Un estudio confirma lo que ya intuíamos: el vino sabe mejor si te dicen que es caro

  • Un estudio ha revelado que el precio de la botella de vino hace que nos guste más o menos su sabor

  • En efecto, han constatado como catadores disfrutaban más de los vinos baratos cuando tienen un precio alto

  • Según varios estudios habría una conexión directa con el cerebro que hace que ese caldo nos guste más

Puede que parezca mentira, pero lo cierto es que sí, el vino caro sabe mejor que uno barato. Y no es porque lo digamos nosotros, lo dice la ciencia, así lo han plasmado varias investigaciones científicas a lo largo de los últimos años, la última publicada en la revista Science Direct en la que se que confirma que tener la información de precio del vino influye directamente en el sabor y la experiencia al catar el vino. Al parecer eso de que "lo barato sale caro" va a tener bastante de razón en lo referente a los vinos.

La investigación ha sido llevada a cabo por la Universidad de Basilea en Suiza, donde la psicología y la neurociencia tuvieron un gran protagonismo para saber si el precio de la botella influye verdaderamente en el sabor al catar el vino o no. En total fueron 140 las personas que se prestaron para este estudio y que se sentaron a probar una serie de vinos durante 15 minutos, eso sí, sin poder comunicarse con otras personas para no influenciar su opinión.

Más caro, más bueno

En total cada uno probó vino de seis copas diferentes de las que tenían que calificar tanto su intensidad como el agrado que les había suscitado al probarlo. Pero no todas las copas eran iguales, mientras que tres de ellas no tenían ningún tipo de información, las otras tres copas sí que estaban diferenciadas con un precio bajo, otro medio y otro alto a la vista de los catadores. Pero como los investigadores querían resultados, esas etiquetas de no se correspondían con el valor real.

Entonces, ¿qué ocurrió? En efecto, los catadores no encontraron grandes diferencias en cuanto a sabor o agrado al paladar en los vinos que no tenían ningún precio marcado. Pero ojo, porque el vino etiquetado como caro, que realmente no lo era, fue el que mejores calificaciones obtuvo y los participantes afirmaron que fue la copa que más disfrutaron en su paladar.

Aún así, la conclusión va mucho más allá, porque el cambio de precio de barato a caro sí que influyó en la percepción de los catadores, cosa que no ocurrió con los caros que veían reducido su valor. Por tanto, cuando un vino caro se ponía a un precio más bajo del real, las calificaciones no llegaron a cambiar demasiado, siendo similares a las pruebas con su precio verdadero, cuando era más bajo o sin mostrar ningún tipo de información.

Conexión con el cerebro

Estos resultados van en sintonía con los obtenidos en un estudio similar, elaborado en 2017 por la Universidad de Bonn en Alemania, que exponía que aumentar el precio a productos como el vino también aumentaba las expectativas del consumidor sobre el sabor y la calidad de este, afectando directamente al procesamiento del cerebro sobre el sabor. Mediante una resonancia magnética, descubrieron que la corteza prefrontal y el cuerpo estriado se activaba cuando los precios eran más altos.

Con estos resultados, los investigadores lanzaron una pregunta: "¿Es posible entrenar el sistema de recompensas para que sea menos receptivo a tales efectos de placebo del marketing?". Por el momento habrá que seguir estudiando este fenómeno, pero parece que el precio de la etiqueta de la botella de vino puede hacer que nuestro paladar disfrute mucho más el caldo. Mejor eso que que no nos guste después del desembolso, ¿o no?