"Le saco 20 años y nos va de maravilla": casos de éxito de hombres y mujeres con parejas más jóvenes

  • Germán (54) y Lourdes (56) nos cuentan cómo afrontaron las reticencias sociales latentes

  • Una psicóloga experta en relaciones aporta claves para que salga bien

En la pasada ceremonia de los Globos de Oro, el presentador, Ricky Gervais, bromeó sobre la tierna edad de las parejas de Leonardo Di Caprio (45 años), a propósito del extenso metraje de la película 'Érase una vez en Hollywood (2019)': "Asistió al estreno y, cuando salió, su novia era demasiado mayor para él". El salto generacional en las relaciones está a la orden del día en el mundo del cine —como bien reflejó Billy Wilder en 'El crepúsculo de los dioses (1950)'— y la jungla del rock and roll —que se lo digan a Mick Jagger— pero no es exclusivo de las estrellas. Todos conocemos el dicho "el amor no tiene edad", y nadie está a salvo de pillarse por una persona a la que saca veinte años. Lo cual puede tener sus ventajas (sí, esas en las que estás pensando), pero también inconvenientes: es probable que alguien más joven, de una generación anterior, posea gustos y hábitos que choquen con los de una persona madura.

Cuando conocemos a una persona, valoramos positivamente el hecho de que tenga cosas en común con nosotros. Las relaciones se sostienen con las experiencias comunes: los viajes, las cenas con amigos, las clases de baile… Pero ¿qué ocurre si a nosotros nos gusta disfrutar de óperas de Wagner en el Teatro Real y nuestra joven pareja se pirra por acudir al próximo concierto de Bad Bunny? ¿Y si nuestro plan ideal para una noche de sábado es quedarnos en casa viendo una peli de Bergman y a nuestra media naranja lo que le gusta es salir a bailar hasta las cinco?

La ciencia lo ha estudiado, y decreta que son escollos muchas veces insalvables: está demostrado que las parejas en las que hay una diferencia de edad abultada duran menos. Según un estudio de 2014 de la Universidad de Emory (Atlanta, EEUU), que analizó a 3.000 matrimonios, aquellos en los que solo les separa un año tienen solo un 3% de posibilidades de divorciarse. Cuando aumenta la brecha de edad hasta los cinco años, la posibilidad de divorcio se incrementa hasta el 18%. Una diferencia de 10 años augura un 39% de probabilidades, y una brecha de 20 años aboca a un fatídico 95% de posibilidades de separación.

Para evitar un desenlace fatal, una norma básica es reforzar las confluencias; aquellos aspectos que de verdad unen. "Sin duda cuando yo me enfoco en lo positivo, es más probable que me sienta bien que si me enfoco en lo que nos separa. En una relación en la que ocurren cosas buenas y malas, tengo que analizar si me compensa. Al final son acuerdos. No hay nada escrito acerca de cuál es la pareja perfecta. Si son diferentes pueden ser complementarios, pero también pueden ser iguales para llevarse bien", expone la psicóloga Rosana Pereira, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

También es bueno pensar que esas discrepancias pueden ser transitorias. "Las relaciones van cambiando, pasan por etapas y van evolucionando", afirma la terapeuta. De lo que cada uno busque en la relación dependerá que tenga más o menos paciencia. "Aquellos que creen en el amor eterno, se adaptarán a todo lo que venga; quienes creen que solo deben tener una relación cuando están en determinado nivel pasional, irán rompiendo parejas para estar siempre en esa etapa", añade.

Germán, de 54 años, está casado desde hace tres con Paloma, de 32; se consideran afortunados, porque entre ellos apenas hay desavenencias. Él es ingeniero agrónomo; ella, abogada. Se conocieron inspeccionando terrenos para su expropiación por parte de una compañía eléctrica. En las horas que pasaban juntos en un Land Rover surcando laderas empinadas y firmes embarrados se dieron cuenta de que se gustaban y compartían un intenso amor por la naturaleza.

"Conectamos tan bien desde el principio —dice Germán— que no éramos conscientes de la diferencia de edad. Paloma es una mujer muy madura pese a su juventud. He conocido chicas de mi quinta que no estaban tan centradas". Pasó poco tiempo antes de que decidieran irse a vivir juntos, y el anhelo de casarse y tener hijos brotó en ellos al unísono (ya tienen dos). Ambos buscaban lo mismo: estabilidad, una vida sin estridencias, vacaciones en el campo. Para rematar su total sintonía, tanto Germán como Paloma poseen inquietudes artísticas: él toca el piano; ella pinta acuarelas.

Su entorno percibió instantáneamente esa conexión y aplaudió la relación. Pero no siempre ocurre de ese modo. Los tópicos de "asaltacunas", "viejo verde" y "podría ser tu hija" empiezan a desdibujarse, pero aún decoran algunas mentes. Las reticencias de familiares, amigos y compañeros de trabajo pueden ser más vivas cuando el romance es inverso: mujer mayor que sale con un hombre mucho más joven. Ese prejuicio puede estar anclado, según la psicóloga Rosana Pereira, en creencias atávicas: "Es más probable que un hombre mayor pueda procrear con una mujer joven; igual a los genes no les importa. Al contrario es más complicado. Puede que a nivel genético, biológico o como quieras llamarlo eso tenga una justificación".

Cuando Lourdes, publicista de 56 años, empezó a salir con Juanjo, realizador audiovisual 20 años más joven, las personas afines a ella no lo entendieron a la primera. "Más que rechazo —dice Lourdes—, sentí que generaba desconcierto. Mis amigas me preguntaban: ¿qué puedes tener en común con un treintañero? También les intrigaba qué le había gustado a él de mí, como si a mis cincuenta y tantos ya hubiera perdido todo mi potencial de atracción. Era una especie de confusión mezclada con envidia, supongo". Les va muy bien, algo que Lourdes atribuye al amplio margen de independencia que se otorgan mutuamente.

Podemos hacernos inmunes a las opiniones de los demás con dos sencillos pasos, de acuerdo con la psicóloga Rosana Pereira. Uno, estar preparado para las críticas. "Hay que asumir los conflictos que va a suponer. Yo no puedo pretender que porque he elegido a una persona mucho menor que yo, los demás tengan que aceptarlo porque sí; igual soy yo la que tiene que asumir que voy a aceptar que los demás no lo entiendan". El segundo, enarbolar la asertividad. "No podemos controlar lo que los demás van a pensar. De modo que lo ideal sería mantener una postura del tipo: 'A ti te puede parecer mal que esté con esta persona, pero es mi decisión y lo hago porque me va bien'. Hay que saber mirar hacia delante con independencia de lo que opinen los que tengo alrededor", recomienda.