Cómo reconciliarte con tu padre ahora que, a veces, eres el padre que no querías ser: "Perdonarlo es liberarte"

  • La psicóloga Ana Morales desgrana cómo pesa el pasado en las relaciones entre padres e hijos y cómo puede lograrse la reconciliación cuando la relación está dañada

  • "La reconciliación con nuestro padre es una experiencia muy personal que a menudo llega con la madurez y una comprensión más profunda de la complejidad de la vida"

  • "Lo que realmente ha marcado la diferencia en los últimos años es que muchos padres buscan conectar emocionalmente con sus hijos"

Ser padre es una aventura fascinante que nada tiene que ver con el aburrido rol de ser un suministrador de víveres, una figura que solo sabe decir no o la persona que impone disciplina con su mera presencia. Hace tiempo que no es así, pero los que ahora cumplen más de 50 saben qué significan todas esas cosas. Y no solo lo saben, sino que a veces se ven reproduciendo comportamientos y actitudes que sufrieron en sus propias carnes y que creían desterradas. A veces, los padres son los padres que no querían ser. Lo sabe muy bien Ana Morales, psicóloga, experta en nutrición emocional y aceptación corporal y autora del libro '¡Qué buena estoy!'. Esta psicóloga logra desgranar cómo ha evolucionado la paternidad en los últimos años, cómo pesan los paradigmas del pasado y de qué competencias emocionales debemos echar mano para reconciliarnos con unos padres que, como dice Morales, "se enfrentaron a sus propios desafíos y, como nosotros, no son perfectos".

¿Cómo ha cambiado la figura del padre en los últimos años?

La paternidad definitivamente ya no es lo que era antes. Atrás han quedado los días en que el papel del padre se reducía a ser ese el proveedor económico y a imponer disciplina, bajo el temido anuncio de “Espera a que llegue tu padre”. Hoy, ser padre significa sumergirse en el mundo de los hijos, colaborar en la elección del disfraz más creativo para Halloween, compartir carcajadas mientras se cocina siguiendo tutoriales de chefs famosos, o hasta convertirse en modelos para las pruebas de maquillaje de sus hijas. Esos momentos son el nuevo símbolo de lo que significa ser padre hoy: estar ahí, en las grandes y pequeñas aventuras de la vida de sus hijos.

¿Cómo se ha gestado este cambio?

Este cambio no ha surgido de la nada. Va de la mano de otro fenómeno igual de revolucionario: la entrada masiva de las mujeres al mercado laboral. La imagen de la madre esperando en casa mientras el padre regresa del trabajo ha dado paso a una realidad donde ambos padres comparten las responsabilidades, tanto económicas como del hogar y la crianza. Ahora, es tan común ver a papás haciendo malabares con pañales, tareas del colegio y visitas al pediatra, como lo es ver a mamás liderando proyectos y reuniones importantes. Pero lo que realmente ha marcado la diferencia es cómo muchos padres buscan conectar emocionalmente con sus hijos. Ya no es suficiente ser el proveedor o el 'gran juez' de la casa. Los padres de hoy quieren ser mentores, amigos y confidentes de sus hijos, buscando ejercer su autoridad de manera que se fomente el respeto y la confianza mutua.

Antes, los padres estaban convencidos de que su éxito se medía por su capacidad para asegurar el futuro económico de sus hijos. Hoy en día, se han dado cuenta que su tiempo, su presencia y su amor son tan valiosos, o incluso más, que cualquier cosa material que les puedan ofrecer, por eso se esfuerzan por no perderse ningún momento, por pequeño que sea, mostrando que el regalo más grande que pueden darles es su atención y cariño incondicional.

Lo más importante en la relación paterno filial sigue siendo el amor incondicional y el compromiso por la felicidad del hijo

¿Para ti qué es hoy ser padre?

Ser padre hoy es una aventura llena de retos y alegrías, una oportunidad única para crecer al lado de sus hijos. Entre risas en la cocina, proyectos escolares de última hora y consuelo después de un mal día, los padres actuales están redefiniendo su papel en la familia. Nos enseñan que, a pesar de los cambios en el mundo, lo más importante sigue siendo el amor incondicional y el compromiso por su felicidad. En este viaje, cada padre aprende y se adapta a su manera, enriqueciendo la relación con sus hijos gracias también a los nuevos roles que las madres han asumido en el trabajo y la familia.

¿Qué viaje emocional han hecho los padres que ahora tienen 50 y pico?

