Daniel Goleman, sobre las falsas maneras de estar bien: "La serenidad tiene un lado peligroso"

  • En 'Óptimo', el creador de la inteligencia emocional nos explica cómo tener un gran día todos los días

  • "Un día óptimo es ese en el que nos sentimos bien, nos sentimos comprometidos con el trabajo que realizamos y estamos conectados con la gente que nos rodea"

  • "El mejor indicador de inteligencia emocional de una persona es cómo nos hace sentir"

A sus 77 años, Daniel Goleman está considerado el padre de la inteligencia emocional. Este doctor en psicología por Harvard y periodista de The New York Times saltó a la fama en 1995, tras la publicación del best seller homónimo. La prueba de que las emociones son la asignatura pendiente de nuestra sociedad es que en todo el mundo se han vendido cinco millones de ejemplares de este clásico, aún hoy indispensable en la biblioteca de cualquier terapeuta. Goleman acaba de publicar junto a Cary Cherniss 'Óptimo' (Kairós), una propuesta para tener todos los días el mejor día. Basados en numerosas investigaciones sobre cómo cientos de personas construyen la arquitectura interna de un buen día productivo, los autores describen cómo se siente un estado óptimo y muestran cómo la inteligencia emocional es la clave para nuestro mejor rendimiento personal o laboral. Así lo explica el propio Goleman en esta entrevista para Uppers.

¿Qué es sentirse óptimo?

Un día óptimo es ese en el que nos sentimos bien, nos sentimos implicados o comprometidos con el trabajo que realizamos y estamos conectados con la gente que nos rodea: es un buen día. Es distinto al concepto de fluir. El flujo es algo que pasa y sobre lo que no podemos hacer mucho. En cambio, sí podemos incrementar ese estado óptimo.

¿Qué tiene que ver la inteligencia emocional con el estado óptimo?

La conexión entre la inteligencia emocional y el estado óptimo es algo que Cary Cherniss, el coautor de mi libro, y yo mismo vimos en las investigaciones. En ellas comprobamos que aquellos trabajadores, líderes o jefes que eran más inteligentes desde el punto de vista emocional también tenían más probabilidades de tener un día óptimo. He viajado por muchas ciudades del mundo y de España, como San Sebastián, Madrid y Barcelona, y ahí hago muchas reuniones con empresas en las que pido a los trabajadores que piensen en un jefe al que valoren mucho y otro que les caiga fatal. La respuesta siempre es la misma: los jefes a los que los trabajadores aprecian de verdad tienen características de las personas emocionalmente inteligentes. Son conscientes de sus propias emociones, es capaz de conectar con ellas y con los de los demás, y saben gestionarlas. También saben inspirar y guiar a los demás.

¿Podemos estar en un estado óptimo cuando las circunstancias son adversas?

Hay que hacer una distinción muy importante: tenemos que distinguir entre las circunstancias que podemos cambiar y las que no podemos cambiar. Por ejemplo, las circunstancias laborales podemos cambiarlas o no. Lo que sí podemos cambiar es nuestra percepción subjetiva, podemos moldear nuestras emociones para estar en estado óptimo, a pesar de lo que nuestro jefe nos permita o no nos permita.

¿Sentirnos de manera óptima es sentirnos serenos?

Lo óptimo puede incluir serenidad y paz interior. Pero el estado óptimo es activo, se siente comprometido. La serenidad puede ser algo más pasiva y tiene un lado peligroso: puede llevar a la indiferencia. Se puede ser ecuánime respecto a algo y que ese algo no nos importe nada. Pero si nos sentimos óptimos, las cosas nos importan mucho: nos sentimos involucrados con el trabajo, queremos que esté bien hecho y que sea significativo.

Nuestra mente es nuestra mayor distracción

¿Nuestra sociedad nos permite estar en un estado óptimo? ¿Influyen la tecnología o el uso continuo del móvil?

El móvil puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo en términos de distracción. Una de las formas más exitosas para entrar en ese estado óptimo es la concentración. Cuando nos concentramos, estamos implicados y eso nos satisface. El proceso cerebral que facilita la concentración nos calma, nos evita entrar en modo de enfado. Y eso facilita la resiliencia. El móvil ofrece todas esas distracciones que nos alejan de ese estado de concentración. Sin embargo, todas las investigaciones que he realizado muestran que, más que las distracciones externas, a lo que nos enfrentamos es a nuestro propio estado emocional, por ejemplo, eso que te dijeron y que te molestó tanto. Nuestra mente es nuestra mayor distracción. Si somos capaces de concentrarnos plenamente, seremos capaces de entrar en el estado óptimo.

