La pesadilla de Björn Andresen al convertirse en Tadzio, el chico más bello del mundo

  • Björn Andrésen fue un fenómeno de masas hace 50 años, tras el estreno de 'Muerte en Venecia', y el papel casi fue para Miguel Bosé

  • Vivía abrumado por el director Luchino Visconti, quien aprovechaba el tirón de la belleza de Andrésen para llevarlo a salas gays

  • Ahora se recupera aquel pasaje de su vida con el documental 'The most beautiful boy in the world'

"Ya no eres Björn, ahora eres Tadzio". Con estas palabras el director Luchino Visconti informó al actor Björn Andrésen de que había sido elegido para interpretar al joven Tadzio, "la personificación de la belleza más pura", en 'Muerte en Venecia'. Andrésen pasaría a la historia a los 15 años como "el chico más guapo del mundo". Y así se titula un documental que se ha presentado en el festival de Sundance y que retrata su vida adulta: incapaz de escapar del fantasma de Tadzio, traumatizado por la explotación que sufrió de adolescente y frustrado por, a los 65 años, no saber quién es todavía. Aquella frase profética lo despojó de su identidad.

Hace ahora 50 años Visconti se embarcó en una misión poética: encontrar al actor que diese cuerpo a Tadzio en la adaptación de la novela de Thomas Mann. 'Muerte en Venecia' contaba la historia del artista Gustav von Aschenbach, interpretado por Dirk Bogarde, que pasaba sus últimos días de vida en el Lido. Durante toda su vida, Aschenbach había creído que el ser humano puede crear belleza perfecta mediante el intelecto, el talento y el esfuerzo pero, al mirar a Tadzio, comprende que la belleza pura es algo divino que el hombre no puede crear. Mientras su cuerpo se descompone, observar al joven es para él una experiencia trascendental.

En la novela Mann describía a aquel aristócrata polaco de 12 años como "una cara que evoca el momento más noble de la escultura griega". "Pálido, con una timidez dulce, bucles enredados de color miel, el ceño y la nariz descendiendo en una línea, una boca cautivadora y una expresión de la serenidad pura de un dios; en realidad no es humano, sino un ángel de la muerte". Para Visconti, la obsesión de Aschenbach no era sexual ni erótica sino una forma superior de amor hacia la perfección. Encontrar al actor adecuado para Tadzio era esencial, ya que su belleza daría sentido a toda la película.

Miguel Bosé casi fue el elegido

Visconti recorrió varios países durante meses en busca de su Tadzio. Llegó a ofrecerle el papel a su ahijado Miguel Bosé (que entonces tenía 15 años) pero su padre, el torero Luis Miguel Dominguín, se negó en rotundo. Finalmente lo encontró en Suecia: Björn Andrésen era un chaval que soñaba con dedicarse a la música pero, tal y como el mismo contaría años después, su abuela quería tener un nieto famoso. Fue ella quien lo convenció de ir al casting.

El propio Visconti rodó una crónica de sus castings en el documental 'Alla ricerza di Tadzio' (En busca de Tadzio), que se emitió en la televisión pública italiana y que mostraba una sucesión de chavales rubios a los que el director pedía que caminasen y sonriesen para la cámara. Cuando Andrésen entró en la habitación, según contaría la directora de casting Margareta Krantz, "todo el cuerpo de Visconti se llenó de vida". "Su fragilidad quedaba muy bonita en cámara. Tienes que tener mucho cuidado cuando tratas con niños así", avisaba Krantz.

Durante la prueba el adolescente se mostraba incómodo, especialmente cuando Visconti le pedía que se quite la camiseta, y su experiencia en el rodaje de 'Muerte en Venecia' solo alargó su disgusto. La gran mayoría del equipo de la película eran hombres gays, a quienes Visconti prohibió que lo mirasen. Andrésen contaría años después que las únicas indicaciones de Visconti eran "camina, párate, date la vuelta, sonríe". Al año siguiente 'Muerte en Venecia' se presentó en el festival de Cannes. "Allí empezó el circo", recuerda Andrésen en el documental, "Allí empezó mi pesadilla".

