Establecer un menú diario, hacer deporte y otros consejos útiles para evitar comer por ansiedad

  • El hambre y los estados de ánimo pueden hacer que entremos en un círculo vicioso, te ayudamos a controlar el hambre por ansiedad.

El hambre emocional, más conocido como comer por ansiedad, nos hace comer, no porque tengamos hambre, sino por problemas personales que no sabemos gestionar. Normalmente suele ocurrir cuando sufrimos estrés, ansiedad y tristeza, pero también, por mero aburrimiento.

Causas que nos llevan a comer por ansiedad

1. Incapacidad para gestionar las emociones

Tradicionalmente se nos ha enseñado que las emociones negativas no tienen ninguna utilidad más allá que la de hacernos sufrir; por lo que es mejor esconderlas, reprimirlas o contenerlas. Como consecuencia, un gran número de personas son incapaces de gestionar sus emociones de manera adecuada y satisfactoria. De ahí que comer por ansiedad sea un problema muy recurrente dentro de la población.

2. Exceso de autocontrol

El hecho de pasar todo el día intentado reprimir o controlar las ganas de comer puede acabar ocasionando un efecto rebote en el que la persona acabe comiendo grandes cantidades de comida en un espacio de tiempo muy reducido.

3. Comida como exclusiva fuente de placer

Degustar una buena comida es un placer nada despreciable. Sin embargo, cuando solamente encontramos el bienestar a través de ella, convirtiéndola en la “responsable” de nuestra satisfacción, nos encontramos ante un problema.

Como se comenta en el primer punto del artículo, paliar nuestra ansiedad o nuestra angustia con comida solamente conseguirá hacernos entrar en una espiral de malestar. Cuando buscamos en la comida un alivio temporal de las emociones negativas debemos comprender que el problema no reside en el acto de comer o en la misma comida, sino en la propia ansiedad. Por lo tanto si somos capaces de controlarla, nos será mucho más fácil aplacar la necesidad imperiosa por comer que esta provoca.

¿Como por ansiedad?

  • Necesidad de comer aunque no se sienta hambre fisiológica: necesitas introducir alimentos en tu cuerpo aunque no experimentes el hambre común.
  • Comer de forma impulsiva: además, este tipo de hambre emocional se caracteriza porque se desconoce el origen de esa necesidad, pero no se puede controlar. Esto hace que el acto de comer se haga de forma impulsiva y descontrolada.
  • Sentimiento de culpa: suele ser muy común que, después de este ataque de hambre, las personas se sientan culpables porque siguen sin sentirse bien ni satisfechas. Esto es porque el origen de su problema no se ha resuelto con la comida.
  • Comer para estar mejor: hay un trasfondo en esta conducta que persigue un sentimiento de mejora y bienestar por el hecho de comer. Sin embargo, al no resolverse, es habitual que la persona se sienta triste y decepcionada después del atracón.

¿Cómo controlarnos?

  • Menú diario de comidas: es importante que tu mente sepa que estás bien alimentado y, por tanto, de esta forma, evitarás esa urgencia a la hora de comer por compulsión. Te recomendamos que tengas un planning semanal para que, así, sepas exactamente qué vas a comer y a qué hora, y así controles estos ataques de hambre.
  • Come alimentos saciantes: para evitar la sensación de hambre, te recomendamos que incluyas en tu dieta alimentos que sacien tu apetito como, por ejemplo, las frutas y las verduras. Además, si cuando te entran las ganas descontroladas de comer, optas por un alimento saludable, tu salud no se resentirá.
  • Evita el azúcar: el hambre emocional está muy relacionado con el consumo y abuso de alimentos azucarados y dulces procesados. Por ello, te recomendamos que evites tener estos ingredientes en tu casa y, en su contra, optes por versiones más saludables como yogures, frutas, etcétera.
  • Haz deporte: el ejercicio físico es un hábito muy recomendable para conseguir reducir la ansiedad y vivir de una forma más optimista y positiva. Esto puede ayudarte a regular tus problemas emocionales y, así, reducir estos ataques de hambre.
  • Busca ayuda profesional: Una vez determinado que las sensaciones de hambre no son físicas sino emocionales, y que la ansiedad es la gran culpable de que no nos podamos resistir a asaltar la nevera de manera compulsiva, es recomendable solicitar la ayuda de un profesional en psicología que nos ayude a manejar y disminuir los síntomas ansiosos y, por lo tanto, la necesidad de comer.
  • Identificar las situaciones o momentos en los que aparece el hambre: Seguramente la necesidad de comer venga desatada por algún suceso que nos ha afectado a nivel emocional. Estos sucesos pueden ser desde el estrés laboral, una mala noticia o un mal encuentro o incluso debido a los cambios hormonales propios del ciclo menstrual. Si somos capaces de detectar los momentos en los que esta sensación aparece, nos será mucho más fácil preverlos y elaborar estrategias que nos ayuden a evitar la compulsión de comer.
  • Dormir lo suficiente: Además de aumentar los niveles de cansancio y ansiedad, no dormir las suficientes horas de sueño también tiene un efecto directo sobre nuestro organismo, aumentando los niveles de hambre. Si a esto le sumamos el hambre provocada por la ansiedad, la cual está potenciada por no dormir, volvemos a entrar en un bucle de ansiedad-sueño que no nos beneficiará en ninguno de los aspectos anteriores.