Me casé por primera vez a los 50 y aprendí mucho

  • Hablamos con varias parejas que firmaron en la segunda mitad de su vida

  • "En la madurez se tienen las ideas más claras"

"Si me hubiera casado hace 25 años, habría sido muy diferente. Cuando eres más joven lo haces todo de una forma mucho más atolondrada". Esta afirmación la hace un hombre que se ha casado por primera vez a la edad de 58 años. Él y su novia lo decidieron en Nochevieja, mientras tomaban las uvas. "Este va a ser nuestro año", se dijeron entre dong y dong. Primero celebraron una petición de mano en Londres ("muy bonita, muy romántica"), y en julio, durante un viaje a África, se casaron por el ritual masái. El 14 de septiembre dieron el "sí quiero" oficial en Madrid. "Este momento era el mejor. Queríamos cerrar un círculo", dice. Su nombre es José Ribagorda, periodista y presentador de Informativos Telecinco.

En España, los hombres se casan de media a los 35 años y las mujeres a los 33, según el INE. Pero las bodas en las que el varón es mayor de 45 años no son pocas: un 21,7% (35.586 del total de 163.430 matrimonios oficiados en 2018). Una parte de esas felices parejas acaban más o menos de conocerse; otras muchas, como la que forman José y Loles, llevan juntas toda una vida, y dan el paso, como él dice, por "un conjunto de cosas".

"A estas edades —explica— uno actúa de forma más consciente, es mucho más responsable de los pasos que da, y tengo tal grado de certezas acumuladas que sé que el momento elegido es el óptimo. Al mismo tiempo, es constatar que estamos viviendo la mejor etapa, con más afinidades, con mayor nivel de compenetración, de complicidad. También lo hemos hecho pensando en nuestra pequeña, que ha sido determinante; ella es la que ha facilitado que la relación haya ido ganando en intensidad año tras año, y la decisión le hacía especialmente feliz, y la hemos tomado".

Si algo ha aprendido José de la experiencia de un matrimonio en la segunda mitad de su vida es que es algo muy positivo. "Cuando das el paso a esta edad no lo haces con el ánimo de dar marcha atrás al poco tiempo. Es una relación sin fisuras", asegura. En la madurez, uno ya ha aprendido lecciones de todo tipo y tiene perfectamente definidos sus objetivos en la vida: sabe lo que quiere. Virtudes que no están del todo desarrolladas cuando se es más joven. "Por mi experiencia, yo diría que es una decisión muy sólida y bien tomada", añade.

La ceremonia en sí se disfruta más cuando se peinan canas. "Con 25, mis sentimientos los habría tenido, pero habría sido más atropellado todo. Las personas que te acompañan ese día son amigos como de la familia, no gente que es flor de un día, ni hay un aluvión…", dice. ¿Ha cambiado en algo su vida después de la boda? "No, nada, nada. Todo igual, todo perfecto", declara.

Pero hay otras razones que llevan a las personas a contraer matrimonio pasados los 45 que no son la de celebrar una larga historia de amor. Patricia (54) se casó hace seis meses, también en primeras nupcias, con un hombre al que conoció dos veranos atrás. Ella había tenido una relación larga en la que detectó muchas carencias afectivas, y de pronto descubrió en su nueva pareja a un hombre atento que le lleva todos los días el desayuno a la cama y le organizó un viaje sorpresa a Túnez para el que, incluso, le preparó la maleta. “Me di cuenta de que era el hombre que había estado buscando, y por eso me casé con él", zanja.

Bien distinta es la historia de Agustín. Se casó cuando tenía 48 años con su chica de siempre, pero solo porque oficializar su relación constituía un requisito imprescindible para poder adoptar a un niño. Por desgracia, los largos y duros trámites hicieron mella en una pareja que había dejado atrás sus mejores días, y —aunque lograron adoptar a un niño precioso— la boda fue un acto frío que no enderezó la situación. "Antes se decía que si no se consumaba en la noche de bodas, el matrimonio no era válido; según eso, mi matrimonio no es válido", bromea amargamente. El pasado mayo firmaron su divorcio.

En definitiva, cuando se trata de una decisión meditada tomada desde el cariño, casarse a una edad madura puede ser una experiencia plena, muy positiva y garantía de algo que no nos cansamos de reivindicar en Uppers: que lo mejor está por venir.