Una técnica que favorece la concentración es meditar. ¿Puede ayudar?

La meditación es una manera de mejorar nuestra inteligencia emocional, pero no es la única manera. Precisamente, acabo de crear un curso en español sobre inteligencia emocional. Volviendo a la meditación, se trata de una herramienta muy eficaz porque nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos, nos ayuda a calmarnos y nos ayuda a gestionar las emociones.

¿Podría darnos cinco pautas para meditar bien?

Aconsejo poner la atención en la respiración. En realidad, podemos fijarnos en cualquier constante neutra, pero, ya que la respiración siempre nos acompaña, es bueno fijarnos en ella. El primer paso es inspirar; el segundo, espirar; el tercero, notar la pausa entre inspiración y espiración; y el cuarto sería volver a empezar. Esto podemos hacerlo al principio del día. Yo recomiendo empezar con cinco minutos e ir incrementando paulatinamente.

Debemos aprender a invocar las emociones positivas

Además de la meditación, ¿qué más aconseja?

Desde el punto de vista del desarrollo cognitivo, aprender a concentrarnos es una de las herramientas más poderosas de la inteligencia emocional. Otra cosa importante es aprender a pensar de manera diferente. En vez de centrarnos en las cosas negativas, centrémonos en las positivas. Dejar que las cosas negativas tomen el mando y nos dominen hacen que mucha gente vaya a terapia. También es importante que las personas aprendan a invocar emociones positivas.

¿Cómo podemos invocarlas? ¿Qué papel juegan aquí los pensamientos?

Tal y como está estructurado nuestro cerebro, cada pensamiento, prácticamente, lleva asociada una emoción. De hecho, en la terapia cognitivo-conductual se gestionan las emociones perturbadoras cuestionando el pensamiento que llevan asociado.

¿Cree que la inteligencia emocional se debería enseñar, como otras disciplinas, cuando los niños son pequeños, en el ámbito familiar y en colegio?

La buena noticia es que la inteligencia emocional se puede aprender, a diferencia de cociente intelectual, que es fijo. Algunos padres lo intentan, pero en la escuela realmente no se se enseña. Lo que dicen las investigaciones es que si bien el cociente intelectual puede predecir a qué profesión puede dedicarse una persona, lo que decide quién puede convertirse en líder es la inteligencia emocional. Además, la inteligencia emocional se puede mejorar a cualquier edad.

¿Cómo sabemos que estamos ante una persona con alta inteligencia emocional?

El mejor indicador de inteligencia emocional de una persona es cómo nos hace sentir. ¿Qué marcadores somáticos dispara en nuestro propio cuerpo? Cuando interactuamos con esa persona, ¿nos sentimos extraños o nos sentimos en armonía? La sensación de armonía suele ser indicador de una alta inteligencia emocional en nuestro interlocutor.

El desafío en la inteligencia artificial es lograr crear una máquina con empatía

Hablemos ahora de Inteligencia Artificial. ¿Puede ayudarnos a lograr esa concentración de la que habla o aumentarán el nivel de distracción?

Aún no sabemos la respuesta. ¿Será algo destructivo o complementario? La cuestión principal es que las máquinas no tienen emociones y el primer fundamento de la inteligencia emocional es tener conciencia de las emociones, sin eso no se puede hacer gran cosa. Es cierto que las máquinas están calmadas y serenas, pero no tienen ninguna otra emoción, no tienen pasión, inspiración o propósito. Por otra lado, para la inteligencia emocional hay algo muy importante que es la empatía.

¿También cuenta aquí la empatía?

Hay tres tipos de empatía. La primera es la empatía cognitiva: saber qué piensan las personas y por qué hablan como lo hacen. Eso lo hacen muy bien las máquinas porque, al final, son modelos lingüísticos. Después está la empatía emocional, sentir con otra persona, ejercer la compasión. Eso a las máquinas se les da fatal porque no tienen emociones. El tercer tipo de empatía es el más importante: es el que se preocupa del bienestar de los demás. En mi opinión, esa es la cuestión más importante a la que se enfrentan los científicos que trabajan con inteligencia artificial: cómo crear una máquina que se preocupe por el bienestar humano. Si lo conseguimos, pintará muy bien para la supervivencia humana. Si no lo conseguimos, pintará bastante negro.