Grabar mi primer disco con 60: "No lo hice antes por falta de confianza"

  • Nunca es tarde para cumplir sueños; a veces es en la madurez cuando uno dispone de tiempo y confianza.

  • Chavi García Maynar (60) aprovechó el confinamiento para subir a YouTube sus canciones, que ahora se publican en un CD.

  • Si compartes sus inquietudes musicales, te damos las claves para que grabes un disco por tu cuenta.

Nos han metido en la cabeza que en la música hay que empezar muy joven. La precocidad, en dicha materia, se admira: ¡con qué algarabía celebramos que Steve Winwood ingresara en el Spencer David Group con 14 años! Programas para jóvenes talentos, de millonarias audiencias, lo alientan, por no hablar de esa factoría de ídolos pubescentes que es Disney. Publicar un primer disco con más de 50 años es, por tanto, una rareza que cortocircuita conceptos establecidos. Pero las cosas en la vida no suceden tarde o temprano, sino cuando tienen que ocurrir. Chavi García Maynar, que acaba de estrenarse en el mundillo discográfico con 60 años ("recien cumplidos", matiza), sabe que es así, porque lo ha experimentado en sus carnes.

"Si no lo hice antes fue probablemente por falta de confianza, de oportunidad y de tiempo", nos dice desde su casa de Zaragoza. "Ahora todo eso lo tengo, y sé que toco mejor la guitarra que cuando tenía 20 años. Si no lo hago ahora, ¿cuándo voy a hacerlo si no?". Casado, padre de tres hijos ya mayores (entre los 31 y los 26 años), cartógrafo de profesión (desde hace dos años, desempleado), ha dedicado los últimos meses a dar forma a su primer disco, un mini CD de seis canciones que publica el sello maño

Discos del Amor y del Odio.

"Es la realización de un sueño", sentencia. "Era una aspiración que tenía desde siempre, y pensaba: 'Algún día tendré la oportunidad, aunque tenga que pagármelo yo'. Ahora, con el apoyo de la gente, de mi familia y amigos, que me dijeron que las canciones les gustaban, me animé. Me siento muy feliz y realizado, en el sentido de que he podido hacer algo que siempre deseé".

Pese a los vaivenes singulares de la historia de Chavi, cualquiera puede identificarse con ella. Es perfectamente extrapolable a otros ámbitos de la creación. Su afición por cantar y tocar la guitarra data de su más tierna juventud, aunque durante décadas solo la expresó en entornos íntimos. Reuniones familiares, comidas y sobremesas con amigos servían de excusa para que desenfundara su instrumento y desgranara versiones de cantautores. Pero sus obligaciones paternas y laborales ceñían su inquietud artística a la categoría de hobby. "Ahora es cuando me siento más liberado y es cuando he tenido la ocasión de volver a coger la guitarra, de dedicarle más tiempo, de aprender", explica.

Fue precisamente el hijo de unos amigos, conocedor de sus notables aptitudes, quien le animó a presentarse a una noche de open mic ("micrófono abierto": veladas en las que cualquiera puede subirse al escenario) en un bar de su ciudad. Chavi accedió y se inscribió. "Pensé: 'Bueno, así me voy quitando el corte'", recuerda. La juvenil clientela del local constituyó el público de su debut. "Pedí ser el primero; tocar a las nueve de la noche, cuando el bar todavía estuviese vacío. Me da mucha vergüenza tocar en público. Pero esa actuación, y otras posteriores, me animaron a preparar mis primeras canciones originales".

De YouTube al estudio de grabación

En marzo de 2020, confinado y sin trabajo, se atrevió a subir vídeos a YouTube con hogareñas adaptaciones de sus temas favoritos. El primero (27 de marzo) fue Canción del elegido, de Silvio Rodríguez; le siguió Daiquiri blues, de Quique González, y más tarde, piezas de Luis Eduardo Aute, Pablo Guerrero, Hilario Camacho, Joaquín Sabina… "A lo mejor si no se hubieran dado las circunstancias del confinamiento no lo habría hecho", admite. "Los subía por entretenerme y por entretener a mis amigos: luego movía los vídeos por Facebook. Los grababa con mucha vergüenza y escasos medios. Mis hijos, cuando vieron el primero, me dijeron: '¿Y esa luz? ¡Estás practicamente a oscuras!'. Les respondí: 'Es que ni sé grabarlos, ni tampoco quiero que se me vea mucho…'. Poco a poco fui aprendiendo y así pasé el confinamiento".

Para tratarse de un músico desconocido a quien solo seguían allegados, los vídeos no tuvieron mala aceptación. El primero sumó 254 reproducciones; el segundo dobló esa cantidad. Estimulado por la respuesta, el 24 de abril se aventuró a subir una composición propia, Conseguir que el mundo gire. Tuvo mejor acogida que todas las anteriores, rozando las mil visualizaciones.

Entre quienes aplaudieron su flamante canción estaba su hermano pequeño, Santi Rex, cantante de Niños del Brasil, banda de rock gótico electrónico que despuntó en la vibrante escena zaragozana de finales de los ochenta y primeros noventa (su primer guitarrista fue Bunbury). Cuando Santi le manifestó su aprobación, Chavi respondió: "Pues tengo alguna canción más, y me gustaría grabarlas". "La intención -recuerda ahora- no era grabar un disco: era hacer una grabación decente, más profesional. Había empezado a mirar algún estudio. Santi me animó a pulirlas, y me invitó a grabarlas en el estudio de Nacho Saldaña, exguitarrista de Niños."

