¿Qué es la banca abierta? La era digital también ha llegado a las entidades financieras

  • El consentimiento del cliente es básico para acceder a la banca abierta

  • La directiva europea PSD2 o Directiva de Servicios de Pago Revisada, que entró en vigor en enero pasado, establece su regulación

  • Todos los actores implicados, clientes, entidades bancarias y proveedores de servicios financieros, se benefician de la banca abierta

Poco a poco los bancos y sus sucursales a pie de calle han ido evolucionando y transformándose. Pero necesitan ir más allá para reducir costes y encontrar nuevos modelos de negocio que nos sigan llamando la atención como clientes. En este contexto donde imperan además bajos tipos de interés, se ha desarrollado la banca abierta (open banking como una de las puntas de lanza de la digitalización de las entidades financieras. Pero ¿qué es la banca abierta? En Uppers hemos hablado con un grupo de gestores especializados en este campo para que nos desgranen en qué consiste la banca abierta.

Lo más significativo es que la banca abierta trata de brindar la posibilidad de acceder a toda la información financiera de los clientes de los bancos a empresas ajenas al negocio bancario. Este acceso es posible gracias a plataformas digitales abiertas que pueden disponer de dichos datos siempre que los clientes den su consentimiento. A partir de aquí, esas terceras compañías ofertan servicios ajustados al comportamiento de los usuarios. El cambio es muy significativo porque la banca abierta hace posible centrarse en el cliente en vez de en los servicios financieros.

La directiva europea PSD2 desarrolla la banca abierta

El inicio fue la entrada en vigor en enero pasado de la directiva PSD2 o Directiva de Servicios de Pago Revisada. Esta normativa de la Unión Europea establece que la información bancaria de un usuario no pertenece al banco donde tenga abierta su cuenta sino a él mismo. De este modo, pasa a ser obligatorio el que los bancos colaboren y permitan el acceso a terceras empresas de estos datos con una premisa, que el cliente lo autorice.

Los beneficios de la banca abierta se abren a todos los actores implicados. De un lado, los clientes pueden compartir su información con proveedores de servicios financieros a través de sus aplicaciones digitales y acceder a productos diseñados y ajustados a medida para ellos. Incluso tienen un mayor control sobre sus datos porque deciden a quién los ceden. Además, la gestión es más fácil gracias a que en una sola aplicación se dispone de todas las cuentas, tarjetas y productos bancarios, aunque sean de distintas entidades. Es decir, no hay que cambiar de aplicación para acceder a otro banco.

De otro lado, dichos proveedores podrán exponer sus servicios y productos de forma legal y transparente, a partir de información más actualizada. En cuanto a las entidades bancarias, su colaboración e implicación es indispensable porque en caso contrario perderían su papel de intermediarios y en consecuencia la mayoría de sus ingresos. Igualmente, siguen ofertando servicios y productos pero a la medida y ajustados a cada cliente.

La banca abierta se ha desarrollado gracias a las APIs (Application Programming Interface o Interfaz de Programación de Aplicaciones), un conjunto de definiciones y protocolos que permiten que unas aplicaciones se puedan integrar en otras. Con estas herramientas los programadores desarrollan de forma transparente aplicaciones de terceros.

La seguridad de la banca abierta

A priori, todo esto parece perfecto, pero los clientes dudan de la seguridad de sus datos. Se preguntan si es seguro que empresas ajenas a su banco accedan a una información muy personal y sensible. Es como dejar a la vista las cuentas bancarias, las tarjetas de crédito, las inversiones, las hipotecas, los préstamos...

Sin embargo, la misma directiva europea ya prevé la aplicación de medidas de seguridad al respecto. Por ejemplo, se ha ampliado la verificación de la identidad del usuario de modo que para cualquier operación es necesario que éste emplee dos sistemas o pasos de entre una contraseña, un código PIN, el número de la tarjeta, el teléfono móvil y hasta el escaneo del iris o la huella digital.