Lo que enseñé a los millennials y lo que aprendí trabajando con ellos

  • Hablamos con una profesora de danza, un carnicero y una socióloga sobre esta peculiar convivencia

  • El reto está en integrar la experiencia con los chutes creativos

Los millennials son ese misterioso objeto de estudio del que siempre queda algo por decir. Cómo viven, qué comen, cuánto sexo practican o, lo que ahora nos ocupa, cómo se lleva eso de compartir espacio laboral con ellos cuando uno ya sobrepasa los cuarenta y muchos. Queden todos avisados y bien advertidos: trabajar con millennials, una generación convulsa, requiere una carga extra de sosiego. Del sobresalto y la improvisación ya se encargan ellos. Analizamos varios casos para ver qué ha aprendido cada generación de la otra. Y hay sorpresas.

Yolanda López es bailarina y directora de la escuela de danza Performance. Por edad, pertenece a esa generación X, hija de la EGB y del bocadillo de Nocilla, superviviente de la movida, de varias burbujas y de otras tantas cosas. Ya se sabe, joven pero sobradamente preparada (JASP). A su lado nos encontramos con su elenco de profesores millennials, todo un estallido de creatividad. Tienen mucho que decir y ella está dispuesta a escuchar.

"Continuamente rompen esquemas -nos avanza Yolanda-. Es la generación que está marcando el cambio y quieren tener su propia voz y aportar su perspectiva en cada aspecto del trabajo y de la danza". Dice que les gusta participar en la toma de decisiones y por eso su estilo de dirección y mando se ha ido adaptando a esta nueva hornada con un estilo más colaborativo. No están acostumbrados a una autoridad tradicional, sino que prefieren tener a una persona que, por sus conocimientos o prestigio, les sirve de referente.

En busca de la innovación

Patricia Castaño, socióloga, tiene para ellos unos rasgos que, según dice, les vienen dados por la época que les ha tocado: "son creativos e innovadores y su trabajo se caracteriza por lo electrónico, lo rápido, lo conciso y lo concreto". Lo interesante es ver cómo recibe la generación anterior a ellos su singular 'modus operandi'.

Si preguntamos a José María Madrid, copropietario junto a su hijo Carlos (millennnial) de la carnicería Los Madriles, su respuesta es clara: "Todo lo que yo sé se lo transmití a Carlos, pero ahora soy quien aprende cada día algo nuevo de él. Me enseña que hay otras formas de llevar el negocio, una estética nueva para mostrar el producto. Me cuesta admitirlo, pero últimamente siempre tiene él la razón. Además, su conocimientos en las redes favorece el crecimiento de la empresa y su visibilidad. A veces me asusta su afán de superación y de proponer cosas diferentes y nuevas”.

Castaño no puede estar más de acuerdo con él: "Un millennial aporta entusiasmo y amplio conocimiento en todo lo tecnológico, ya que han vivido inmersos, desde su nacimiento, en ordenadores, móviles, tablets y videojuegos. En una empresa esto significa agilidad y una mayor optimización del tiempo automatizando procesos y utilizando la tecnología a su favor, además de darle un enfoque más moderno e innovador a la empresa".

"Pero no les pidas que te den tres minutos porque están acostumbrados a conseguir todo ya y ahora", puntualiza José María. Se han criado en la inmediatez, en la locura de las redes y la cultura de la urgencia, lo que les lleva, según el empresario, a tener poca tolerancia a la frustración.

"Suelen ser poco constantes y se aburren con rapidez de lo rutinario”, reafirma la socióloga. No olvidemos que a estos chicos, habituados a que les entre por vena la información que emite internet, se les privó de la crianza del Latín y de la Filosofía. Nada saben entonces ni de Ovidio ni de su sabia enseñanza de la gota que horada la piedra al caer por su constancia, más que por la fuerza. La perseverancia y el tesón les suena a edades maduras, a pesar de que Carlos, como tantos otros millennials, se deja cada día la piel en el negocio para conseguir sus objetivos. Pero son objetivos que quiere rápidamente.

La clave: la motivación

Según Castaño, el reto para cualquier empresario o empleado que trabaje con millennials es garantizarles ese chute de creatividad y cambio que exigen para sentirse motivados. Eso y aguantar con estoicismo su renombrada impaciencia. Yolanda reconoce que ha aprendido a no temer el cambio.

"Cada día es uno nuevo. Su visión del trabajo y del lugar que ocupa en sus vidas es muy diferente a la mía. Ellos valoran la libertad y la flexibilidad por encima de cualquier otro valor u opción que se les pueda ofrecer". Ve en ellos una ilusión que no es puramente monetaria y se ha acostumbrado a todo ello con la misma naturalidad que a sus dichosas aplicaciones. ¡Conocen al menos una para cada cosa! Se hacen con lo más auténtico al precio más bajo, algo que importaría más bien poco si no fuese porque no necesitan más que una buena oferta vacacional para hacer la maleta y emprender el vuelo. Así, sin previo aviso.

La socióloga encuentra en ello un punto positivo: su capacidad de adaptación. "Haber pasado por diferentes trabajos y ámbitos, incluso en otros países, ha hecho que se adapten fácilmente a los cambios y afronten con facilidad los nuevos retos. Esta flexibilidad y sus ganas de vivir experiencias nada tienen que ver con las generaciones anteriores, cuyos objetivos estaban en trabajar en la misma empresa durante toda su vida laboral".

¿Qué balance hacemos? "Cada uno aporta algo valioso -responde José María-. Procuro entender sus necesidades y su modo de ver el mundo, aunque sus prioridades y objetivos sean diferentes a los míos. Para mí el gran desafío diario es crear un equilibrio. Es muy importante. Carlos tiene la ilusión de la juventud y la sonrisa permanentemente en la cara, pero no me canso de aconsejarle que tenga los pies en el suelo, que esas ganas de triunfar como empresario no le lleve a perder la humildad que exige el esfuerzo diario”.

Lo que está claro es que a estas alturas ambas generaciones mantienen una personalidad muy marcada. "Ellos saben degustar la vida y disfrutar de las cosas buenas. Pero hay valores, como el talento o la capacidad de hacer vibrar, que si se tienen trascienden el tiempo. No son privativos de la gente joven. Todos tenemos mucho que decir y enseñar, pero cada uno a su manera", remata Yolanda.

Conciliar trabajo y vida privada

Se les ha bautizado como la generación quemada y del yo, yo, yo. Se les acusa de soberbios, indomables y ególatras incorregibles. Dicen que están cansados y que el trabajo les supera. Tanto para José María como para Yolanda, son solo etiquetas generacionales. "Quieren crecer como personas, pero también pasarlo bien. Están más interesados de lo que lo estuvimos nosotros en conciliar su profesión y su vida privada, vivir, viajar y disfrutar. Y eso es envidiable".

Lo peor, dice Castaño, es que te hacen tirar de la nostalgia y, a fin de cuentas, ¿no era similar a lo que decían los mayores en nuestra época? José María zanja la conversación contundente: "Deberíamos escucharles más a menudo y entender que, en general, las cosas con ellos están en buenas manos".