¿Está en peligro de extinción la excentricidad en los nuevos tiempos?

  • David Bowie fue uno de los últimos excéntricos auténticos, de esos que no necesitan público para llamar la atención

  • A Salvador Dalí se le puede considerar precursor en hacer de su vida una performance rentable. Hoy le siguen figuras como Madonna o Lady Gaga

  • Si hacemos caso a lo que escribió John Stuart Mill, "una sociedad en la que solo unos pocos se atreven a ser excéntricos está en peligro"

No se puede hablar de excentricidad sin nombrar a David Bowie. Seis años después de su muerte, se confirma que el cantante es una leyenda irrepetible. Es difícil poner en duda su autenticidad como genio excéntrico, atrevido, andrógino y absolutamente rompedor en la música y en la estética. Desde niño dio muestras de un cerebro superdotado y una personalidad rebelde y peleona, extraordinariamente creativa. Él mismo llegó a cuestionar su cordura, una sensación que se acentuó por sus adicciones.

Almodóvar, icono de la extravagancia en los ochenta

¿Después de él asistimos a una crisis de excentricidad? Las personas creativas suelen parece más excéntricas, pero a veces existe un gran componente de estrategia comercial que resta credibilidad a esa mente desatada. Pedro Almodóvar lo fue antes de triunfar en el cine junto a su alter ego Fabio McNamara. Formaron una de las parejas más conocidas en la movida madrileña de los ochenta, reyes indiscutibles de la noche junto a otros excéntricos, como Alaska, Javier Gurruchaga y sus respectivos séquitos.

Genio y figura

Las personas con altas capacidades de creatividad generalmente tienen pensamientos y comportamientos extravagantes. También ocurre al contrario. Los últimos hallazgos en neuroimagen confirman que creatividad y excentricidad a menudo se dan la mano por el modo en que el cerebro filtra la información que le llega.

Podría ser el resultado de variantes genéticas que explicarían por qué Albert Einstein rellenaba su pipa con colillas de las aceras, Charles Dickens atizaba con el paraguas a golfillos imaginarios, Oscar Wilde sacaba a su langosta de paseo o la cantante islandesa Björk apareció vestida de cisne en la gala de los Oscar. Puede que esta artista sea una de las últimas excéntricas, aunque su trabajo, en exceso experimental y atrevido, ha sido a menudo parodiado y tomado como un capricho de diva.

La excentricidad es pegadiza

Hay muchos otros nombres, como Vincent Van Gogh, imprescindibles cuando se habla de excéntricos y de conductas poco usuales. Recordemos el episodio en el que el pintor se corta la oreja en medio de una crisis existencial, seguramente bajo los efectos de la absenta, la bebida prohibida que agudizó sus alucinaciones. Cuanto más extravagante es un artista, más se aprecia, lo cual confirma una idea con la que trabajan los expertos en marketing: la excentricidad es pegadiza.

Investigadores de la Universidad de Southampton (Reino Unido) han comprobado que el público tiende a juzgar su trabajo como de mayor calidad que de otra persona con un comportamiento convencional. No obstante, al estudiar a Lady Gaga, los participantes la puntuaron mejor cuando se les mostró su imagen con una vestimenta más sobria que vestida de forma llamativa.

Dalí: un bigote milimétricamente calculado

Salvador Dalí fue un auténtico maestro en vender su genialidad. Su amigo Oscar Tusquets Blanca, arquitecto catalán, el definió como "puro precursor del marketing". Aprovechó su innata vocación de showman y "se convirtió a sí mismo en una de sus performances. Y la forró de dólares". Fue igualmente hábil en descubrir el poder de las masas y la relación con los medios. Entendió que para dar a conocer su obra tenía que llamar la atención. Sus provocaciones no eran, por tanto, espontáneas, sino el resultado de horas de trabajo y un talento extraordinario que supo adaptar a cada mercado.

La ciencia no deja de profundizar en el vínculo entre genialidad y rareza, sin obviar que el artista suele crear aislado del resto del mundo, lo que le llevaría a plasmar una visión muy diferente a la real y alejada de lo que se toma por norma. La excentricidad se alimentaría de ese aislamiento, de los demonios internos y de la ruptura con las convenciones.

Si es auténtico, no busca la gloria

El neurólogo escocés David Weeks recuerda que "el excéntrico auténtico jamás busca audiencia ni considera tampoco que su obra tenga un valor práctico". Después de estudiar a más de mil tipos con rarezas, como un indio que solo caminaba hacia atrás, observó que visitaban al médico veinte veces menos que el resto de los mortales y solo una treintena había consumido alguna vez drogas. Concluyó además que en la tendencia a la creatividad de los excéntricos había una predisposición genética.

Hoy al hablar de excéntricos lo dejamos en Madonna, Lady Gaga o Miley Cyrus, artistas que hacen de la extravagancia un modo de vida, controlan los medios y tienen un excelente manejo de los recursos para llamar la atención y acaparar la atención. La excentricidad pura, ajena a cualquier estrategia comercial, parece en declive y vuelven a la actualidad unas palabras que escribió John Stuart Mill en 1859: "La cantidad de excentricidad en una sociedad ha sido generalmente proporcional a la cantidad de genio, vigor mental y valentía moral que contenía. Que tan pocos se atrevan a ser excéntricos marca el principal peligro de la época".