¡Que vuelvan los lentos! Así ha evolucionado el 'baile agarrao' desde los setenta en España

  • En los años setenta, los jóvenes tenían su primer contacto físico a ritmo de bolero. La distancia se marcaba según se estirase más o menos el brazo

  • Recuperamos con varios uppers de diferentes edades ese momento reservado para el final de la noche, cuando la pista bajaba la iluminación y sonaba la música romántica

  • Hasta los ochenta, el chico era el que elegía. Para muchas mujeres supuso una experiencia espantosa que tardaron en superar

La escritora Elvira Lindo, de 61 años, hablaba recientemente, en su columna de El País, de los bailes agarrados y recordaba el episodio más humillante de su adolescencia. Lo vivió en su primer verano de discoteca en ese momento en el que comenzaban las canciones lentas. "La pista se despejaba y las preadolescentes buscábamos entonces un lugar en los reservados. Los chicos encendían el mechero y lo iban pasando por delante de las chicas. Lo aterrador de aquella cultura en que los hombres tenían derecho a elegir es que las chavalas nos quedábamos paralizadas, esperando a que la llama se detuviera ante una de nosotras".

Bailar o no, según las medidas

Aquello suponía el primer juicio por el físico y la escritora aún recuerda el efecto "lacerante" y duradero que provocaba en el ánimo. Eran los años de Transición, pero los bailes lentos aguantaron mucho más. Con sus luces y sombras, esta forma de bailar apretado quedó grabada en la memoria de varias generaciones, tanto que la expresión ¡Que vuelvan los agarrados! se repite como un mantra a modo de invocación. Recuperamos con varios uppers de diferentes edades ese momento de baile lento reservado para el final de la noche y que servía, en unas épocas aún demasiado decentes, para conquistar a la persona que tanto te gustaba y poder juntar los cuerpos disfrutando de una música romántica y unos minutos muy íntimos.

Tomás, 71 años, de Badalona (Barcelona)

Conoció a su mujer, Elisa, en las fiestas de mayo de Badalona, en los años 60. "Éramos unos chiquillos -recuerda-. Unos quince años. Yo me había fijado en ella en el barrio, pero entones éramos muy inocentones y no nos atrevíamos a nada. Su padre tenía una tienda de ultramarinos y me imponía mucho saber que cualquier cosa que dijese o hiciese iba a llegar inmediatamente a sus oídos".

Conocí a mi mujer a ritmo de Lucho Gatica

El baile en la plaza fue su ocasión, aunque confiesa que no hubo nada premeditado. "Primero hubo tonteo entre chicos y chicas. Ahí me di cuenta de que Elisa me gustaba de verdad y ella me devolvía las miradas, pero sin atrevernos más. A medianoche, empezó a sonar 'El reloj', de Lucho Gatica. La miré y le tendí la mano. No hizo falta preguntarle si me condecía el baile porque ella estiró el brazo y me sonrió. El baile fue la gran excusa para poder por fin acercarme a ella. En esa época, éramos nosotros los que teníamos que sacar a bailar y, sí, hay que admitirlo, si no espabilabas te tocaba bailar con la más fea".

Aquél fue su primer baile de muchos. Lucho Gatica, Los Panchos… "Los boleros han puesto banda sonora a nuestra vida", dice. Aquella noche, los padres de Elisa estaban en la plaza y seguían sus pasos con la mirada y, para su asombro, sonreían. "Sabían que estaba en buenas manos y tuvimos la prudencia de mantener los brazos suficientemente estirados para guardar distancia", cuenta con humor. Con el tiempo, esos brazos acabaron flexionándose del todo para bailar muy, muy pegados. Es una pena que no conserven alguna imagen para ver su evolución. Casi hasta el día de su muerte, a causa del Covid, siguieron bailando boleros tan apretados que apenas necesitaban levantar los pies del suelo.

Concha, 57 años, de Torrelodones (Madrid)

La historia de Concha es curiosa porque, a pesar de haber nacido con el ritmo en el cuerpo, no ha bailado con su marido con su marido ni el vals del día de su boda. "No le gusta", zanja divertida. Ella recuerda la época de los bailes lentos en la discoteca con alegría. "Con 18 años nos hervía la sangre y, cuando después de una noche bailando, de repente bajaba la iluminación y sonaba Jackson Browne, con su mítica canción 'Stay', la pista se convertía en un auténtico hervidero y se te saltaba el corazón".

Sonaba Jackson Browne y nos hervía la sangre

En aquella época, años ochenta, todavía estaba la costumbre de que fuese el chico quien te sacase a bailar al llegar los lentos y recuerda que el momento podía ser un poco incómodo. "De todos modos, ya habíamos avanzado y bailar lento con quien te gustase no era tanto una cuestión de tener un físico más o menos agraciado como de actitud, de tener confianza y deslizarte con cierta gracia al ritmo de la música". Ahora ha cambiado a Jackson Browne por Rosalía, la salsa, la bachata o cualquier otro baile latino que le permita poner alegría a su rutina y mantenerse en excelente forma física.

Enrique, 67 años, de Las Rozas (Madrid)

Este músico de profesión es un incondicional del baile agarrado desde que decidió poner pasos a su música, hace cinco años. Ha encontrado en Concha su pareja artística y ahora igual baila con ella un bolero que una cumbia o un chachachá. Eso no significa que antes estuviese sordo de un pie.

Había que acercarse con seguridad

"A mis padres les encantaba bailar y eso se transmite. Me divertía muchísimo eso de ofrecer la mano y sacar a la pista a la chica que te gustaba. Había que acercarse con seguridad y sonreír con naturalidad. Era la última etapa de la dictadura franquista y aún tenías que medir bien la distancia. Todo era cuestión de cuánto estirásemos el brazo". Le produce gracia recordar aquellos guateques que acababan con las baladas de los Rolling Stones o las canciones de Los Brincos.

Elena Arroyo, 53 años, de Torrelodones (Madrid)

Elena dirige la escuela de baile a la que asisten Enrique y Concha. Es bailarina y, por tanto, juega con ventaja. No solo por el arte que le ha puesto al baile agarrado sino porque observa de cerca cómo aquellas parejas que se conocieron hace 40 o 50 años en un guateque o una plaza bailando lento han mantenido su sensualidad al cabo del tiempo gracias al baile. "Lo que empezó como una forma de conquista en su época de juventud ha terminado convirtiéndose en la excusa o la herramienta que les permite seguir de la mano, abrazarse, tener ese contacto físico tan íntimo y mantener los sentimientos a flor de piel".

Hay que recuperar el baile de agarre en los jóvenes

Hoy la gente busca en el baile de pareja una forma de socializar y de diversión. "Es puro disfrute -añade-, pero esto no quita que haya dejado de ser sensual. Una muestra es la demanda de kizomba, una danza de conexión muy melódica con movimientos cadenciosos y muy sensuales".

Elena utiliza el baile agarrado también como terapia para grupos de personas mayores y cada vez descubre cosas nuevas y todas fantásticas. "No solo produce cambios fisiológicos, sino que libera hormonas que favorecen la sensación de placer". Está convencida que hay que recuperar el baile de agarre en los más jóvenes como forma de iniciar las relaciones de pareja de una forma más sana. "Es un estilo que promueve el respeto, la coordinación, la sincronía, el contacto respetuoso, la magia de mirarse a los ojos y el humor".

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