy como la regla de Pareto se estudió a fondo 40 años después, a punto de entrar en la década de los 50, por otro economista, el rumano Joseph Moses Juran. El experto decidió testar la regla en varios procesos de productividad para comprobar que el 80% de los efectos provienen del 20% de las causas. La confirmación de la regla supuso una revolución tanto en la economía como en la gestión política: la clave estaba en detectar y priorizar el 20% de actividades que suponen el 80% del valor de una empresa o un sistema político.

Juran reformuló la regla 80/20 como 'la ley de los pocos vitales y los muchos triviales' para mostrar que una proporción pequeña de las causas provoca la mayor parte de los resultados, tanto buenos como malos. En consecuencia, si identificamos esas causas y las gestionamos de manera adecuada, cualquier cosa que hagamos en la vida ganará en calidad. La ley de Pareto, por tanto, puede aplicarse a nuestro día a día.

¿Cómo aplicar la regla a la vida?

Fue Bruce Lee quien anticipaba lo que supone esta regla con la siguiente frase: "No has de acumular, sino eliminar. No se trata de aumentar cada día, sino de disminuir cada día. Cultivarse a uno mismo culmina siempre en la simplicidad". ¿Cómo podemos implementar esta regla a nuestra vida? Los expertos proponen las siguientes recomendaciones:

  • Limpiar de chatarra nuestra agenda. Convertirse en la Marie Kondo del tiempo propio es el primer paso para aplicar la regla. Echemos un vistazo a un día habitual: ¿cómo se reparte lo profesional y lo personal? ¿Cómo nos hace sentir cada actividad? Debemos reflexionar sobre todo o que no nos convenza y esté en nuestra mano eliminar.
  • Indentificar el 20% de calidad. Aquí debemos fijarnos tanto en el entorno profesional como en las relaciones personales. Si identificamos el 20% de amigos que nos hacen felices, deberíamos tratar mucho menos al 80% restante para cuidar al grupo con el que nos sentimos mejor.

Optimizar el tiempo

Pero lo más relevante de la regla de Pareto es que enseña a optimizar el tiempo. Todos nos hemos sentido alguna vez a lomos de un caballo desbocado de actividades. Solemos creer que destinar mucho tiempo a algo es la señal de que estamos haciéndolo bien. Durante muchos años, tener la agenda llena de actividades era indicio de tener una vida plena. Pero la cantidad de tiempo, en sí misma, no es relevante.

Cuando estamo sobrepasados por las obligaciones en una rutina automática regida por la falta de criterio, las exigencias de los otros terminarán dominando nuestro tiempo. Es ahí cuando surgen frases como "No puedo más". En ese escenario, no queda otra que ordenar de nuevo el tablero del ocio y las obligaciones buscando el bienestar de manera responsable y realista. ¿Qué es lo que de verdad puedo hacer? ¿Qué personas y actividades me aportan mi capital de buen humor y energía?

Ahí es donde despliega todos sus beneficios la regla 20/80, una regla que, sin embargo, no es una varita mágica. Por el mero hecho de pensar en nuevas prioridades, nuestros días no se hacen automáticamente más apacibles. En cambio, la constancia y la sabiduría de elegir qué rechazamos o qué incluimos en nuestra vida sí nos sitúa en el camino de la felicidad.