El invierno es la época del año en la que más cuesta ponerse manos a la obra para hacer deporte. El frío, el viento, la lluvia o la nieve ponen en jaque a los más comprometidos con la actividad física, pero las excusas se acaban cuando tu pasión no sólo puedes llevarla a cabo al aire libre sino también en interior.
Es el caso de los amantes de la escalada, que en los meses más fríos del año tienen complicado practicar su deporte favorito en el exterior, pero que ya cuentan con centenares de rocódromos para dar rienda suelta a cada línea que se les pase por la cabeza.
La escalada hace trabajar todo el cuerpo, desde los brazos y las piernas hasta el tronco, además de desarrollar la fuerza, la flexibilidad y la resistencia. De hecho, es un deporte accesible a cualquier edad y buena prueba de ello es Juan Carlos Velasco, un loco de la escalada que con 51 años acude a diario al rocódromo.
“Yo cada día voy a escalar después de trabajar. Lo necesito. Si me quedo en casa me duele el cuerpo más y psicológicamente estoy peor”, nos explica un Juan Carlos que no es precisamente nuevo en esto: “Ahora tengo 51 años, pero con 14 ya comencé a tocar las primeras cuerdas y a volver un poco loco a mi padre para que llevara aquí y allá. Con 16 gané el primer campeonato de España de escalada en roca”.
Juan Carlos hizo un parón de más de dos décadas en los que no tocó ni una cuerda, pero retomó su pasión con más ganas que nunca. “Con 21 años me casé y paré de escalar, aunque era una fiera que escalaba lo que me echaran. No volví hasta que me separé a los 45. Fue entonces cuando cambié la escalada en roca por el bloque por el buen ambiente que hay, por estar con más gente y porque sé que si me caigo no me pasa nada. La realidad es que no puedo faltar ni un día al trabajo pero no quiero dejar de escalar tampoco un solo día así que es la solución perfecta para mí”.
La escalada es un deporte que pone a prueba tu capacidad para resolver problemas, tu concentración y tu atención, además de fomentar la resiliencia y la capacidad para superar obstáculos. Todo ello está en el día a día de Juan Carlos: “En este deporte te tienes que olvidar de todo lo demás, sólo puedes pensar en lo que estás haciendo. Por eso me gusta tanto, me ayuda a evadirme. Nada más empezar el bloque tienes que poner todos tus sentidos en eso porque si no no despegas del suelo. Si piensas en que has discutido con tu mujer no agarras la segunda presa. En la escalada la mente y el cuerpo tienen que ir al unísono”, explica.
De vez en cuando los despistes y el no tener los cinco sentidos en la escalada le han jugado malas pasadas: “Me ha pasado de todo. He tenido momentos muy feos, quedándome colgado una noche sin frontal ni nada, ‘vuelos’ feos o aventuras complicadas en cuevas porque no había otro sitio donde quedarse”.
Juan Carlos ahora prefiere el rocódromo a la roca. “Cuando empecé a escalar no había más que cuatro o cinco locos que hacíamos escalada. Entonces era un deporte muy arriesgado. Yo soy adicto a la adrenalina, pero con 51 años ya no tengo necesidad de ir hasta el extremo. Ya estuve en la primera línea y ahora me toca hacer otras cosas. Por eso empecé a escalar en bloque, en rocódromos. Ahí pienso que si me caigo, alguien me recogerá. Me dicen que voy como loco, pero la verdad es que yo creo que escalo muy concentrado y controlado”.
La veteranía, y más en el caso de Juan Carlos, cuya profesión de encofrador le obliga a estar en una excelente forma física, es un punto a favor cuando te enfrentas a un bloque. “La edad no importa en absoluto. En el roco donde voy, a los más veteranos nos llaman ‘los abuelos pro’ cariñosamente. Hay mucha diferencia entre escalar siendo un chaval y hacerlo con 50, aunque con 50 eres más inteligente y sabes aprovechar mejor tus habilidades”.
El auge de la escalada en España es algo palpable en cualquier rincón, pues ya hay alrededor de 350 rocódromos repartidos por la península, con Madrid y Cataluña a la cabeza como comunidades con más instalaciones de este tipo (ambas superan el medio centenar).
Y la tendencia en el sector es a seguir creciendo. No en vano, Juan Carlos se topa con gente joven a diario. Cada vez más. “Los jóvenes me entienden y me piden consejos. Al principio llegaban y no les dolía nada después de escalar porque no forzaban lo más mínimo los músculos ni las articulaciones. Ahora lo hacen y progresan, aunque también se lesionan más. Siempre digo a los que están empezando que tienen que ir poco a poco, acostumbrando al cuerpo, a los tendones, a esta actividad. Cuando vas mejorando tu cuerpo, también mejora tu técnica y tu capacidad”.
Él, en cualquier caso, no limita la escalada y abre las puertas a cualquiera que busque un nuevo deporte que practicar: “La escalada es un deporte perfecto, espectacular para empezar a la edad que sea. A los 50 es un buen momento porque el comienzo no es muy exigente a nivel de fondo físico. Cada uno adecúa la escalada a sus características y capacidades”.
Eso sí, advierte al personal. “La gente joven me ve escalar y piensan que pueden hacer cosas para las que aún no están capacitados. Piensan que por ser mayor tienen que ser capaces de hacer lo mismo y lo único que hacen es perder el día por no ir a su nivel. En los rocódromos no puedes entrar a saco, tienes que ser listo y descansar de vez en cuando. Si vas a tope desde el primer minuto te revientas y te aburres”, explica.
Para los que no entienden la escalada en el interior, Juan Carlos propone una reflexión: “La gente joven tiene hambre de roca, pero yo ya hice todo lo que tienen ellos por delante. Yo me lo paso bien en el rocódromo, me pongo fuerte, me divierto, estoy sano… Además, el roco puede llegar a ser tan duro o más que la roca”.
También tiene claro que el hecho de tener los mismos bloques y las mismas presas no significa que un rocódromo ‘se acabe’: “Un mismo bloque tiene mil combinaciones diferentes. Puedes eliminar piezas, limitarte los movimientos… Cuando la gente dice que no hay nada nuevo en un rocódromo es que no lo ha analizado bien porque cada bloque se puede encarar de muchísimas formas distintas”.
Tanto es así que Juan Carlos escalará mientras el cuerpo se lo permita. Y cree que aún se lo va a permitir muchos años… “Estoy seguro de que me duele el cuerpo menos a mí que a alguien sedentario. Creo que hasta los 70 podré escalar y, si no tengo nada raro, seguiré más. Ojalá pueda escalar hasta mi último día pero si no puedo iré a sentarme al roco a ver a la gente escalar, que también me encanta”, concluye.