Semana Santa 'arty': conoce los Cristos de las procesiones que son obras de arte estudiadas

  • Hay miles y miles de esculturas de Jesús, pero algunas son verdaderas obras de arte que no puedes pasar por alto

La Semana Santa es una de las festividades que más se viven y se sienten en España. Si hay algo que destaca son sus procesiones, pero más allá del sentido religioso que tienen, muchos de los pasos que salen a las calles son verdaderas obras de arte. Seguro que alguna vez te has quedado prendado con la belleza de las tallas, por eso en Uppers te hacemos una lista de algunos de los Cristos más bellos de nuestra Semana Santa, con su historia y lo que representa cada uno. ¿Quieres saber más?

El Cristo de Medinaceli

Este Cristo data de la primera mitad del siglo XVII y mide 173 centímetros. Fue tallado en Sevilla, pero a día de hoy no está clara su autoría, para llevarlo a la colonia española en el norte de África de Mámora. Cuando la colonia cayó, la imagen de Jesús fue llevada a la ciudad de Mequínez, donde fue arrastrada por las calles para mostrar el odio a la religión cristiana. Se dice que varios religiosos mediaron con el rey de Marruecos para recuperar al Cristo, y tras hacerlo, llegó a Madrid en 1682, con la fama de ser una imagen milagrosa.

Su nombre viene porque durante un tiempo, esta representación de Jesús se instaló en una capilla cedida por el Duque de Medinaceli. Durante la Guerra Civil, para protegerla de los bombardeos de Madrid, se traslada por varias ciudades e incluso llega a ser expuesta en el Palacio de las Naciones de Suiza, hasta que en 1939 regresó a Madrid.

El Cristo de la Buena Muerte

También es conocido como el Cristo de Mena, la obra original es del escultor granadino Pedro de Mena, que data más o menos de 1660, pero fue destruida en 1931. La que hoy en día se puede ver en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán es una figura esculpida por Francisco Palma Burgos en 1941, que realizó inspirándose en la original.

Esta escultura que sale en procesión durante el jueves Santo, representa a Jesucristo crucificado. En su rostro ya se aprecia la muerte, por donde cae la sangre desde la corona de espinas. Es en su totalidad una pieza a la que admirar, porque impresiona e impacta de la manera en la que está hecha, y más aún cuando sale al paso cada año sobre los hombros de La Legión.

El Cristo de los Faroles

Así se llama popularmente al Cristo de los Desagravios y Misericordia que se encuentra en la plaza de Capuchinos de Córdoba, uno de los monumentos más visitados del casco histórico de la ciudad. La escultura de mármol blanco fue hecha en 1794 por el escultor Juan Navarro León, que la posicionó sobre una cruz negra rodeada de 8 faroles, de ahí su famoso nombre.

Este Cristo está envuelto en una leyenda popular que dice que, cada noche cuando daban las doce, se escuchaban los pasos de un hombre encapuchado por la plaza que se acercaba hasta el Cristo de los Faroles. Se cuenta que ese hombre era un soldado que tras ser asaltado, despertó frente al Cristo y desde entonces se acercaba para darle las gracias por salvarlo. Curioso, ¿no?

El Cristo de los Gitanos

Así se conoce a Nuestro Padre Jesús de la Salud en Madrid, esculpido en 1996 por Ángel Rengel López con madera de cedro real. La imagen representa a Cristo cargando con la cruz al hombro. Precisamente, es la hermandad de los Gitanos quien saca en procesión al Santo cada miércoles Santo por las calles de Madrid.

Su piel es más oscura a lo que las otras esculturas de Jesucristo acostumbran a estar y sus rasgos faciales similares a los del pueblo gitano, le dan su nombre. Cada año, cientos y cientos de madrileños se acercan hasta el centro de la ciudad para admirar su paso por las calles entre aplausos.

El Cristo Redentor

No se puede hablar de esculturas sobre Jesús sin nombrar esta. Aunque no está en España, es el Cristo más famoso del mundo desde que se inauguró en 1931. Miles de personas visitan cada día al Cristo Redentor en Río de Janeiro, considerado una de las siete maravillas del mundo.

Los más de 30 metros de alto de escultura fueron obra del francés Paul Landowski, mientras que del rostro se encargó el rumano Gheorghe Leonida. Cada día miles de peregrinos se acercan a observar tal obra de arte, mientras los turistas admiran su grandiosidad. Porque una cosa es verlo en fotos, pero otra muy distinta plantarse ante ella y observar su majestuosidad.

Cada Cristo tiene su historia y representa un pasaje distinto de la vida de Jesús. Están envueltos en curiosidades que los hacen más interesantes más allá de su significado católico. Es historia y es arte, y no nos queda otra que admirarlos como las grandes obras que son.