Los padres que rondan los 50 han tenido que recorrer un camino emocional lleno de reflexiones y cambios, caracterizado por un esfuerzo consciente de no repetir lo que vivieron con sus propios padres. Han crecido en una época donde la figura del padre era más distante y rígida. Sin embargo, al convertirse en padres, se han encontrado con la oportunidad de hacer las cosas de otra manera, de una forma más participativa. La reflexión sobre frases como "Este es mi techo y yo pongo las normas" los ha llevado a muchos a cuestionar y cambiar su propia manera de ejercer la autoridad y han preferido reemplazar la rigidez por el diálogo, construyendo con sus hijos un entorno basado en el respeto mutuo y el entendimiento, donde las normas se negocian y no se imponen.

¿Han tenido que enfrentarse a viejos paradigmas?

Sí, este viaje ha sido, por un lado, de lucha contra viejos paradigmas, creencias y heridas y por otro, de aprender a perdonar —a sus padres y a sí mismos— por los errores del pasado. Se han visto obligados a equilibrar el deseo de hacerlo mejor con la realidad de sus propias limitaciones, en muchos casos como consecuencia de su propia educación, buscando crear vínculos más profundos con sus hijos.

Este periplo emocional no ha sido solo de rebeldía contra el pasado, sino una redefinición de su identidad como padres. Han aprendido a expresar sus emociones, a valorar la vulnerabilidad como una fuerza y a dejar atrás los clichés de 'padre estricto' y los 'deberías' para convertirse en figuras más empáticas y accesibles a sus hijos para fortalecer el vínculo familiar, demostrando que más allá de cualquier cambio social, lo que permanece es el amor, la comprensión y el apoyo incondicional.

¿Cuando somos padres se produce una reconciliación con el padre?

La reconciliación con nuestro padre es una experiencia muy personal que a menudo llega con la madurez y una comprensión más profunda de la complejidad de la vida. A medida que crecemos, empezamos a entender que detrás de cada decisión o acción de nuestros padres hay una historia, una que quizás no conocíamos del todo y nuestra percepción sobre esa figura paterna cambia. Comenzamos a ver a nuestros padres más como seres humanos, a comprender que sus decisiones y acciones estuvieron enmarcadas por sus propias experiencias, luchas, miedos, limitaciones y, claro está, su contexto. Eran personas que enfrentaron sus propios desafíos y que, al igual que nosotros, no son perfectos. Esta nueva perspectiva puede ser el primer paso hacia la reconciliación, permitiéndonos apreciar los esfuerzos de nuestros padres, aun cuando no hayan sido lo perfectos que nos hubiera gustado.

La reconciliación es un acto de amor hacia los padres y hacia nosotros mismos

¿Reconciliarse es olvidar el pasado?

La reconciliación no implica olvidar el pasado, sino entenderlo y darle un nuevo lugar en nuestra historia personal y no representa solo un acto de amor hacia nuestros padres, sino también un profundo acto de amor propio. Reconocer que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas que tenían a su disposición nos permite liberarnos de viejas heridas y, a su vez, abrir nuestros corazones a una nueva forma de relacionarnos con ellos.

¿Existe un conflicto dual entre el padre que se aspira a ser y el reflejo del padre que tuvimos?

Transitar por la paternidad lleva a muchos a enfrentarse con un dilema: el choque entre el tipo de padre que siempre quisieron ser y la imagen del padre que realmente tuvieron. Este conflicto interno es como una conversación constante entre el pasado y el futuro, entre lo que heredaron y lo que esperan legar.

 ¿Cuántas veces un padre, en un momento de frustración, se sorprende diciendo exactamente las mismas palabras que juró y perjuró que nunca diría? Expresiones como "Porque yo lo digo" o "Mientras vivas bajo mi techo" pueden salir de sus bocas, repitiendo las mismas expresiones que les decían sus padres. Este momento es un 'bofetón de realidad', una señal de que los patrones del pasado son persistentes, pero también es la oportunidad para preguntarse: ¿Es este realmente el padre que quiero ser?

¿Cómo podemos superar esos patrones?

El primer paso es reconocer que este conflicto existe. No es fácil admitir que, a veces, nos vemos reflejados en comportamientos que queríamos evitar. Pero aquí radica la clave para iniciar el cambio: la conciencia de que tenemos la opción de elegir diferentes caminos, de forjar un nuevo tipo de relación con nuestros hijos, una que esté basada en la comprensión, la cercanía y el apoyo, en lugar de la distancia o la autoridad inquebrantable. Algunos padres encuentran su camino a través de momentos simples pero importantes: juegos en el parque donde realmente juegan y no solo vigilan, cocinar juntos no como una tarea sino como una aventura, o incluso esas tardes de juegos donde se dejan maquillar por sus hijas. Son estos momentos los que construyen un puente entre el padre que tuvieron y el padre que aspiran ser.