"Me pidió mi opinión sobre el primer vídeo de una canción propia", evoca Santi Rex. "Como que no estaba muy seguro de colgarlo. Le dije: '¿Esto es tuyo? ¡Pero si es mucho mejor, como canción y como vídeo, que otros que has colgado!'. Le propuse grabarlas en el estudio de Nacho, en ratos libres. Como tampoco había mucho más que hacer en la pandemia…".

Como la mayoría de personas del entorno de Chavi, Santi sabía que a su hermano le gustaba cantar y tocar en petit comité, pero ignoraba por completo que también escribiera canciones. "Ha tenido un vida muy ajetreada, con tres críos seguidos. ¡Y los tres, chicos! Cuando iba a su casa no había más que pilas de ropa limpia por todas partes. Ahora que están fuera de casa, es cuando ha tenido tiempo", dice Santi. "Yo me enteré de su lado creativo a raíz de coincidir con él en un concurso de open mic al que me habían convocado como jurado. Y resulta que a ese concurso se había presentado mi hermano: yo no tenía ni idea. ¡Y todo el mundo le conocía!"

Generación 'reciclaje'

Pisar por primera vez un estudio de grabación y someterse a los rigores de la técnica digital supone un desafío para cualquiera; pero Chavi afirma que se adaptó maravillosamente al medio y disfrutó mucho de las sesiones. "A veces nos falta confianza: creemos que hay cosas que, aunque queramos, no vamos a ser capaces de hacer", razona. "Los de mi generación nos hemos acostumbrado a reciclarnos constantemente. Hemos tenido que pasar de lo analógico a lo digital… Yo pasé de hacer cartografía a mano a aprender a hacerlo con herramientas digitales. En la música ha sido similar". Ahora se ha fijado un nuevo objetivo: "Ojalá empiece a animarse el panorama de conciertos: tendré que plantearme la siguiente fase".

Conexiones familiares le han permitido a Chavi García cumplir su deseo de toda una vida, pero los avances tecnológicos revalidan la filosofía del do it yourself y facilitan que en la actualidad cualquiera pueda grabar un disco. De hecho, las grabaciones domésticas son hasta cierto punto muy apreciadas, sobre todo en la esfera de la música independiente.

Háztelo tú mismo

El software que utilizan los estudios profesionales, ProTools, cuenta con una versión básica para estudiantes y principiantes (Pro Tools First), gratuita. Versiones más avanzadas pueden descargarse desde 27 euros al mes (si se realiza una suscripción anual). Descargárselo para siempre y olvidarse de renovaciones cuesta 559 euros. Esta herramienta transforma la pantalla de tu ordenador en una mesa de mezclas al estilo tradicional, con dos interfaces principales: en una se van volcando las grabaciones de las diferentes pistas (voz, bajo, guitarra…), de manera que pueden editarse (por ejemplo, si un golpe de batería entra tarde, puede cortarse y arrastrarse con el ratón para que vaya donde debe); en otra, se controla cada una de las pistas (volumen, efectos, ecualización…). Cuando se considera que cada instrumento suena como tiene que sonar mezclado con los demás, se graba el resultado, se descarga en formato .aif o .mp3… Y ya tienes tu canción.

Ahora que apenas se venden discos físicos, la mayoría de artistas noveles deciden publicar su música solo en formato digital. La tendencia actual, además, es subir canciones de una en una (no un álbum). Que tu canción aparezca en las plataformas de streaming (de Spotify a Tidal y Apple Music) y esté disponible en audio para Instagram o TikTok es algo para lo que tampoco se necesita ayuda externa. Servicios de distribución independiente de música digital como Distrokid, con sus correspondientes portadas. A los pocos días ya pueden escucharse en las plataformas. El 100% de los beneficios que generen serán reembolsados al autor.

Este sistema habilita a cualquiera a producir y difundir su propia música por un precio asequible, pero no está exento de limitaciones. Se salta algunos pasos y puentea diversas funciones, pues el intérprete y/o autor asume todas las tareas. No es infrecuente que la grabación embrionaria pase por un estudio profesional, donde un ingeniero de sonido le dará lustre y cuerpo. Pueden combinarse pistas caseras con otras realizadas en el estudio (no es lo mismo grabar tu voz con los ladridos del perro de tu vecino de fondo que en una cabina insonorizada). Para pequeñas producciones, pueden contratarse estudios (con sus ingenieros) por 25 o 30 euros la hora. No es posible determinar el coste de los servicios de un productor, pues varía en función de su prestigio, del volumen de canciones, su nivel de implicación (no es lo mismo un productor a secas que un productor/arreglista) o de si su labor ya está incluida en la reserva del estudio.

Por último, seguramente nos gustará que esas canciones creadas con tanto esmero sean conocidas por alguien más que por nuestros parientes y lleguen a cuanto más público mejor; a ese cometido se consagran especialistas en promoción, que darán la turra a locutores de radio y periodistas para que se hagan eco del lanzamiento y agitarán redes sociales a discreción. Generalmente se les contrata por un periodo de tiempo (de tres meses, por ejemplo), y los más modestos cobran unos 500 euros. Profesionales con largo recorrido en discográficas (y gruesa agenda de contactos) destacan como excelente opción.