Vivir mejor que tus padres pero peor que tus hijos: ¿funciona realmente el ascensor social?

  • Pablo Simón analiza esta semana cómo la mejora social que han tenido los boomers es difícilmente repetible en la historia

  • El 45% de los españoles piensan que sus hijos vivirán peor que ellos. Entre los jóvenes, el pesimismo se dispara al 70%, según una encuesta del instituto Gallup

  • La idea es más compleja ahora que en los ochenta: ¿Has logrado progresar en la posición social que tenían tus padres?

Uno de los grandes motores del desarrollo humano es la idea de progreso, un legado paradigmático de la Ilustración. No es casual que las grandes ideologías que son sus herederas como el socialismo, el liberalismo, el anarquismo o el nacionalismo imaginaran un futuro mejor, un progreso desde el imperfecto presente, una vez fueran puestas en práctica.

Una de las plasmaciones efectivas de esa idea es la movilidad social. El concepto sociológico es relativamente sencillo de entender; fruto de tu esfuerzo y de tu mérito. ¿Estás consiguiendo mejorar tu posición social a lo largo de tu vida?. O, cuando hablamos en agregado: ¿has logrado progresar en la posición social que tenían tus padres?

Cambio de clase social

Los sociólogos clásicos, como Erikson y Goldthorpe, tendían a medir esta última cuestión con el cambio de clase social entre generaciones. Por ejemplo, si sus abuelos eran pastores o pequeños tenderos y ahora usted es un directivo o un profesional cualificado, es indudable que ha habido una movilidad social ascendente en su familia.

Por supuesto, también puede haber casos de movilidad descendente si se ceden posiciones, aunque la evidencia empírica dice que es más infrecuente – por ejemplo, un informe del Banco de Italia demuestra que en Florencia el apellido que lleves te protege de la pobreza desde hace quinientos años.

En España la percepción que se tiene sobre la movilidad social es ambivalente. La última encuesta que hay sobre este tema es de 2022 y fue realizada por el instituto Gallup. Según sus datos, el 45% de los españoles piensan que sus hijos vivirán peor que ellos, el 30% que mejor y el 19% que igual. Entre los jóvenes, el pesimismo se dispara al 70%.

Por tanto, no podemos decir que haya una visión muy esperanzadora del futuro. Sin embargo, merece la pena entrar en esta discusión con más detalle dado que en la misma encuesta se indica que el 62% de los españoles piensan que viven mejor que como hicieron sus padres a su edad. ¿Es esto una paradoja? En realidad, no tanto.

El primer elemento fundamental es comparar entre generaciones en el mismo punto para separar el grano de la paja. Los datos disponibles en la Luxemburg Income Database nos permiten hacer una aproximación y el resultado en ese sentido es claro: cada generación de jóvenes españoles nacida tras la guerra civil es más rica que la anterior.

Esto es lo normal y consustancial en cualquier sociedad que se moderniza y se desarrolla. Mejora la tecnología, los cuidados médicos, la salubridad, las condiciones de trabajo… Las durísimas condiciones materiales de los jóvenes en los 40 o 50 quedaron muy atrás (por fortuna).

Por lo tanto, se puede concluir que hoy día un joven nacido a partido de los años 2000, en promedio, es infinitamente más rico en recursos, ingresos o formación de lo que eran sus padres y abuelos con su edad. Salvo que haya catástrofes de algún tipo o seas un joven en Ucrania o Palestina, esto es lo habitual. La intuición de los españoles en esto no está equivocada.

La generación con más movilidad de la historia

A partir de aquí, lo interesante es poner la película en movimiento y tratar de ver cómo ha progresado la movilidad en cada generación a lo largo del tiempo (al margen del punto de arranque). En este punto aflora una diferencia fundamental y es que la generación que más movilidad social a vivido a lo largo de su vida es la del baby boom, la cual corresponde en nuestro país, aproximadamente, a los nacidos entre 1958 y 1975.

La razón para ello es que se beneficiaron de un proceso único y difícilmente repetible: la apertura, industrialización y modernización de España. Algo más tardíamente que en el resto de Europa, eso supuso que todo el mundo pudiera mejorar al margen de su posición social inicial. Algo de estudios o idiomas abrían oportunidades sin límite en un país en el que todo estaba por hacer. Más que un ascensor social, toda una generación se benefició de un montacargas.

Cuando este proceso de cambio estructural se ha detenido, los que vinieron detrás no han podido disfrutar de dicha movilidad. Es más, tanto la Gran Recesión como la crisis de la Covid-19 han sido un severo golpe que ha truncado la movilidad de las generaciones jóvenes justo cuando tenían que comenzar a despegar.

Tal lógica no es una exageración cuando el 27,8% de los niños, niñas y adolescentes viven en situación de pobreza monetaria, lo que sitúa a España con los niveles más altos de pobreza infantil de toda la Unión Europea. Por lo tanto, también tiene sentido que los españoles sean pesimistas sobre el devenir futuro de sus hijos. Un hecho, por cierto, que se acentúa entre las familias con menos recursos. Se ha comprobado en la práctica que no bastaba con estudiar y esforzarse para progresar.

No al enfrentamiento entre generaciones

Quizá la buena noticia sea que el futuro está por escribir. Nada hace inevitable que las generaciones jóvenes no puedan emular el desarrollo de la de sus padres o abuelos. Ahora bien, hay dos condiciones pendientes.

La primera es dejar la retórica absurda del enfrentamiento entre generaciones y pensar en el desarrollo de los jóvenes como algo que nos da beneficia a todos. Y segundo, no menos importante, abandonar el halo de pesimismo que hay sobre el futuro. Si no acaba paralizando sólo servirá para que la imposibilidad de progresar en las nuevas generaciones sea una profecía auto cumplida.   

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