Como humanos, debemos abrazar nuestros errores y aprender de ellos

¿Qué le dirías al padre de un adolescente que está en un momento rebelde?

El viaje de la paternidad, aunque lleno de altibajos, es un proceso de aprender, adaptarse y crecer junto a los hijos. Aceptar que, al igual que ellos, somos humanos, llenos de imperfecciones, nos permite abrazar nuestros errores y aprender de ellos. La paternidad se convierte así en una oportunidad para enseñar con el ejemplo cómo enfrentar la vida con resiliencia, compasión y amor. Al final, ser padre es un equilibrio entre aceptar lo que venimos siendo y tener el valor de evolucionar. Es entender que no necesitamos ser perfectos, sino presentes, y que nuestro mayor legado será el amor y las lecciones que compartimos, más allá de cualquier error que podamos cometer.

¿Cómo sanar en la madurez una relación padre-hijo que no siempre fue idílica?

Sanar una relación entre padre e hijo que ha tenido sus baches requiere adentrarse en un proceso emocional profundo, para el que se necesita tiempo, paciencia y en muchas ocasiones, el acompañamiento de un profesional. No es tarea fácil, pero sí profundamente transformadora. Este proceso generalmente se desarrolla a través de tres etapas esenciales: comprensión, aceptación y perdón.

  • Comprensión. Esta fase implica esforzarse por ver la vida desde los zapatos del otro. Para un hijo, esto significa intentar entender las circunstancias, educación y posibles traumas que han influido en cómo su padre actuó y reaccionó a lo largo de su vida. Consiste en comprender que su padre, con sus aciertos y errores, también es el resultado de su propia historia. Por ejemplo, un padre que creció en un hogar donde las emociones raramente se expresaban difícilmente pueda mostrar afecto a sus hijos. Comprender esto puede ayudar al hijo a ver que la falta de expresividad emocional de su padre no es una falta de amor, sino una réplica de lo que él mismo experimentó. Este entendimiento no justifica el comportamiento, por supuesto, pero sí ayuda a verlo bajo una luz diferente, facilitando la empatía hacia las luchas que él también enfrentó.
  • Aceptación. La aceptación implica reconocer que el pasado no puede cambiarse y enfocarse en lo que se puede construir hacia adelante. En algunas ocasiones, la reflexión puede llevar al reconocimiento de que, quizás, su padre no fue la figura que necesitaba o esperaba. Aquí, el reto es permitirse avanzar, entender que no necesita cargar con los errores de otros y que está en pleno derecho de escribir su propio camino, diferente al suyo. Supongamos que un padre nunca mostró afecto de manera abierta, algo que el hijo siempre deseó y por lo cual guardó resentimiento. Aceptar significa entender que ese padre tal vez no supo cómo expresar amor de las formas convencionales, pero quizás sí lo hizo a través de sus acciones, como trabajar duro para mantener a la familia. Reconocer estas formas de amor puede abrir la puerta a una nueva evaluación de la relación.
  • Perdón. El perdón es quizás el paso más desafiante y liberador del proceso. No se trata de olvidar lo ocurrido, sino de soltar el resentimiento para poder avanzar. Esto puede ser especialmente poderoso en relaciones donde ha habido heridas profundas. Un ejemplo de esto sería un hijo que decide perdonar a su padre por no estar presente durante su infancia. Al perdonar, el hijo no niega el dolor que eso causó, pero elige liberarse del peso del rencor para mejorar su relación presente y futura con su padre, reconociendo que ambos han crecido y cambiado con el tiempo.

Cada uno de estos pasos lleva consigo sus propios desafíos y momentos de introspección. No todos los días serán fáciles, y a veces, el progreso puede parecer lento o incluso inexistente. Sin embargo, avanzar a través de la comprensión, la aceptación y el perdón no solo tiene el potencial de sanar la relación padre-hijo, sino también de ofrecer un crecimiento personal profundo, permitiendo que ambos construyan un nuevo capítulo juntos, marcado por una mayor empatía y amor. No se trata de olvidar el pasado, sino de aprender de él para construir un futuro más armonioso juntos.