Una infancia entre libros, su huida a París y un eterno amor a distancia: el entorno que fraguó a Javier Marías

  • Muere Javier Marías, figura clave de la narrativa española de los últimos 50 años

  • El autor había sufrido el pasado mes de agosto una afección pulmonar

  • Padres escritores y tíos cineastas, el entorno que le convirtió en un genio de las letras

El mundo de la literatura está de luto. El escritor Javier Marías ha muerto este domingo a los 70 años. El autor había sufrido el pasado mes de agosto una afección pulmonar por la que había permanecido ingresado desde hacía cuatro semanas. Una de las voces más importantes de la narrativa española del último medio siglo, ha sido el eterno aspirante al Nobel de Literatura que, aunque nunca llegó, ha convertido su obra en una verdadera religión y es que algunas de sus novelas están traducidas en más de 40 idiomas. Sus palabras en el discurso de ingreso en la RAE siempre serán recordadas ya que aseguró que “narrar hechos reales es imposible" porque "sólo se puede contar cabalmente lo que nunca ha sucedido, lo inventado e imaginado". Te contamos de dónde venía su tradición literaria y quien le llevó a convertirse en lo que ahora es. 

Creció entre libros

Hijo del filósofo Julián Marías y de la escritora Lola Franco, parecía que las letras las llevaba en su ADN. Nació en una casa llena de libros y se movía en un ambiente en el que se fomentaba que leyese y escribiese desde muy pequeño. Sin embargo, más de una vez ha aseverado que ser hijos de escritores le ha perjudicado más que beneficiado.  

Hace unos años reconoció a Elide Pittarello que cuando empezó a publicar ser joven e hijo de quien era le resultó un poco incómodo. “Si un escritor es hijo de otro escritor, aunque sea de géneros distintos, parece sospechoso. La verdad es que mi padre no ha sido nada nepotista nunca, sino más bien todo lo contrario, y yo le debo muchas cosas, pero no realmente beneficios o favores a la hora de conseguir publicación. Jamás he conseguido un empleo a través de él, ni he tenido nunca lo que se llama un enchufe, jamás. El apellido mío no es un apellido frecuente, con lo cual era fácil pensar que había relación. Tampoco lo he ocultado nunca. Pero sí, yo intentaba mantener cierta distancia, para que no pareciera que estaba bajo su ala cuando nunca lo estuve”. 

Una vida ligada al mundo del cine

El director de cine Jesús Franco era su tío y el también cineasta, Ricardo Franco, su primo. Ambos fueron una importante influencia para el escritor y por eso no es de extrañar que su primera novela, ‘Los dominios del lobo’ (1971), estuviera llena de peripecias ambientadas en Estados Unidos, escrita en un estilo ágilmente periodístico que rendía homenaje tanto al admirado cine hollywoodiense de las décadas de 1950 y 1960 como a un olimpo privado de novelistas norteamericanos. 

Dos años antes de publicarla, cuando tenía solo 17 años, el escritor se escapó de Madrid para afincarse en París con su tío durante los meses de verano, donde empezó el programa estival de la Cinémathèque Française. En ese apartamento parisino y tras ver más de 80 películas en dos meses, escribió la que sería su primera obra a la par que ayudaba a su tío a traducir guiones sobre Drácula. El libro estaba dedicado a su maestro Juan Benet y a su amigo Vicente Molina Foix, que precisamente fue el que le puso título a la novela. Fue el comienzo de una era, de lo que se iba a convertir y desde ese preciso instante el cine y las letras se unieron en su vida para siempre. 

El amor, a distancia

Extremadamente reservado con su vida sentimental, intentaba evitar las preguntas que continuamente los periodistas le hacían sobre el amor. En 2018 se casó con Carme López Mercader, su pareja desde hacía más de dos décadas. Afincada en Barcelona, tenía dos hijos adultos de una relación anterior. Su forma de vida era poco común. La pareja pasaba de dos a tres semanas juntos y de cuatro a cinco separados y es que el escritor aseguraba que siempre le había gustado tener relaciones en ciudades diferentes. “Así es más difícil cansarse el uno del otro y hay tiempo para extrañarse”, reconocía a The New York Times.