La depresión en adolescentes se ha duplicado: cómo saber si lo de tu hijo no es solo la edad del pavo

  • Cómo detectar la depresión en un adolescente, en el día mundial de la Salud Mental

  • Según un análisis, con la pandemia se han duplicado los casos de depresión en niños y adolescentes

  • Desde cómo detectar los principales signos a cómo ayudar con pequeños gestos en casa

La depresión no tiene edad. En general, se asocia a personas mayores o de mediana edad, pero, por ir a un ejemplo, un informe de Unicef establece que dos de cada 10 adolescentes españoles de entre 10 y 19 años tenían problemas de salud mental en 2019, siendo el país europeo con el porcentaje más alto, y esto sin contar con los efectos de la pandemia. ¿La enfermedades más comunes? Depresión y ansiedad, con un porcentaje mucho más alto en chicas que en chicos. Por su lado, un análisis publicado en JAMA Pediatrics establece que la depresión se ha duplicado en niños y adolescentes tras la pandemia. ¿Por qué tus hijos pueden tener depresión?

Como cualquier otro trastorno, la depresión se puede tratar, y debe ser diagnosticada siempre por un profesional, pero para ello es necesario que los progenitores, incluso sus profesores o más allegados, sean conscientes o se den cuenta de lo que pasa alrededor del niño o adolescente, porque a esas edades también se puede sufrir. Pero, ¿cuáles son los signos principales que deben hacer a un padre o madre encender la señal de alerta? Los explica la profesora de la Universitat Oberta de Catalunya Amalia Gordóvil.

¿Cómo detectar una posible depresión?

Entre los más destacados están también los más comunes: cambios en el estado de ánimo, aislarse de la familia, pero también de los amigos, mostrar desinterés por las actividades que antes lo eran todo para él, mayor irritabilidad en situaciones que antes no ocurrían o, incluso, descuidarse, no mantener una correcta higiene personal, una reducción en su desempeño escolar o, ya más peligrosas, mostrar conductas de riesgo en diferentes ámbitos, como el sexual o con el abuso de sustancias, destaca la experta.

En todo caso, aunque la depresión puede desarrollarse durante la infancia, lo normal es que aparezca, si lo hace, a lo largo de la adolescencia por ser una etapa vulnerable, de constantes cambios y desarrollo personal en el que se puede buscar referentes en otros lugares distintos al núcleo familiar o de amistad. Por ello, Gordóvil aconseja crear un buen clima en casa, dando protagonismo a la confianza y la comunicación de las emociones. "La mejor ayuda que pueden ofrecer los padres es cuidar su propia salud mental para ser modelos saludables de afrontamiento", destaca.

A su vez, también enumera ciertos factores de riesgo existentes que pueden conducir a que se padezca una depresión clínica a edades tan tempranas. Entre ellos resalta el que algún miembro de la familia consuma sustancias, que uno de los progenitores ya presente depresión, haber sido víctima de maltrato, vivir en situaciones de estrés o abuso.

Si no hay diagnóstico, no hay tratamiento

Detectarlo es importante porque si no se hace, no se trata. En ello ve la experta consecuencias, pues al no tratarse, el adolescente no va a recibir las herramientas suficientes para gestionar sus emociones y, en los peores casos, pueden aparecer pensamientos suicidas, pero también otras como una mayor posibilidad de padecer depresión durante la vida adulta, baja autoestima, mantener relaciones tóxicas o desarrollar otras patologías mentales.

¿Cómo ayudarlos?

Además de la comunicación y la confianza, la psicóloga ve importante el papel de los padres en los pequeños gestos del día a día, pues no dejan de ser los modelos a seguir. "Si tus hijos ven que ante un mal día en el trabajo te quejas y te bebes un gin tonic, y eso no es un buen mecanismo de afrontamiento", aconseja.

Pero ojo, porque también habla de la invalidez que se puede hacer, de forma inconsciente, a las emociones de los hijos, como "esto que te pasa no es nada". Con ese tipo de frases se puede transmitir que lo que sienten no está bien y, por tanto, no se les está ayudando en el momento que lo necesitan. Además, aboga por romper con la sobreprotección que en ocasiones se genera sobre ellos al creer que no son capaces de hacer algo y con la exigencia desmedida cuando no se pone valor en algunos de sus logros, gestos que pueden mermar su autoestima.