Lidiar con la culpa por haber contagiado el virus: "No me lo puedo quitar de la cabeza"

  • Juan Carlos, oftalmólogo de 54 años: "Di positivo, contagié a mis amigos y me siento culpable”

  • El entorno de Juan Carlos cumple cuarentena en pleno mes de agosto. No sabe cómo se contagió, pero ha sido prudente

  • El psicólogo Jesús Matos Larrinaga nos da las pautas para liberarnos de este pesar

"Me siento culpable. Es un malestar que me acompaña todo el día desde que me comunicaron positivo en Covid-19 y supe que se lo había contagiado a alguno de los amigos cercanos. Haga lo que haga, me encuentro aturdido y no dejo de pensar qué hice mal, en qué momento pude contagiarme y hasta dónde puede llegar la cadena de transmisión a través de mis contactos. No es solo culpa, también es vergüenza, incertidumbre, tristeza y un escalofrío cuando trato de imaginar a cuántas personas habré podido contagiar". El testimonio de Juan Carlos, un oftalmólogo de 54 años que vive en Alameda de Osuna, no tiene nada que ver con las disculpas mediáticas de algunos deportistas o artistas después de protagonizar fiestas burlando todas las restricciones sanitarias.

Lo suyo es más cotidiano, pero igual de comprometido. Abrió su consulta hace poco más de un mes con todas las medidas de seguridad. Viajó un fin de semana con su familia a un pueblo costero para ver a sus suegros. Ha celebrado un par de cenas en casa con un pequeño grupo de amigos (nunca más de siete personas). Y poco más. El problema ahora es ir sumando a sus contactos los de los demás,

incluidos los amigos de los amigos de sus hijos.

"No puedo evitar sentir esta culpa"

Le comunicaron su positivo a principios de semana y desde ese momento no deja de martirizarse. "Ahora tengo a todo el mundo en cuarentena, a todos en vilo. No sé si es racional sentir esta culpa, pero no puedo evitarlo", explica. Dice que preferiría que le recriminasen y, sin embargo, no recibe más que muestras de cariño. Cuando ve algunas imágenes en los informativos, le abochorna sentirse en

el colectivo de irresponsables e inconscientes que propagan los rebrotes. Pero no es su caso. Cumplió el encierro, siguió todas las recomendaciones y asumió las restricciones de la mal llamada nueva normalidad. Ahora está en alerta pensando en los demás y se despierta cada mañana con la misma pregunta: ¿Pude evitarlo?

Juan Carlos es un ejemplo más de cómo la pandemia nos está enseñando a vivir con emociones e inquietudes que, sin ser nuevas, ahora se van enredando en una compleja malla. La culpa, un sentimiento natural e importante en las relaciones sociales, puede llegar ahora a convertirse en una de esas emociones basura de las que conviene desprenderse para seguir adelante. Pero ¿cómo liberarnos? El psicólogo Jesús Matos Larrinaga, director de la clínica En Equilibrio Mental, está observando en las últimas semanas la necesidad urgente de aprender a conciliar la responsabilidad ante la pandemia y la empatía que implica la decisión de cuidarnos para proteger a los demás con la posibilidad real de infectarnos y de transmitir el virus a alguien más. “No es fácil gestionar tantos sentimientos cuando está en juego nuestra salud y la de los que más queremos. Es otra consecuencia

más de la pandemia”, señala Matos.

En este juego de responsabilidad, empatía, solidaridad y liberación de culpa, Matos propone a personas que, como Juan Carlos, se han infectado y viven con esa desazón, las siguientes pautas:

Asumir el daño

Expresar la culpa, asumir el daño que hemos podido causar y hablar con la gente más cercana. Esto nos ayuda a superar el sufrimiento y ser más transigentes con nosotros mismos. La negación no es buena estrategia.

Fallar es humano

Entender que en esta pandemia hay situaciones que se escapan de nuestro control. Es un virus altamente contagioso y, al fin y al cabo, fallar es humano.

Aceptar la realidad

Aceptar la realidad y quedarse con lo que tiene la culpa de responsabilidad, reparación, aprendizaje y crecimiento. Si hay algo que aún pueda repararse, debemos intentarlo.

No castigarse

Eliminar la parte de castigo, autoexigencia o vergüenza. Tal vez nunca lleguemos a saber quién contagió a quién. Lo principal es saber que se tomaron todas las precauciones. Merecemos amor y debemos recibir ese apoyo. ¿No haríamos igual si fuese otra persona la que necesitase ahora una prueba de afecto y cariño?

Aprender a convivir con el virus

El virus seguirá presente y tendremos que aprender a convivir tanto con él como con la frustración y impotencia que generan su presencia en nuestras vidas.

La culpa es necesaria

Asumamos que la culpa es necesaria. Surge de la sensación de haber vulnerado la norma personal o social perjudicando a alguien y, por tanto, cumple la función de hacernos conscientes del mal que hemos causado y de cómo lo podemos reparar. Es un mensaje que debe llegar a toda la sociedad.

Pasar página

Si no ha existido ninguna falta objetiva ni razón que justifique sentirse culpable, no va a cumplir esa función adaptativa. Es necesario pasar página. De lo contrario, ese malestar puede derivar en otras emociones muy perjudiciales, como desprecio por uno mismo, pensamientos obsesivos o tristeza.

Responsabilidad individual

El coronavirus sigue activo y está demostrando una tasa de transmisión alta. Es importante cumplir las normas de protección. Nuestra responsabilidad individual es clave para frenar la pandemia, pero no podemos sentirnos culpables de algo que a veces puede escapar a nuestro control.