El club de los tres 50
Solo tres bodegas españolas reúnen las condiciones óptimas para competir con las élites globales del vino
Se trata de las bodegas de Vega Sicilia, La Rioja Alta y Remírez de Ganuza
Para que un país sea una potencia global en el mundo del vino hacen falta tres 50
Para que un país sea una potencia global en el mundo del vino hacen falta tres 50. Al menos 50 bodegas (se necesitan como mínimo 50 etiquetas para crear marca país) produciendo 50.000 botellas anuales (es la única forma de estar presentes en todos los mercados) y que se vendan a un precio mínimo de 50 euros (el precio prestigia e introduce en los mercados premium). Es la idea fuerza que maneja Pedro Ballesteros, primer Master of wine español, el mayor grado de reconocimiento que reconoce a un experto la industria del vino. Sin esas tres condiciones, un país no puede estar entre los grandes.
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Como ejemplo, Francia -primer país del mundo en la industria vinícola- cuyas apelaciones más prestigiosas como Burdeos producen 200.000 o 300.000 botellas de sus marcas fetiche y a precios elevados; el ejemplo del Opus One de California que se vende por encima de los 400 dólares la botella. O Almaviva, la bodega chilena del Valle de Maipo que produce 200.000 unidades casi a 200 dólares la botella.
O el caso de algunos vinos toscanos. En España, pese a la calidad de nuestro vino aún estamos lejos de esos números. “En cualquier restaurante de lujo en cualquier lugar del mundo encuentras en su carta variedad de vinos franceses o italianos pero solo encuentras como mucho dos o tres referencias españolas. Y no hacemos peores vinos que ellos”, explica Ballesteros.
Para demostrar que sí es posible conseguirlo y que el camino se hace andando, en el contexto de Madrid Fusión, Ballesteros reunió en un escenario a las tres bodegas españolas que han conseguido el hito de los tres 50: Vega Sicilia, La Rioja Alta y Remírez de Ganuza. “Gentes como estas hacen que cambie el negocio”, añade el Master of wine.
Las tres bodegas producen vinos de calidad a precios por encima de 50 euros y con producciones notables. Tanto Vega Sicilia como La Rioja Alta exportan el 70% de su producción. Al contrario, Ramírez de Ganuza vende el 60% de sus vinos en España. Una de las primeras ideas en las que los tres bodegueros coinciden es en descartar que solo las pequeñas producciones ofrecen vinos de calidad.
“No hay una ley física que diga que por hacer más vino lo haces peor. El rendimiento de la cepa no es un indicador, sostiene Ballesteros, defensor además de la idea de que el vino se rige por leyes económicas diferentes del resto de productos: cuando sube la oferta sube el precio porque se crea una demanda informada que quiere adquirirlo. Y otra idea consensuada: el vino tiene futuro si se vende como producto de lujo, cuando se hace como alimento siempre es barato, sin precio destacable que haga marca país.
En la elaboración de un vino de referencia hay un factor imposible de sustituir: el tiempo. “Se necesitan al menos 20 o 30 años de trabajo constante para ser reconocidos. Viajo mucho y escucho a los sumilleres, los coleccionistas, hay que saber qué buscan y qué no existe. Y lo que buscan todos es poder reconocer el origen del vino. Necesitamos trabajar con las uvas de la mejor calidad y hacerlo cada año”, afirma José Ramon Urtasun, propietario de Remírez de Ganuza. En la misma mesa, Guillermo de Aranzabal, presidente de La Rioja alta, recordaba que su vino 890, hoy en el olimpo de los tintos españoles, “ha tardado 133 años en recibir 100 puntos”.
Caso paradigmático es el de Vega Sicilia, cuyo CEO, Pablo Álvarez, glosó la transición de sus vinos “como producto propio de un país aislado que solo se lo vendía a su élites” a convertirse en marca de referencia internacional que se vende a un precio superior y llevando la bandera del prestigio.
“Cuando salías solo te encontrabas a franceses e italianos. Eso ha cambiado, aunque hemos perdido muchas oportunidades. Pero hoy tenemos producciones más homogéneas. El trabajo en la viña ha cambiado. Las grandes cosechas en calidad son grandes en cantidad. Nosotros tenemos una viña excelente, pero es que no nos quedó otra, se hizo una selección masal (la selección de las mejores plantas de un viñedo) sin que nadie lo preveyera. La suma de suelo, clima y viña es donde se cimenta la calidad de Vega Sicilia. Hoy nuestro vino tiene vocación de eternidad”: Afirma Ballesteros que “nunca abres la última botella de Vega Sicilia, prefieres esperar a ver cómo evoluciona”.
Aunque Álvarez opina que el vino está para beberlo, “tampoco es bueno que se creen grandes colecciones que terminan saliendo al mercado”, explica Pablo Álvarez, quien apunta a que hoy “hay coleccionistas con dinero y muchas reservas pero que ya no tienen años por delante para bebérselos”.
Para llegar a este club exclusivo del 50 + 50 + 50 lo principal es apostar a largo plazo, tener estrategias sostenidas en el tiempo, sin buscar resultados inmediatos y no políticas de precio baratos. “Estos tres vinos tienen la maestría del tiempo”, apunta Ballesteros, vinos que excederán en el tiempo a sus propietarios actuales. No hay demasiado consenso entre estos bodegueros respecto a si las regiones nuevas podrán crear vinos de este nivel.
Álvarez duda que se puedan hacer grandes vinos en todos los territorios, “buenos vinos, sí; pero grandes vinos es otra cosa”. Y añade: “La clave es no hacer el tonto y elaborar lo que toca en cada sitio. No hacer borgoñas donde no se pueden hacer borgoñas. Lo importante es preservar la personalidad de cada región haciendo lo mejor que cada una puede hacer”.
En general, los tres coinciden en que las nuevas regiones están demasiado ligadas a producciones limitadas. “Para hacer grandes vinos hay que ganar mucho dinero porque ese dinero se reinvierte. Nosotros reinvertimos del 80% de los beneficios en I+D, en mejoras, etcétera. Si las nuevas no tienen esa mentalidad es imposible hacer producciones largas; y con producciones cortas no se hacen grandes vinos”, afirma Guillermo de Aranzábal.
Las llamadas viñas singulares tampoco concitan demasiado consenso. Advierten que por ser singulares no tienen por qué ser buenas: no es sinónimo, incluso pueden aportar más confusión al mundo del vino y del consumidor. De hecho, el 97% del mercado del vino en todo el mundo es un mercado de precio. Los vinos premium son solo un 3%. Es una problemática que se repite en todos los países.
El Master of wine pionero de España introduce un asunto interesante en pleno auge de los vinos naturales: “El vino del mundo se ha hecho romántico. Pensamos que es tan natural que nos molesta pebsar que es un producto humano y mejorado con oficio. El vino de natural no tiene nada: un viñedo es un cultivo manejado e intervenido por el hombre. Para hacer buen vino no solo es necesario tener unos calcáreos intactos desde el Pleistoceno”.
En este sentido, Ballesteros advirtió que ninguno de estos tres grandes vinos son ni vinos de pago ni de viñedos singulares, sino de denominaciones clásicas de origen como son Rioja y Ribera del Duero. “Si se hiciera caso a las modas ninguno de estos tres bodegueros tendrían el éxito que tienen y resulta que sus vinos son los que gustan en todo el mundo. Es el resultado de mirar las cosas a largo plazo y no estar pendiente de las modas”.