Por sorpresa, Londres se ha convertido esta semana en uno de los lugares más calurosos del mundo, con valores superiores a los que se experimentan en algunas de las zonas más cálidas del mundo, como el Sáhara, responsable de esos vientos tórridos que de vez en cuando asolan la Península Ibérica.
Aunque en España la ola de calor nos impacte cada vez que la sufrimos, lo cierto es que superar los 40 en verano es normal en nuestro país. Forma parte de nuestra cultura saber protegernos de las altas temperaturas, aunque, por desgracia, siga habiendo muertes por golpes de calor.
No es el caso británico. Reino Unido no está preparado para vivir por encima de 40 grados. Los edificios no están equipados. No hay persianas y el aire acondicionado no es habitual en las casas, colegios, residencias de ancianos y hospitales. En este contexto, sufrir una ola de calor es un asunto de emergencia nacional que está dando lugar a situaciones insólitas.
El Gobierno británico ha activado la "alerta roja" y la "emergencia nacional" por la ola de calor, ante las temperaturas alcanzadas dentro de sus fronteras. Se trata la primera vez que ocurre en la historia de país. La máxima histórica hasta la fecha, 38,7 grados, fue registrada en 2019 en Cambridge.
Boris Johnson, primer ministro en funciones, convocó esta semana un gabinete de emergencia Cobra, ahora que las posibilidades de superar la barrera simbólica de los 40 grados y de llegar incluso a los 41 en el sur de Inglaterra son del 80%.
En un país donde un rayo de sol supone una fiesta, los edificios públicos, incluidos los hospitales, nunca han tenido la necesidad de protegerse por el calor. Como ejemplo, las instalaciones del hospital St Helier, en el suroeste de Londres, son anteriores a la creación del Servicio Nacional de Salud (su Seguridad Social) en 1948. En esta ola de calor, las temperaturas superaban por la mañana los 30 grados. Algunos quirófanos han tenido que cerrar porque no pueden mantener las temperaturas necesarias para las intervenciones y muchas citas se han anulado para dar prioridad a los servicios de urgencias.
Además, se espera que las llamadas de emergencia pasen de las 5.000 diarias a más de 8.000. La causa es que los británicos tampoco están acostumbrados a convivir con el calor. En un país con un número alto de personas mayores, más vulnerables al golpe de calor, las urgencias por golpe de calor pueden dispararse.
La Agencia de Seguridad y Salud (UKHSA) ha advertido que el calor extremo, unido a la alta humedad, puede tener "graves efectos no solo en los mayores, en los niños y en personas vulnerables, sino también en personas saludables y fuera de los grupos de riesgo".
Por esta razón, las escuelas han suspendido sus actividades (en Reino Unido el curso escolar acaba más tarde, además de que muchos centros tienen actividades en verano). También se recomienda la suspensión de cualquier prueba deportiva.
La capital británica ha tenido que decretar su propia alerta, con el suministro de puntos de agua en la ciudad y directrices para evitar zonas congestionadas. El calor llega a las puertas de Buckingham Palace. Allí, los guardias reales, vestidos con su habitual casaca y gorro de piel de oso, tienen que ser ayudados para poder beber agua y no dejar de vigilar.
El metro londinense, muy viejo y con problemas de climatización desde hace años, también sufre las consecuencias de la ola de calor. Las autoridades recomiendan dejar de usar durante unos días las siete líneas del metro londinense que carecen de aire acondicionado. El metal de las vías puede llegar a calentarse 20º grados más que la temperatura ambiente, lo que en estas circunstancias puede hacer que haya variaciones en los circuitos. En suma, el metro también 'se derrite' mientras el riesgo de accidentes aumenta.
La ola de calor ha provocado el cierre temporal del aeropuerto de Luton por los graves desperfectos causados en una de las pista de aterrizaje. Además, cientos de trayectos en tren han sido suspendidos por las mismas razones que en el metro: falta de aire acondicionado y vías que pueden deformarse, aumentando, por tanto, la probabilidad de accidentes y otras incidencias.