La orientación sexual, un tabú en el deporte: "Ojalá hubiera muchas más 'Navratilovas'… pero actualizadas"

  • Martina, que acaba de anunciar que vuelve a sufrir cáncer, fue una pionera al hacer pública su homosexualidad en 1981, aunque ahora el colectivo LGTBI+ considera su activismo “desactualizado"

  • En las últimas cuatro décadas, ninguna gran estrella mundial del deporte se ha atrevido a salir del armario estando en activo. Ian Thorpe, por ejemplo, esperó a su retirada

  • El miedo a ahuyentar a posibles patrocinadores, posible motivo, contrasta con la sensación del colectivo: “Si una gran estrella saliera del armario le lloverían las ofertas”

Martina Navratilova no es sólo una leyenda del tenis, la mujer con más títulos WTA (167) en su currículo o la segunda que más semanas figuró como número 1 del mundo (331, sólo superada por Steffi Graf, con 377). Ella, además, es una luchadora desde la cuna que ha ido superando dificultades de todo tipo desde la naturalidad y la convicción de que un mundo mejor es posible. Ahora se le ha presentado un nuevo rival, el cáncer, al que ya derrotó una vez en 2010 y que ha regresado para ponerla de nuevo a prueba. 

La ex tenista se ha ganado a pulso el cariño de mucha gente por cómo ha afrontado cada momento de su vida tanto personal como profesional. De hecho, más allá de ser un icono del tenis, también es una figura clave dentro de la comunidad homosexual, pues se convirtió en una pionera al hacer pública su orientación estando en activo y ha sido un referente desde entonces. Sin embargo, desde el colectivo LGTBI+ consideran que Martina se ha quedado a medias en sus reivindicaciones. “Navratilova no ha avanzado. Es una leyenda del tenis, es una mujer fuerte y es activista, pero sólo es un referente para el colectivo homosexual, no para todo el colectivo LGTBI+”, asegura Ismael Merino, presidente de ADI (Agrupación Deportiva Ibérica LGTBI+), una organización que aglutina a clubes deportivos y asociaciones LGTBI+ de la península ibérica. 

Martina salió del armario por la puerta grande, confesando que era bisexual y que en ese momento tenía una relación con una mujer. Sus palabras fueron publicadas por ‘The New York Times’ el 29 de diciembre de 1981, un momento en el que la sociedad no parecía estar tan preparada para aceptar la diversidad sexual como cabría suponer que lo está ahora, en 2023. Como reflejo de aquella sociedad de principios de los 80 estaba el mundo del deporte, en el que apenas un puñado de casos de deportistas gais se habían hecho públicos por aquel entonces (Glen Hughes, futbolista australiano que hizo pública su condición sexual en 1977, o Dave Kopay, jugador de fútbol americano, en 1975). 

El anuncio de Martina no varió su hoja de ruta deportiva ni tampoco la empresarial, que corría paralela en forma de acuerdos, patrocinios y popularidad. Tal y como ella ha explicado en entrevistas posteriores, sus marcas fueron fieles e incluso llamaron a su puerta algunas otras. "Aunque fue difícil al principio, no tuve problemas para conseguir patrocinios”, confesaba en The Guardian allá por 2012. No en vano, Navratilova llegó a ser la imagen de marcas tan importantes y trascendentes en el ‘universo tenis’ como Nike, Prince o Wilson, mientras que más allá de las pistas era apoyada por American Express, Gatorade, Ann Taylor, Whirpool, Nestle, Visa o Bank of America. 

¿Miedo a perder patrocinadores?

Algo similar podría suceder en la actualidad, cuatro décadas después, si un deportista hiciera pública su condición sexual, pero el miedo al rechazo sigue pesando demasiado. “El problema en el deporte es real, no refleja lo que sucede en la sociedad. Puede ser por miedo a perder contratos, a la reacción de sus compañeros, a la de la grada o por lo que sea”, reflexiona Ismael Merino. 

Sin embargo, desde el colectivo LGTBI+ también se muestran convencidos de que si una estrella da el paso, lejos de ser rechazada por las marcas, sería respaldada: “Si una estrella del deporte declarase que es gay le lloverían las ofertas de las marcas y muchas personas se sumarían y hablarían de su orientación sexual, pero todo el mundo tiene miedo a ser el primero”.  

La propia Navratilova llegó a dudar en este sentido, aunque ella optó por mostrarse tal como era y dejar de luchar contra sí misma. “Sabía que mi orientación sexual podía ahuyentar patrocinadores, pero si eso sucedía era con empresas con las que no habría querido trabajar de cualquier manera”, explica Navratilova cuando la cuestionan sobre el tema, si bien también muestra un punto crítico: “No puede ser que todos estén preocupados por los patrocinios porque la mayoría de ellos no los van a conseguir de todas formas”.  

