El científico que estudia lo que ven las personas justo antes de morir: "Evocan a los que han amado"

El estadounidense Christopher Kerr era un médico como muchos otros, especializado en cardiología y doctorado en neurobiología, hasta que en 1999 decidió cambiar de rumbo tras ser testigo de cómo una de sus pacientes, al borde de la muerte, tenía una visión profundamente intensa y real de su primer hijo fallecido al nacer. Desde entonces decidió dedicarse a estudiar las experiencias finales de los pacientes terminales. Hoy es una de las principales autoridades mundiales en el estudio de estos fenómenos.

Los sueños y visiones de seres queridos desaparecidos hace décadas que muchas personas experimentan antes de la muerte no son producto de un deterioro cognitivo, según Kerr. Estos pacientes no tienen pensamientos confusos ni incoherentes, aunque su salud física esté muy mermada. Y normalmente traen una sensación de paz, de bienestar. Sin embargo, muchos médicos interpretan estos fenómenos como alucinaciones o delirios inducidos por los fármacos. Kerr, intrigado, decidió iniciar un estudio sobre ello en 2010.

Sueños vívidos y transformadores

El doctor comenzó a recopilar y grabar testimonios dados directamente por los moribundos. A lo largo de 10 años, él y su equipo de investigación registraron las experiencias al final de la vida de 1.400 pacientes y familiares. Descubrió que más del 80% de sus pacientes, sin importar condición origen o edad, tuvieron experiencias al final de la vida que iban más allá de ser sueños extraños. Eran vívidos, significativos y transformadores. Y eran más frecuentes cuanto más cerca de la muerte estaban.

¿Quiénes protagonizan estos sueños? "Hay una especie de proceso de edición, por lo que tienden a centrarse en las personas que los amaban y protegían, las personas que eran más importantes. Evocaban a quienes han querido y han perdido. Y a veces pueden ser uno de los padres pero no el otro. O un hermano pero no el otro", explica el propio Kerr en una entrevista en BBC Mundo. Aunque el 12% de los encuestados describieron sus experiencias como "angustiosas" o "incómodas", algunas también fueron de las más transformadora o significativas. De alguna manera, en ellas se aborda cualquier herida vital que se lleve a cuesta.

Curiosamente, hay diferencias entre cómo perciben estos fenómenos los niños y los adultos. "Los niños lo hacen mejor, porque no tienen los filtros que tienen los adultos, hay una apertura. No trazan fronteras entre lo imaginario y lo real. Tampoco tienen conceptos de mortalidad, por lo que viven el momento, no piensan en términos de secuencias de eventos y finales", indica el doctor.

Una explicación innecesaria

Kerr admite que no es religioso y que en sus investigaciones siempre ha procurado no interpretar estas experiencias más allá de la muerte, ser lo más objetivo posible, pero asegura que no puede explicar su origen. En cualquier caso, comprender este mecanismo no es lo más importante. "Fui testigo de casos en los que lo que estaba viendo era tan profundo y el significado para el paciente era tan claro y preciso, que casi me sentí como un intruso. Tratar de descifrar la etiología, la causa, parecía inútil (...) Me parecía equivocado intentar medicalizar algo en lo que realmente no me correspondía interferir, que era personal en la vida de esa persona".

Temas