'La joven de la perla', los secretos detrás del cuadro más famoso de Vermeer

  • Aunque pueda parecer un retrato, el cuadro es en realidad un 'tronie'.

  • El óleo sobre lienzo está expuesto en el museo Mauritshuis de La Haya (Países Bajos).

  • El pendiente no está dibujado, sino que es un juego de dos manchas.

Las mejores obras de arte esconden grandes historias. Desde el misterioso "embarazo" de 'Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa' hasta la sonrisa picarona de 'La Gioconda'. Descubrir las historias reales que inspiraron o se esconden detrás de las obras de arte más famosas del mundo es precisamente el objetivo de Hilo Nat Geo, que analiza a fondo cuadros destacados para descubrir desde pequeños detalles desconocidos hasta grandes anécdotas.

En su último hilo le ha tocado el turno a 'La joven de la perla', del pintor neerlandés Johannes Vermeer realizada entre 1665 y 1667, que inspiró también la película de 2003 de Peter Webber con el mismo nombre. Actualmente, esta obra se encuentra en el museo Mauritshuis de La Haya, donde la visitan a diario cientos de personas.

Se ha estudiado mucho cada detalle del cuadro, y se ha especulado sobre la identidad de la joven que lo protagoniza y del objeto que acapara las miradas: el pendiente de perla. Este análisis destapa alguna de sus mayores incógnitas.

¿Quién es ella?

Uno de los datos más curiosos que ofrece este hilo de Twitter es que este óleo sobre lienzo de 39 x 44,5 cm "NO es un retrato. Es un 'tronie', literalmente, un rostro: estudios de personaje caracterizados a menudo con vestimentas exóticas o con una gesticulación exagerada".

Para aquellos que no conozcan qué es un tronie, son un tipo de obras que tuvieron mucha popularidad en el siglo XVII en la pintura flamenca y de los Países Bajos. "Simbolizaban conceptos tan dispares como la juventud, la vejez, la sabiduría, la fuerza, el vicio, la virtud... Y también servían al pintor para demostrar su talento", explican desde la cuenta de Twitter, Historia National Geographic.

Puede que Vermeer sí que se inspirase en alguna joven que conocía en la época para crear el rostro, pero la que conocemos como "joven de la perla" no existía en realidad. La verdad es que faltan muchos elementos para tener una información clara que ayude a identificarla: no vemos su cabello, ni la presencia de lunares o manchas, y el estilismo que utiliza no da tampoco muchas más pistas sobre su clase social.

Manchas y pinceladas

Vermeer supo jugar a la perfección con la percepción del ojo humano, ya que la gran mayoría de los elementos que conforman el cuadro son en realidad manchas de colores, que el ojo completa y da forma.

Como explican en Twitter, el artista "no pintó todos los detalles que tú ves. Lo que se supone que es la nariz es solo un juego de luces y sombras, ¡el puente de la nariz no existe, es una continuación de la mejilla derecha!. Igual que el gran atractivo de la joven, su cautivadora mirada. ¿Curiosa, triste, enamorada? Vermeer dejó el contorno de los ojos indefinido y nuestro cerebro rellena los vacíos y determina cómo nos mira la chica. Por eso hay una chica diferente para cada espectador".

La perla: la auténtica protagonista

Es inevitable que la mirada del espectador no se dirija hacia la joya que la joven lleva en su oreja. Para Historia National Geographic este objeto es el "trampantojo más espectacular", ya que "el elemento que da nombre a la obra no existe, son apenas dos pinceladas blancas sobre el cuello que de lejos, nuestro cerebro interpreta como un círculo".

Otros elementos de su vestimenta, como el turbante, es igual de curioso. "Las jóvenes neerlandesas de la época no vestían turbantes como este, que le da un toque exótico a su obra. Parece que salió directamente de un baúl de disfraces del propio Vermeer".

¿Sabías que...?

El pintor realizó esta obra directamente sobre el lienzo, algo que a los historiadores siempre ha sorprendido por la ausencia de los usuales bocetos, o dibujos previos.

Además, "está pintado con azul de ultramar, un apreciado y caro tinte importado de Asia que Vermeer usaba con asiduidad. Un toque de distinción para gente sencilla, como La Lechera.

"Los labios carnosos y rojos, ligeramente separados, como si estuviera a punto de decir algo, son, otra vez un juego de pinceladas sutiles: Vermeer añadió sobre la pintura roja destellos blancos para que parezcan húmedos", explican. Uno de los muchos trucos y toques misteriosos que convierten a esta obra en una auténtica delicia para los amantes del arte.