Durante la rueda de prensa Visconti hablaba como si Andrésen no estuviera a su lado. Y lo cierto es que el actor no entendía ni una palabra. El director bromeó que Björn ya no le parecía tan hermoso, porque desde el rodaje de la película había empezado a hacerse un hombre, y lo bautizó como "el chico más guapo del mundo". Aquel fue el titular de la revista de Andy Warhol Interview, que lo sacó en portada para conmemorar el estreno de la película, y un apelativo que lo ha perseguido toda su vida. Tan solo tres años después del estreno, el historiador de cine Lawrence J. Quirk describió los planos de Andrésen en 'Muerte en Venecia' como "imágenes que podrían estar en el Louvre o en el Vaticano".

Tras la proyección en Cannes, Visconti se llevó al chaval a un bar gay. "Los camareros me miraban como si fuese un plato de carne. Sabía que no podía hacer nada porque habría sido un suicidio social, sentía mucha vergüenza. Aquella fue la primera de muchas situaciones parecidas", explica Andrésen, quien solo recuerda de aquella noche "las paredes de terciopelo rojas, la pintura negra brillante, las lenguas voraces" y no sabe cómo llegó al hotel.

Björn solo quería dejar atrás aquellas "personas que lo asediaban como murciélagos" y regresar a Suecia para retomar su sueño de ser pianista. Pero su abuela lo convenció de que viajase a Japón para ganar dinero rápido. Aquel era uno de los pocos países donde 'Muerte en Venecia' había tenido éxito comercial y Andrésen se había erigido como el primer ídolo de masas occidental. Él mismo compara su éxito allí con el fenómeno fan de los Beatles: hordas de adolescentes lo asediaban a cada paso, algunas de ellas con tijeras para intentar cortarle un mechón de pelo.

Björn Andrésen grabó dos canciones en japonés y una campaña publicitaria. Varios dibujantes celebraron "la hermosa tristeza de su cara" y se inspiraron en él para crear la estética bishonen: chicos muy jóvenes, esbeltos y andróginos con una sensibilidad femenina (el ejemplo más popular en España es 'Los caballeros del zodiaco'). Durante aquella gira, su tutor le daba pastillas para mantenerlo despierto durante el agotador ritmo de trabajo. Llegó a actuar seis veces al día.

"En la cultura japonesa sienten una profunda fascinación por la belleza efímera, los objetos preciosos que están condenados a marchitarse. Por eso celebran los pocos días al año que los cerezos están en flor", explica Guillermo Altares en el programa de Onda Cero 'La cultureta'. Y por eso celebraron a Björn Andrésen: una criatura cuya belleza radicaba en su juventud y, por tanto, estaba destinada inevitablemente a desaparecer.

Pero mientras aún se pareciese a Tadzio, Björn seguiría siendo un objeto de deseo. A mediados de los 70 se instaló en París, a la espera de un supuesto rodaje con Malcolm Leigh que lo tuvo en vilo un año y que jamás llegó a materializarse. Entretanto, varios hombres lo agasajaron con dinero, regalos y apartamentos. Él creía que eran amigos y admiradores, pero con los años ha comprendido que lo trataban como a un chapero.

"Me sentía como una especie de trofeo ambulante, como un animal exótico en una jaula. Yo solo sentía vergüenza. Solo quería estar en cualquier otro lugar y ser cualquier otra persona", cuenta hoy Andrésen, "Nadie le prestaba atención a mis ambiciones, a mis sueños o quien yo era en realidad. Solo querían que fuese el chico más guapo del mundo". En aquella época, asumió que su único valor era su belleza y por tanto cada día ese valor se devaluaba un poco más.

"Anda, pero si sabes hacer cosas"

En una ocasión tocó una complicada pieza de Liszt al piano durante una fiesta y, entre los aplausos de los asistentes, se le acercó una desconocida y le dijo "anda, pero si sabes hacer cosas". Su carrera en el cine nunca prosperaría, así que se dedicó a dar clase de música en un colegio. En 1984 tuvo una hija con su pareja, la poeta Suzanna Roman, pero su segundo hijo falleció en 1988 a los nueve meses por una muerte súbita. El diagnóstico de Andrésen, sin embargo, es que el bebé murió por "falta de amor". "Yo no estuve a la altura", lamenta.