A partir de ahí surge otra cuestión que va más allá del apoyo por parte de las empresas y es el motivo de ese apoyo. Ismael Merino tiene claro que no sería oro todo lo que reluciera. “Hay muchas marcas que dan visibilidad al colectivo pero nosotros tenemos la duda de si es una cuestión de márketing o un interés verdadero. Llenar tu logo de colores en el mes de junio no vale para nada si no te acuerdas del colectivo el resto del año. Las marcas deben vincularse al colectivo por convicción, no por moda”. 

Falta de referentes

Además, comprende la reticencia de los deportistas a salir del armario. “Lo ideal sería que hubiera muchos referentes de todo el colectivo dentro del mundo del deporte y sobre todo en el fútbol. Harían falta ‘Navatrilovas’ del siglo XXI. Su figura fue genial en su momento, pero ahora tiene que actualizarse. Su lucha fue genial pero ahora peca de lo que criticaba. Ojalá hubiese un gran referente del deporte que hablase de todo el colectivo LGTBI+ pero es comprensible que no lo hagan porque les van a juzgar por su orientación sexual y no por sus méritos deportivos”, asegura el director de ADI. 

Así pues, el ejemplo de lo que hizo Navratilova hace ya más de 40 años podría haber servido para que muchos otros deportistas se lanzasen a la piscina y explicasen abiertamente su condición sexual, si bien la realidad ha demostrado que un tabú puede permanecer vivo por muchos años que pasen, ya que las matemáticas sociales chocan de frente con las meramente deportivas. Según datos ofrecidos por una encuesta de Ipsos, alrededor del 11% de la sociedad se declara “no heterosexual”, mientras que en el mundo del deporte no se alcanza ese porcentaje… ni siquiera se acerca. Ismael Merino lo tiene claro: “En el deporte, por una simple regla de tres, deberían conocerse muchos más casos y no salen por miedo a las represalias. No creo que sea por miedo a perder patrocinadores sino por la exposición mediática y social que conlleva. Las marcas les apoyarían por una cuestión de dinero y de mercado, pero hay que estar preparado para enfrentarse al público y no es fácil soportar esa presión social”.

A día de hoy siguen siendo muy escasos los protagonistas del mundo del deporte que se declaran abiertamente homosexuales y muchos de ellos lo hacen una vez finalizada su carrera. Uno de los casos más mediáticos fue el de Ian Thorpe, leyenda de la natación, que salió del armario una vez había salido antes de la piscina. “Sorprende que no haya estrellas del deporte que hayan expresado su orientación sexual libremente en todo este tiempo estando en activo, pero es comprensible porque ha habido represalias y reacciones muy negativas contra los que sí han hecho pública su orientación”, explica Ismael. 

Cabe recordar en este sentido que ningún gran estrella de un deporte mediático ha dado el paso de salir del armario en las últimas cuatro décadas, por lo que la reacción real de las multinacionales ante un anuncio así es realmente toda una incógnita. En el mundo del deporte todos sospechan que sería un bombazo a todos los niveles, pero tendremos que seguir esperando para verlo. 

Este tipo de anuncios son más comunes en el deporte femenino, donde parece estar más normalizado que en el masculino, y en las disciplinas individuales por delante de las de equipo. De hecho, el tenis es un gran ejemplo de ello, ya que estrellas como Amelie Mauresmo o la española Conchita Martínez también hicieron pública su condición sexual, mientras que no se conoce el nombre de ningún jugador que haya salido del armario en activo (Blake, por ejemplo, lo hizo después de retirarse). “Esto se debe a la masculinidad frágil y a la sociedad patriarcal en la que vivimos. Para mejorar hacen falta cambios en la política y la educación. El respeto es fundamental”, zanja Ismael Merino con cierto anhelo de que algún día no será noticia la orientación sexual de un deportista. 

Casos aislados en diversos deportes 

Cierto es que, aunque sea con cuentagotas, algunos deportistas sí que se han decidido a dar el paso de hacer pública su homosexualidad estando en activo y en disciplinas con un gran foco mediático. Es el caso, por ejemplo, de Jason Collins, ya ex jugador de la NBA, pero que en 2013 salió del armario convirtiéndose en el primer protagonista de un deporte profesional americano que lo hacía; o el de Michael Sam, que hizo lo propio antes de entrar en el draft de la NFL y ser elegido por los Rams. Sonado fue el caso de Josh Cavallo, futbolista australiano que milita en el Adelaide United y que en 2021 hizo pública su homosexualidad a través de sus redes sociales. 

En otros deportes no tan mayoritarios, Orlando Cruz, boxeador cubano, anunció que era homosexual en 2012; Tom Daley, saltador de trampolín, lo hizo en 2013; y Gus Kenworthy, esquiador, en 2014 tras ganar la plata en los Juegos Olímpicos de Sochi.