La desconcertante mueca de Carlos al firmar como Rey: ¿qué mostró con ella sin querer?

  • Lo hicieron los primeros homínidos y ahora, el rey de Inglaterra: el gesto de Carlos III al estampar su primera firma real es una muestra de nuestro cerebro más primitivo

  • Existen 19 tipos de sonrisas; de ellas, solo seis están relacionadas con emociones agradables

  • En la Europa del siglo XVII solo los más vulnerables sonreían mostrando los dientes

Estar en el momento inoportuno en el lugar inadecuado. Eso le ocurrió al tintero situado en la mesa sobre la que Carlos III estampaba su primera firma como rey de Inglaterra. El vídeo ha dado la vuelta al mundo: al nuevo monarca le incomoda no disponer de todo el espacio para poder escribir y pide que retiren el ya famoso tintero. La sorpresa es que no lo hace de manera elegante y contenida, como se esperaría del nuevo rey de Inglaterra, sino mostrando los dientes de manera agresiva, desvelando un gesto a medio camino entre la impaciencia y la furia.

Mostrar los dientes, señal de superioridad

Lo que hizo Carlos III es una mueca que viene de antiguo, tan antiguo como los estadios más primitivos del cerebro humano. Nuestra especie es la única capaz de sonreír y de mostrar emociones a través de la sonrisa. Pero la sonrisa no nació como tal, también fue pareja a la evolución de la especie.

Al principio de los tiempos, abrir la boca para mostrar los dientes era la manera de mostrar al otro la superioridad y la predisposición al ataque. Era, de hecho, la copia evolutiva de lo que hacen los animales. Quienes tienen un perro saben que antes de morder levantan el labio superior dejando ver sus dientes. Poco a poco, los primeros humanos fueron conociendo los diferentes significados que podían darse al abrirse la boca: desde el ataque al miedo, hasta el placer o el divertimento. Nacería así la sonrisa de amabilidad. Pero no es el único tipo de sonrisa ni la más habitual.

Un estudio de la universidad de San Francisco establece 19 tipos de sonrisa: solo seis ocurren ante un momento agradable. Las otras 13 restantes pueden reflejar dolor, vergüenza, incomodidad, horror, desprecio, enojo, incredulidad o desamparo. "Algunas evolucionaron para mostrar que somos cooperadores y no una amenaza, otras evolucionaron para mostrarle a los demás, sin agresión, que somos superiores en la interacción del momento", señala Paula Niedenthal, psicóloga de la Universidad de Wisconsin-Madison, en una entrevista a la BBC.

Sonreír de felicidad

En el siglo XIX, el neurólogo francés Duchenne de Boulogne fue uno de los primeros en tratar de decodificar el significado de las sonrisas. Este neurólogo descubrió 60 expresiones faciales que involucraban diferentes grupos musculares y que daban lugar a distintos tipos de sonrisas.

Según sus investigaciones, la sonrisa feliz, asociada a sentimientos genuinos de placer y felicidad, hace que los pómulos se levanten y los ojos estén rodeados de arrugas. Es un gesto prolongado e intenso que conlleva la contracción de las pupilas y en la que intervienen el cigomático mayor y el menor, el orbicular de los ojos, el elevador del ángulo de la boca, el del labio superior y el risorio. 

La sonrisa del miedo

Ser felices y mostrarlo con una sonrisa hoy puede parecernos natural, pero parte de un contexto muy diferente. "Cuando los chimpancés bonobos sienten miedo, enseñan los dientes y retraen los labios para mostrar las encías", asegura Zanna Clay, primatóloga de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido. Es un gesto de sumisión, usado por los individuos de menor estatus para agradar a los miembros más influyentes del grupo.

La sonrisa del miedo ha permanecido entre nosotros. Sonreír es una manera de aplacar los ánimos y de dar un carpetazo a los conflictos. De hecho, algunos estudios muestran que los hombres tienden a sonreír más cuando están en compañía de personas consideradas de un estatus superior.

Una mueca de tristeza

En la sonrisa triste, la boca asume una forma asimétrica y el rostro tiene una expresión de melancolía. Es expresión facial asociada a la aceptación, a veces a la resignación, que parecía aprendida culturalmente. Pero una investigación de 2009 de la Universidad de San Francisco descubrió que la sonrisa triste está programada en nuestro ADN.

Después de analizar más de 4.800 fotografías de atletas que competían en los Juegos Olímpicos, descubrieron que los deportistas que perdían reproducían esta sonrisa, incluso aunque fueran ciegos de nacimiento, sin posibilidad de imitar ningún gesto.

Cuestión de moda

Se dice con frecuencia que sonreír es la mejor tarjeta de presentación. Pero la sonrisa de felicidad no siempre estuvo bien vista. En general, hasta hace un par de siglos, el humor, el placer y la felicidad no eran asuntos de 'buen gusto'. En la Europa del siglo XVII, se consideraba inapropiado mostrar abiertamente las emociones: solo los más vulnerables sonreían mostrando los dientes.

Sonreír de manera franca, mostrando sentimientos de bienestar, comenzó a implantarse en París a finales del siglo XVIII, cuando algunos nobles decidieron compartir con el mundo la alegría de vivir. Aún así, cada sociedad y cultura declina a su manera el acto de sonreír o, mejor dicho, de abrir la boca.

Para el rey Carlos, mostrar los dientes en un momento tan sublime como estampar su primera firma real ha sido una manera de comunicarse con su equipo. En su gesto no había tristeza o alegría. Los expertos que estudiaron a los bonobos quizá hablarían de conflictos y miedos. Solo eso -la mezcla de temor y la necesidad de dominio- podrían explicar una mueca tan incomprendida como poco acertada.