Aquella pérdida lo empujó a la autodestrucción, al alcohol y a la depresión. Pero sobre todo lo llevó a la desaparición. Puede que no supiera quién era realmente, pero tenía claro que quería ser cualquier cosa menos Tadzio. Por eso la aparición del libro 'The Beautiful Boy' en 2003, una colección de fotografías de chicos adolescentes hermosos (desde Cupido hasta Elvis) con un joven Björn Andrésen en portada invocó de nuevo a todos sus fantasmas.

Según su autora, la feminista Germaine Greer, su intención era "reclamar la capacidad y el derecho de las mujeres a deleitarse con el placer visual". La editorial no necesitaba pedirle permiso a Andrésen para utilizar su cara en la portada de 'The Beautiful Boy', les bastaba con la autorización del fotógrafo. Una vez más, su propio cuerpo no le pertenecía y cualquiera con el dinero suficiente podía poseerlo y mercadear con él.

"Aquella calificación de 'El chico más guapo del mundo' me ha perseguido toda la vida. Nadie me tomó en serio", lamentaba entonces, "Ahora tengo casi 50 años, todo el mundo quiere ver en mí al chico más guapo del mundo cuando en realidad soy el chico más viejo del mundo".

El documental 'The Most Beautiful Boy in the World' muestra a un Björn de 65 años que parece mucho más anciano. Su pelo, ya no dorado sino canoso, le cae por los hombros y se le mezcla con una barba que le llega al pecho. El casero amenaza con desahuciarlo porque la cantidad de basura que acumula en su casa es intolerable para sus vecinos.

Su novia a ratos intenta limpiarle la casa y a ratos intenta romper con él. Andrésen reflexiona sobre su infancia, tutelado una abuela que no supo protegerlo, después de que su madre desapareciera cuando él tenía ocho años y apareciese muerta por suicidio varios meses después. Tampoco conoció a su padre. "Me gustaría conocerlo, aunque fuese cinco minutos, para observar sus ojos. Quiero oír su voz, ver cómo son sus manos y descubrir algo de su vida", explica. Ni siquiera, tal y como él mismo confiesa, se ha conocido a sí mismo.

Andrésen evita las reuniones de gente y evita mirar fijamente a la cámara del documental. Sus directores tardaron cinco años en conseguir que confiase en que iban a hacer la película con él, no a su costa. En 'The Most Beautiful Boy in the World', Björn regresa a Venecia para despedirse de Tadzio y viaja a Japón para reconciliarse con su experiencia como ídolo del pop cantando sus dos éxitos en un karaoke.

El crítico Kevin Fallon ha descrito el documental como "un thriller oscuro" que por momentos se torna "una película de terror". "Es una historia sobre los peligros de la fama infantil, una fábula sobre la explotación y la mercantilización de la belleza. Es un relato de terror sobre un joven al que le arrebatan su agencia y cómo los efectos de ello reverberan en el resto de su vida. Es una ventana al ciclo del trauma, la culpa, la depresión y la imposibilidad de sentir la valía de uno mismo. Y un retrato de la paranoia que surge cuando te arrebatan tu identidad y te conviertes en un producto, en una estética consumible".

Aquella fragilidad adolescente se ha convertido en una fragilidad decrépita y ahora representa aquella misma vejez que atormentaba al protagonista de 'Muerte en Venecia'. La belleza de Tadzio destruía a Aschenbach pero también acabó destruyendo a Andrésen. Aunque haya trabajado poco como actor, hace dos años impactó a todos los que vieron 'Midsommar', una película de terror sobre una secta en medio de un bosque de Suecia.

Andrésen interpretaba a un anciano que, el día que cumplía su ciclo vital según los preceptos de la secta (75 años), cumplía el rito de tirarse desde un precipicio para ponerle fin a su vida en la Tierra. Al caer, su cabeza se estampaba contra una piedra y la cámara se regodeaba mostrando su cara reventada. Aquella cara que, hace muchas vidas, fue la más hermosa del mundo. Quizá Björn encontrase cierta satisfacción perversa cuando vio esa escena.