Tinder a los 50: el dilema de quedar o no quedar con el ligue de la cuarentena al llegar la fase 1

  • Las múltiples parejas creadas en ‘apps’ de citas durante el confinamiento ahora pueden conocerse de verdad. ¿Pesa más el desfogarse que el miedo al contagio?

  • Se trata de poner en la balanza el beneficio que la consumación de ese acto largamente postergado y el perjuicio que la osadía de verse con un/a desconocido/a puede ocasionar

El confinamiento por coronavirus ha marcado una de las etapas más devastadoras de nuestra existencia, pero también una edad de oro para las aplicaciones de citas. Durante aquellas tediosas semanas que pasamos encerrados en casa, muchos buscaron en estas redes sociales bálsamo para el aburrimiento, alivio para sus necesidades fisiológicas o lo que quiera que fuese. En España aumentaron un 30% las conversaciones en Tinder, y fuimos el país donde más se alargaron las charlas: un 25%. El 29 de marzo se produjeron 3.000 millones de deslizamientos en todo el mundo; como si la mitad del planeta hubiera hecho un 'me gusta'. María (47) nos cuenta que en Meetic el tono de las charlas subió muchos grados de temperatura y que el intercambio de fotos íntimas alcanzó cotas inauditas. Ahora ya todo eso pasó, como cantaban Los Secretos, y con la desescalada llega la hora de la verdad: ¿verse o no verse con tu nuevo match?

No es tan sencillo como parece. Para empezar, solo en las zonas agraciadas con la Fase 1 es posible reunirse en domicilios ajenos. Y luego está el miedo. La mayoría de la población desconoce si ha pasado o no la enfermedad, y por supuesto tampoco puede poner la mano en el fuego por el estado de salud de su potencial ligue. Y aunque estuviera seguro, ¿y si se ha contagiado esta mañana en el súper? Se trata de poner en la balanza el beneficio que la consumación de ese acto largamente postergado puede aportar y el perjuicio que la osadía de verse con un/a desconocido/a puede ocasionar. Claro, porque el uso de mascarillas en este tipo de interacción parece que no se contempla.

Pero aún hay más. El proyectado encuentro ha sido tan deseado, ha estado tan cebado de promesas y preámbulos, tan alimentado de morbo; en definitiva, se ha puesto el listón tan alto, que es probable marcarse un Sergei Bubka y que se no colmen las expectativas. Es lo que le ha pasado a Victoria (50). "Conocí a un chico en Adoptauntío durante el confinamiento. Todo era genial: compartíamos gustos, aficiones… Nos entendíamos de maravilla. Como dos chiquillos, empezamos a decirnos que nos queríamos. Ahora no sé si era verdad o fruto de lo raro de la situación. Vamos, que quedar para acostarnos en cuanto fuera posible se antojaba lo más natural".

"Nunca he sido de irme a la cama en la primera cita", continúa. "Pero ¿cómo pretender comportarse con normalidad en este contexto anormal?". Así que la noche en la que Victoria apareció en casa de Carlos (53) era la primera vez que se veían cara a cara. Otro ejemplo de lo insólito del caso: se saludaron con ese beso en los labios que tanta literatura había generado en su chat. Para evitar pasar directamente a la cama, dieron antes un paseo por un bucólico paraje de los alrededores; pretendían insuflar romanticismo como el que echa soda en el vermú. Mascarilla, guantes y gel desinfectante les acompañaban en tan incomparable momento.

Luego, ya en casa de Víctor, despojados de parafernalia clínica y de toda la fantasía previa, llegó la hora de poner los pies en el suelo. El primer jarro de agua fría para ella fue comprobar el desorden. "Me fijé en que la vitrocerámica estaba toda llena de grasa reseca. Tampoco tiene mucha importancia, pero yo creía que era perfecto", dice. Durante la cena, Carlos bebió demasiado, lo que a ella le desagradó. Pese a todo, "él cumplió, pero nada más terminar se quedó dormido, roncando", lamenta Victoria, que no pegó ojo en toda la noche tanto por lo que cada vez más se le antojaba un craso error como por la música tipo Ibiza Mix 1993 que a un vecino le dio por poner a volumen considerable de tres a cuatro de la mañana.

Ese cúmulo de infortunios puede darse en cualquier encuentro casual. La diferencia es que Víctoria y Carlos habían construido un castillo en el aire; pensaban que hacían el amor porque estaban enamorados. "A mí me cuesta muchísimo dormir fuera de casa, solo lo hago en vacaciones", dice Victoria. "Accedí porque esperaba amor, besos, mimos… Y no los hubo". Tan contrariada estaba que no quiso ni desayunar. En cuanto se hizo de día cogió sus cosas y se fue. Horas más tarde le envió un mensaje a Carlos en el que le exponía su decepción y le deseaba que fuera feliz en el futuro, a la vez que honestamente le daba las gracias por todos aquellos prolegómenos virtuales que le habían hecho estar en una nube durante semanas. Podría decirse que todo acabó tan pronto como empezó.

Las relaciones sexuales son compatibles con las precauciones propias del coronavirus. Los expertos subrayan que las principales fuentes de contagio son las respiratorias y el contacto con superficies contaminadas, por ese orden. Recuerdan, también, que el sexo es una buena manera de divertirse y liberar ansiedad durante una época estresante. Pero el que se practica con la pareja habitual, con quien se tiene contacto diario en un sinfín de situaciones, parece más prudente que aquel que pueda iniciarse con alquien a quien se acaba de conocer. La única garantía de su salud es su palabra, de ahí que algunos uppers prefieran dar tiempo al tiempo.

Julio (48) es de los que no tiene prisa. Conoció a una chica en Tinder durante la cuarentena, y aunque ganas de verla no le faltan, pesa más el temor al Covid-19. "No tenemos 18 años para andar haciendo locuras", señala. "Somos adultos responsables. No es lo mismo ir a visitar a un familiar o un amigo muy querido, que a alguien a quien no has visto en tu vida".

Opina además que puede entregarse al intercambio amoroso en esta coyuntura podría estropear la magia alcanzada en Internet. "Hasta ahora todo ha sido muy bonito", nos cuenta. "Y pienso que debe seguir siéndolo. Quedar y desfogarnos solo porque ahora es factible creo que puede resultar algo forzado. Prefiero que si nos vemos sea para dar un paseo, para conversar, y quizá, si se puede, para tomar algo en una terraza. Hemos creado algo precioso en una situación difícil y extraña, y quiero que, en la progresiva normalidad, las cosas sigan igual de bonitas. Conozcámonos poco a poco, ahora de verdad, y veamos qué pasa", explica. Ella está de acuerdo. Ya están planeando una primera cita para pasear. "No sé si está permitido hacer un picnic en un parque, pero nos gustaría", añade.